Finlandia 2017 98 min.
Guión y dirección Aki Kaurismäki Fotografía Timo Salminen Intérpretes Tuomari Nurmio, Sherwan Haji, Kati Outinen, Tommi Korpela, Sakai Kuosmanen, Janne Hyytiänen, Ilkka Koivula, Kaija Pakarinen, Nuppu Koivu, Niroz Haji Estreno en Finlandia 3 febrero 2017; en España 7 abril 2017
Parece ser que ésta será la última película del director finlandés responsable de títulos como Nubes pasajeras, Un hombre sin pasado y Le Havre, por citar algunas de las más recientes. Sería una pena, porque fiel a su estilo, Kaurismäki tiene aún mucho que decir, y siempre alrededor de temas de candente actualidad, con una precisión de enfoque y una mirada tan certera a temas que nos preocupan a nivel individual y colectivo, que abruma. La desesperada situación de los refugiados sirios centra la atención de su última película, por la que fue galardonado en Berlín con el Oso de Plata a la mejor dirección. Dos hombres necesitan cambiar de vida, los dos por necesidad aunque de distinta índole, uno forzada y el otro buscada. Son los dos ejes o extremos sobre los que se asienta la esperanza del título. Sus destinos llegarán a entrecruzarse, hasta el punto de servirse mutuamente para encontrar ese sentido y tabla de salvación que necesitan para sus respectivas existencias. Todo esto, que parece tan grave y profundo, y sin duda lo es, el realizador lo trivializa sanamente como sólo él sabe hacerlo, con un aspecto generalizado de sátira cómica, enfoques muy precisos y una puesta en escena en cuadros estáticos, muy coloristas y muy años cincuenta, además de los habituales comportamientos y sentencias aparentemente absurdas de sus personajes. Sin duda un ejercicio de control absoluto, seguridad y claridad de ideas, que convierten al autor en un esteta y uno de los directores con las ideas más claras del panorama actual. El secreto consiste en dejarse llevar, asumir su lado cómico sin desdeñar el trágico que sin duda subyace en una trama que tiene como máximos exponentes la desgarradora historia del protagonista sirio ante las absurdas e implacables autoridades burocráticas, o los noticiarios televisivos que no ahorran margen de dolor ni angustia ante la situación vivida en una zona tan débil y delicada de nuestro planeta. Y todo eficazmente dirigido a nuestras conciencias burguesas, satisfechas en países que agotan todas las posibilidades que les brindan declaraciones y manifiestos de toda índole, pero se muestra incapaz de mover un dedo cuando de poner en peligro nuestra hegemonía y bienestar se trata. Lo mejor parece seguir mirando hacia otro lado y dejarse mecer por los cándidos cantos folk y country de las bandas callejeras y clubistas que tanto gustan en ese país, y particularmente al director de Leningrad Cowboys Go to America.
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