lunes, 27 de abril de 2020

CINCUENTA AÑOS EN "COMPAÑÍA" DE STEPHEN SONDHEIM

El elenco de Company en la versión de concierto de 2011, con Neil Patrick Harris y Patti LuPone en primer término
Recuerdo cuando a principios de los noventa mi amiga Joana Raja, toda una especialista en musicales, aseguraba que allí en Barcelona existía tal aprecio y admiración por Stephen Sondheim que prácticamente todas sus obras se habían representado convenientemente adaptadas al catalán. Una de las más emblemáticas, Sweeney Todd, cumple este año un cuarto de siglo desde su estreno dirigido por Mario Gas y protagonizado por Vicky Peña y Constantino Romero, que dos años después pudo verse en el Teatro Albéniz de Madrid, coincidiendo con la eclosión de los musicales en la capital. Y en 2012 el tándem Gas y Peña volvió a aterrizar en Madrid, esta vez en el Teatro Español, con Follies, un musical que rescataba el esplendor de Ziegfeld en clave otoñal y como pretexto para analizar las dudas existenciales y sentimentales de sus protagonistas. Sondheim cumplió el pasado 22 de marzo noventa años y Broadway quiso celebrarlo anoche, como ya hizo en el Avery Fisher Hall de Nueva York hace diez años a propósito de su ochenta cumpleaños, esta vez haciendo coincidir la fecha con la del estreno hace cincuenta años de Company, el musical que dio carta de naturaleza a su particular forma de entender el género, y con el que revolucionó la escena neoyorquina y londinense. Barcelona, que además es el título de una de las canciones de este emblemático musical, se les ha adelantado y pudo estrenar el pasado mes de diciembre el cabaret Something’s Coming, con Joan Vázquez poniendo voz y música a las canciones de Sondheim en El Maldá de la capital catalana.

Imagen restrospectiva de Sondheim
Sondheim se curtió en el musical a partir de su descubrimiento con solo diez años de Very Warm for May, un musical de Jerome Kern y Oscar Hammerstein II, los autores que en los veinte subieron a escena uno de los más grandes clásicos del género, Showboat, considerado junto a Porgy and Bess de Gershwin, la cumbre del teatro musical de Estados Unidos. Esto y su amistad con el hijo de Hammerstein, Jimmy, le llevó a relacionarse con este tótem de los letristas de Broadway, que le enseñó todo lo que necesitaba saber sobre el tema, motivó que escribiera un musical sobre Mary Poppins que nunca se entrenó por problemas de derechos de autor, y propició que conociera a Harold Prince, nombre fundamental en su carrera profesional, en el estreno de South Pacific, con música de Richard Rodgers y letra de Hammerstein, pareja artística en títulos imprescindibles como The Sound of Music, The King and I, Oklahoma! o Caroussel. Sus primeros cometidos fueron solo como letrista. Leonard Bernstein quedó impresionado por su primer musical, inédito hasta 1997, Saturday Night, al que tuvo acceso personal, y le confió la letra de West Side Story. Después vendría la de Gipsy, otro gran éxito con música de Jule Styne (Funny Girl) y aún en 1965 escribió para Richard Rodgers la de Do I Hear a Waltz?, un encargo que le llegó como consecuencia de la muerte de Hammerstein. Pero antes, en 1962, cosechó su primer gran éxito en solitario con A Funny Thing Happened on the Way to the Forum, cuya adaptación cinematográfica se conoce en España como Golfus de Roma, del que su número Comedy Tonight se ha convertido en un clásico de todos los tiempos. Anyone Can Whistle, su siguiente trabajo en solitario, fue un fracaso, hoy reconvertido en musical de culto.

Cincuenta años de Company

Programa de mano del estreno de Company en 1971
El reconocimiento definitivo lo obtuvo de la mano de Company, un musical revolucionario y conceptual en el que el habitual argumento, concebido para que el público se evada de sus problemas, es sustituido por una serie de reflexiones para que el público afronte sus problemas. En este título experimenta además con complejas polifonías e intrincadas melodías así como un particular uso del coro, mezclando protagonistas y secundarios a modo de coro griego. A través de varios cumpleaños del protagonista se plantea la vida en pareja, la amistad y el matrimonio, todo un camino de aprendizaje para aceptarse a él mismo y llegar a sentirse vivo (Being Alive, un emocionante himno significativamente recuperado por Adam Driver en la película Historia de un matrimonio), acompañado por alguien especial o solo y en compañía de uno mismo. Bobby es el protagonista que celebra su cumpleaños con cinco parejas de amistades y tres candidatas a novia e interactúa con cada una de ellos, generalmente en escenas a tres (Threes fue el primer título escogido), según una idea del libretista George Furth concebida como obra de teatro para Kim Stanley, y que pretendía dirigir Anthony Perkins, muy amigo de Sondheim desde que protagonizara su trabajo para televisión Primrose Evening. Le pidió opinión a Sondheim, que a su vez se la pidió a Harold Prince, quien decidió convertirlo en musical sobra matrimonios neoyorquinos sometidos a examen del protagonista. En los noventa Sondheim y Furth adaptaron la obra, y en 2018 se estrenó en Londres la versión con protagonista femenina, cuyo estreno en Broadway ha quedado aplazado a causa del coronavirus, el mismo que ha obligado que esta vez su homenaje no sea en el Avery Fisher Hall ni en el Carnegie Hall, como en anteriores ocasiones, sino en streaming.

Dean Jones y Elaine Stritch estrenaron el montaje original en el Alvin Theatre el 26 de abril de 1970, tras debutar en Boston. Larry Kert sustituyó a Jones cuando éste se retiró por considerarla demasiado nihilista. George Chakiris, el inolvidable Bernardo de la versión cinematográfica de West Side Story, interpretó a Bobby en la primera gira por todo el país, mientras Raúl Esparza, maestro de ceremonias del homenaje de anoche en Broadway.com, se encargó de hacerlo en el reestreno de 2006. Patti LuPone se ha adueñado del papel de Joanne, la cínica y rica amiga de Bobby casada en tres ocasiones que canta el icónico The Ladies Who Luch, desde que lo interpretara en la sensacional versión de semiconcierto que dirigió Paul Gemignani, habitual director musical de Sondheim incluso en sus adaptaciones al cine (Sweeney Todd, Into the Woods) junto a la New York Philharmonic que se puede rescatar en youtube y que recomendamos sin ningún tipo de reserva. Ahí debutaron también en sus respectivos roles gente como Martha Plimpton, a quien recordamos por Los Goonies y Beautiful Girls, Anika Nani Rose (Tiana y el sapo, Dreamgirls), Christina Hendricks o Jon Cryer, y sobre todo Neil Patrick Harris, flamante presentador de los Oscar en 2015, que da vida a Bobby y desde entonces se ha convertido en otro incondicional del universo Sondheim.

Una carrera llena de reconocimientos

Tras estrenar con éxito Follies en 1971, Sondheim adaptó al musical la película de Ingmar Bergman Sonrisas de una noche de verano. El resultado fue A Little Night Music y una de las más hermosas y versionadas canciones extraídas de un musical, Send in the Clowns, que han hecho famosa gente como Barbra Streisand o Frank Sinatra, cuya versión suena de forma muy significativa en Joker. Su adaptación al cine en 1977 de la mano del mismo Harold Prince estuvo protagonizada por Elizabeth Taylor y se estrenó en España bajo el título Dulce Viena. Pacific Overtures seguía el esquema del teatro Kabuki japonés incluso en sus planteamientos musicales. En 1979 estrenó Sweeney Todd, uno de los pocos musicales que se han representado en escenarios operísticos de todo el mundo, siguiendo un libreto negrísimo y macabro de Hugh Wheeler según un clásico victoriano, que supuso la inmortalización de Angela Lansbury en Broadway y lanzó melodías estremecedoras como Joanna o Pretty Ladies. Tim Burton fue seguramente la elección más acertada para llevarla al cine en 2007, con Johnny Depp, Helena Bonham Carter y Alan Rickman como protagonistas.

Después vendría su musical más convencional, Merrily We Roll Along en 1981, Sunday in the Park with George, según el universo puntillista de Seurat, en 1984, que le valió el Pulitzer en el apartado de drama, e Into the Woods, otra de sus piedras angulares, en 1987 y también llevada al cine, por Rob Marshall, en una lujosa adaptación de 2014 que recrea los mundos de fantasía en los que se desenvuelven los cuentos de Rapunzel, La cenicienta, Jack y las habichuelas mágicas o Caperucita que se mezclan en su ingeniosa trama. Con todos estos títulos cosechó numerosos Tonys, pero ninguno con la celeridad con la que logró el correspondiente a Passion, un musical de 1994 basado en la película de Ettore Scola Passione d’amore. Antes había estrenado Assassins, un controvertido musical en el que de nuevo pone en tela de juicio los valores morales de la sociedad burguesa en la que vivimos. Mientras tanto ha coqueteado también con el cine, componiendo el tema principal, Goodbye for Now, de la película Rojos para Warren Beatty, la canción I Never Do Anyhting Twice de Elemental, Dr. Freud, o las canciones que Madonna entona en Dick Tracy, por una de las cuales, Sooner or Later, consiguió el Oscar en 1990.

Sácame al Mundo

Take Me to the World es el título con el que de manera muy significativa se ha bautizado este particular e insólito homenaje a Stephen Sondheim, teniendo en cuenta la situación de responsable y sensato confinamiento en el que se encuentran todos los y las artistas participantes. El título está sacado de una de las cuatro canciones del compositor que aparecen en el telefilm de 1966 Primrose Evening. Antonio Banderas grabó una versión de esta canción junto a Barbra Streisand, que ella incluyó en su álbum Encore Movie Partners Sing Broadway. La emisión tuvo lugar anoche, más de una hora después de la hora prevista, las 2 de la madrugada, hora local en España, debido a problemas técnicos que obligaron finalmente a prescindir de la mayoría de las intervenciones del presentador Raúl Esparza, único participante en directo frente al resto que colaboraron con videos editados, eso sí en casa y con el solo acompañamiento, salvo alguna excepción, del piano de Mary-Mitchell Campbell. La labor de ensamblaje y coordinación corrió a cargo del especialista en Broadway Paul Wontorek. Stephen Schwartz, autor de Godspell o El príncipe de Egipto, se encargó del prólogo, seguido de una obertura a cargo de toda una big band convenientemente coordinada cada uno y una desde su casa.

Bernadette Peters, Meryl Streep y Patti LuPone
Como el proyecto está destinado a promover una asociación que acerca el arte a los niños como terapia contra el empobrecimiento, Artists: Striving to End Poverty, fueron varios los que siguiendo el canon norteamericano ligeramente repelente, aparecieron en pantalla. Mientras tanto Neil Patrick Harris entonó The Witch’s Rap de Into the Woods, Judy Kuhn What Can You Loose? de Dick Tracy, Randy Rainbow un divertido, orquesta y efectos incluidos, By the Sea de Sweeney Todd, Mandy Patinkin cantó a capella y en exterior Lesson #8 de Sunday in the Park with George, Steven Spielberg agradeció la colaboración de Sondheim en su nueva versión de West Side Story, Lin-Manuel Miranda se atrevió con Giants in the Sky de Into the Woods, Lea Salonga con Loving You de Passion, Josh Groban con un medley entre Children Will Listen de Into the Woods y Not While I’m Around de Sweeney Todd, Nathan Lane definió a Sondheim como el gran genio no suficientemente reconocido del teatro americano, Esparza entonó la canción titular de la velada y Donna Murphy Send in the Clowns. A las dos horas exactas Christine Baranski, Meryl Streep y Audra MacDonald se unieron en The Ladies Who Lunch de Company, mientras Jake Gyllenhaal en preciso estilo y Annaleigh Ashford lo hicieron en Move On de Sunday in the Park with George, y para terminar Patti LuPone cantó Anyone Can Whistle y Bernadette Peters No One Is Alone (Nadie está solo) de Into the Woods, una sentencia muy apropiada para estos días de confinamiento que refrendó una legión de aficionados debidamente sincronizados con I’m Still Here (Sigo aquí) de Follies, después de que Raúl Esparza asegurara que todo cambia y todo progresa pero Broadway sigue ahí.

Articulo publicado en El Correo de Andalucía

viernes, 24 de abril de 2020

JOHN WILSON PARA YUTÚBERES

Once ediciones consecutivas, algunas duplicando cita, han asegurado la participación de John Wilson y su carismática orquesta en los Proms que cada verano desde hace ciento veinticinco años se celebran en el londinense Royal Albert Hall frente a Hyde Park. 2009 marcó el inicio de este feliz enlace entre el espíritu joven y desenfadado del avispado director y el prestigioso festival que cada edición encandila a melómanos de todo el planeta. Fue con un concierto en torno a los grandes musicales de Metro Goldwyn Mayer cuya brillantez convenció tanto que afianzó la propuesta anual de esta llamemos música ligera en el entorno de una cita seria pero de desenfadado corte estival. La primera vez que tuvimos noticia de John Wilson fue como director musical de la película Beyond the Sea, una biografía del cantante Bobby Darin protagonizada (y cantada) por Kevin Spacey. Hoy Wilson es director asociado de la BBC Scottish Symphony Orchestra y ha dirigido operetas como Ruddigore de Gilbert & Sullivan, óperas como Hakan de Mark Anthony Turnage, antologías de Leonard Bernstein con la Royal Concertgebouw de Amsterdam, y grabado música de Copland, Korngold, Coates, Vaughan-Williams, Walton, Elgar y Richard Rodney Bennett. Pero es sin duda reconstruyendo partituras del genuino musical americano y ofreciéndolas de forma históricamente informada como su talento ha trascendido, y buena prueba de ello son los trece espectáculos que ha presentado en los Proms, algunos de los cuales se pueden rescatar en Youtube y disfrutar con cada una de sus sensacionales y sorprendentes propuestas.

Música de cine y cine musical

Royal Albert Hall
Wilson ha tenido muchos modelos en los que basarse e inspirarse a la hora de crear su propio estilo. Charles Gerhardt está sin duda en la génesis de su enorme interés por la música de cine del Hollywood clásico, como se pudo comprobar en el concierto que ofreció en 2007 en el Barbican Center junto a la BBC Concert Orchestra con partituras de Korngold (Kings Row), Waxman (El príncipe valiente), Raksin (Cautivos del mal), Stothart (El mago de Oz), Herrmann (Con la muerte en los talones) o Steiner (Lo que el viento se llevó), siguiendo las pautas que hicieron célebre al director norteamericano junto a la National Philharmonic Orchestra, como también pudimos apreciar en su participación en los Proms de 2013 con su propia orquesta dirigiendo clásicos como Un lugar en el sol, Horizontes de grandeza y una divertidísima suite de Scott Bradley para Tom & Jerry de ritmos vertiginosos y percusión sumamente creativa. Pero es en el musical donde triunfan decisivamente Wilson y su espléndida orquesta, una combinación de conjunto sinfónico y big band de técnica impecable y estilo muy definido según los cánones exigidos por los grandes estudios del Hollywood dorado a sus orquestas, especialmente las de 20th Century Fox y Metro Goldwyn Mayer.

También en este punto tiene sus referencias, pero sólo él ha conseguido recrear y mimetizar ese sonido característico del musical americano, para lo cual a menudo ha tenido que transcribir partituras completas a partir de las propias películas, al haberse extraviado las copias originales. Antes que él directores como Elmer Bernstein o John McGlinn han realizado grabaciones memorables de este material, en especial de musicales de Metro y Warner, pero desde parámetros acústicos modernos, sin evitar el sonido de una sinfónica moderna, aunque respetando la partitura escrupulosamente. Otros como Erich Kunzel o John Williams incluso despreciaron a menudo estas partituras para someterlas a arreglos a menudo poco satisfactorios. Lo más parecido hasta el momento a lo que hace Wilson lo encontramos en John Mauceri, que en la década de los noventa del siglo pasado realizó numerosas grabaciones junto a la Orquesta del Hollywood Bowl de Los Angeles aunque centrándose fundamentalmente en música estricta de cine, salvo algunos registros dedicados a George Gershwin, Richard Rodgers e Irving Berlin, así como una grabación completa de El rey y yo según la orquestación de Alfred Newman para su adaptación cinematográfica, con Julie Andrews y Ben Kingsley en los papeles principales. Pero ni siquiera él logró recrear el sonido de la época con la precisión con que lo consigue Wilson, con el aliciente de contar con los sistemas de grabación más sofisticados que se permiten hoy en plena era digital.

Grabaciones de la BBC

Matt Ford y Mikaela Bennet cantan The Desert Song
de Sigmund Romberg en el especial Warner Bros
En Youtube los aficionados encontrarán completos varios de los conciertos ofrecidos por John Wilson y su orquesta en los Proms, así como fragmentos de otros. El primero, dedicado a Metro Goldwyn Mayer en el que destaca el ballet completo Broadway Melody de Cantando bajo la lluvia, ha sido editado en DVD y grabado en CD. El segundo, de 2010 disponible en Youtube completo, está dedicado a Rodgers y Hammerstein en el cincuentenario de la muerte del segundo, con selecciones de Oklahoma!, Carrusel, Al sur del Pacífico, El rey y yo, Prometidas sin novio (Flower Drum Song) y Sonrisas y lágrimas, con la particularidad de que se usaron las orquestaciones de las películas, una constante en Wilson que prefiere así estas versiones más sofisticadas y opulentas que dan mayor juego a una orquesta de sus posibilidades y dimensiones. Entre las voces solistas destacan las de la soprano Sierra Bogess, el tenor Julian Ovenden, el barítono Rod Gilfry, la sensacional showoman Anna-Jane Casey y la artista musical americana Kim Criswell, que entona un emotivo You’ll Never Walk Alone, himno oficial del Liverpool Club de Fútbol que en realidad pertenece al musical Carrusel, y fue sustituida en su grabación discográfica por la soprano Joyce DiDonato, Agripina hace un año en el Teatro Real. Un año después Wilson hizo en Hooray for Hollywood un recorrido por el musical genuinamente cinematográfico desde La calle 42 y las películas de Fred Astaire y Ginger Rogers hasta la alegre Hello, Dolly! pasando por dos piezas de Ha nacido una estrella, Gotta Have Me with You y The Man That Got Away, en las que la espléndida entertainer Caroline O’Connor personifica a Judy Garland con enorme gracia y desparpajo, tanto cantando como bailando. Otros incondicionales de estos espectáculos colaboran también en esta celebración, como el crooner Matthew Ford, la cantante y locutora Clare Teal o el tenor americano Charles Castronovo, además del coro Maida Vale Singers, que en la línea de otros del prestigio de Ambrosian Singers o John Alldis acompaña cada edición de los Proms a la orquesta de John Wilson.

Seth MacFarlane y Anna-Jane Casey
Otro de los conciertos que podemos encontrar en Youtube es The Broadway Sound, emitido por la BBC en 2012 y que incluye perlas como el ballet Slaughter on 10th Avenue del musical On Your Toes, compuesto por Richard Rodgers y coreografiado en su día por George Balanchine, que sirvió de base para la banda sonora de la película de 1957 Matanza en la Décima Avenida. Tambien destaca el ballet Coney Island de On the Town (Un día en Nueva York) compuesto por Leonard Bernstein, de quien Wilson ofreció en 2015 una antología de su música para teatro y cine, así como una recreación completa de West Side Story en 2018 coincidiendo con el centenario del compositor. En The Broadway Sound emociona sobre todo su último número, una esplendorosa interpretación de Mame de Jerry Herman con todos los efectivos orquestales y vocales al máximo rendimiento. Hollywood Rhapsody, la propuesta de 2013 ya comentada, es el último de los Proms disponibles en Youtube. La lista sigue con recuperaciones completas de My Fair Lady de Loewe y Lerner, Bésame, Kate de Cole Porter y Oklahoma!, así como un homenaje a Frank Sinatra con el showman americano Seth MacFarlane como protagonista, otro a George Gershwin que fue grabado en directo para su edición discográfica, y un recorrido por las películas de Warner Bros tanto dramáticas como musicales, que cuenta entre sus mayores alicientes con una generosa suite de casi veinte minutos de la oscarizada partitura de Max Steiner para La extraña pasajera, icono de la música romántica cinematográfica. Además de los conciertos reseñados que se encuentran completos, de los demás se pueden disfrutar fragmentos en la mayor ventana de entretenimiento que ofrece internet, ideal para estos días de recogimiento.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

miércoles, 22 de abril de 2020

PETER BOGDANOVICH, UN LARGO Y DEFINITIVO AMOR... AL CINE

Igual que hay películas que en su día obtuvieron un gran éxito de crítica y el respaldo unánime del público a las que el paso del tiempo trata mal o muy mal, también las hay que fueron vapuleadas hasta lo indecible, que no conectaron con el público de su época y sin embargo sí lo hicieron con el del futuro, convirtiéndose en auténticas obras de culto o recibiendo al menos el apoyo que merecían y que en su momento no obtuvieron, obligadas a dormir en el limbo de la incomprensión. No debió sentar muy bien entre la prensa especializada de mediados de los setenta del siglo pasado que uno de los suyos, un cronista, escritor, crítico y periodista como Peter Bogdanovich se lanzara al cine de la mano de Roger Corman, a quien conoció en un preestreno, y dirigiera con éxito un film en cierto modo mítico, El héroe anda suelto (Targets), sobre un francotirador que siembra el terror en un autocine. También a sus órdenes, aunque bajo seudónimo, dirigió la extravagante Viaje al planeta de las mujeres prehistóricas. Mucho menos debió gustar que con su tercera película, apenas dos años más tarde, lograra un éxito desmesurado que le catapultara directamente a los Oscar. La última película (The Last Picture Show) supuso el trampolín de salida para estrellas como Jeff Bridges y Cybill Shepherd, quien a raíz de esta colaboración se convertiría en pareja de Bogdanovich y propiciaría su divorcio de Polly Platt, diseñadora de decorados a quien muchos consideraban alma mater de los primeros y sonados éxitos del director norteamericano de origen serbio y austriaco.

Peter Bogdanovich
Sin duda son muchos factores para sospechar que tras varios éxitos consecutivos, entre ellos las célebres ¿Qué me pasa, doctor? a mayor gloria de Barbra Streisand y Luna de papel, que reunió a Ryan O’Neal con su hija Tatum, ganadora del Oscar a la mejor actriz secundaria mucho antes de que se limitara la edad para optar a dicho galardón, los y las colegas de tan impertinente creador le dieran la espalda y buscasen la excusa perfecta para hundir su carrera. La encontraron en dos películas protagonizadas por Shepherd, que nunca logró integrarse en el sistema hollywoodiense. Daisy Miller (Una señorita rebelde) no gustó a pesar de tratarse de una adaptación del muy querido Henry James, y mucho menos lo hizo At Long Last Love, un musical al estilo de los años treinta con el que este cinéfilo empedernido diseñó un doble homenaje, a las canciones de Cole Porter y a la comedia cínica y desenfadada de Ernest Lubitsch. A todo eso hay que sumar la pérdida de popularidad que el musical clásico sufrió en los últimos años, discretamente salvado por adaptaciones de éxitos del rock como Tommy, Jesucristo Superstar o The Rocky Horror Picture Show, que llegaría hasta principios de los ochenta, devorando las posibilidades de ese otro musical nostálgico que fue Dinero caído del cielo, la obra maestra de Herbert Ross.

La pasión de Bogdanovich por los grandes clásicos, que le llevó a devorar de joven unas cuatrocientas películas al año y a escribir libros de referencia sobre John Ford, Orson Welles, Howard Hawks y la plana mayor de los grandes directores e intérpretes del Hollywood clásico, se tradujo en una filmografía donde abunda el tributo a una época irrepetible, con cintas como Nickelodeon (Así se formó Hollywood) o The Cat’s Meadow (El maullido del gato) sobre el supuesto asesinato del director Thomas Ince por el magnate de la prensa William Randolph Hearst, una de sus últimas películas. En medio títulos como las interesantes Máscara, con Cher, y Saint Jack, producida por Playboy, lo que propició que para su siguiente película, Todos rieron, otro título homenaje, en esta ocasión a una canción de Gershwin, y último trabajo protagónico de Audrey Hepburn, contara con la presencia de Dorothy Stratten, Miss Playboy 1980, con quien inició una relación que derivaría en el asesinato de la playmate por parte de su marido, episodio documentado por Bob Fosse en su malogrado testamento cinematográfico, Star 80. También el teatro ha nutrido a este polifacético director, con películas como Lío en Broadway, su última cinta hasta el momento, y Noises Off (¡Qué ruina de función!), su celebrada adaptación de una obra que ha dado la vuelta al mundo, aquí con el título Por delante y por detrás, que pudimos ver en Sevilla hace mucho en el entonces Teatro Imperial de la calle Sierpes.

Intercambio de parejas
Nuestro primer contacto con At Long Last Love fue en Televisión Española a principios de los noventa, bajo el título de Un largo y definitivo amor. Más tarde se le ha conocido como Por fin, el gran amor, que es como se bautizó en varios países latinoamericanos. El fracaso estrepitoso que supuso su estreno en 1975, deprisa y bajo un montaje calamitoso que le cercenó hasta veinte minutos de metraje, provocó que la cinta cayera en el olvido. Una copia no autorizada o bootleg como se conoce en el medio, fue lo que circuló durante años, fundamentalmente en VHS, incluida su incursión en nuestra televisión, hasta que a principios de la década pasada Netflix se interesó por una copia reeditada en 1979 por un aficionado que recuperó aquellos veinte minutos perdidos y le devolvió parte de su intención original, a lo que se sumó la intervención del propio Bogdanovich añadiendo algunos minutos más hasta lograr la versión definitiva de 2013, editada lujosamente en DVD y BlueRay. Una nueva edición que sin embargo prescinde de un divertido It Ain't Etiquette que cantan y bailan en la calle, sin que eso pase desapercibido entre los viandantes, Cybill Shepherd y Eileen Brennan, reciente su éxito como secundaria en El golpe, número que sí pudimos ver en aquella copia primitiva. Cuando se estrenó la crítica se cebó especialmente con el reparto, elegido por Bogdanovich precisamente y con toda la intención entre actores y actrices sin experiencia en el musical y con dudoso talento para abordarlo, entre ellos Burt Reynolds, que sustituyó al inicialmente seleccionado Elliot Gould y mostró un gran interés por estrenarse en el musical. El elenco lo completan Madeleine Kahn, curtida en la comedia alocada con el propio Bogdanovich (¿Qué me pasa, doctor?) y sobre todo Mel Brooks (Sillas de montar calientes, El jovencito Frankenstein y más tarde Máxima ansiedad), Diulio Del Prete, un joven italiano que había participado en Daisy Miller y que Bogdanovich creía se convertiría en una gran estrella, y John Hillerman, que aunque criado en Texas, aportaba el talante británico que más tarde le haría famoso como mayordomo de Tom Selleck en Magnum P.I., dando vida al inerte mayordomo de Reynolds.

Kahn, Reynolds, Shepherd y Del Prete en una de las
secuencias recuperadas en la versión definitiva
El director decidió que los números musicales se rodaran al estilo de los de películas de Lubitsch como Una hora contigo, El desfile del amor, La viuda alegre y El teniente seductor, en directo y del tirón, lo que debido a la escasa experiencia del reparto provocó numerosos retrasos y repeticiones. El pretexto era una colección de canciones que Shepherd facilitó a su novio tras grabar un disco titulado Cybill Does It… to Cole Porter. El concepto era el de Jukebox Musical Comedy, un tipo de cine que aprovecha el material argumental tras las letras de canciones ya concebidas para tejer una historia en este caso sentimental sobre parejas que se enamoran y se intercambian en un juego de celos y seducción. El resultado, a pesar de todas las vicisitudes y cortapisas, llegándose incluso a tildar en su época de una de las peores películas de la historia del cine, no puede ser más simpático y desenfadado, además de glamuroso, asistiendo a una sucesión de episodios en los que tres atractivas parejas, una de ellas entre los sirvientes de Reynolds y Shepherd, a los que en cierto punto se une una desmadrada Mildred Natwick como progenitora del rico playboy al que da vida el protagonista de Los caraduras, cantan, bailan, beben, se enamoran y sobre todo se divierten, a propósito de una jugosa selección de canciones de Porter, entre las que destacan You’re the Top, One of Those Things, Did You Evah, I Get a Kick Out of You, la que da título al film, At Long Last Love, y I Loved Him (But He Didn't Love Me), cuya melancólica y desesperanzada letra sirve de leit motiv a todo el argumento. Todo ello con excelentes orquestaciones y arreglos musicales de Artie Butler y la dirección musical de Lionel Newman. Una exquisita dirección artística, con predominio de blancos y grises con los que el director evadió en cierto modo la prohibición de la Fox de rodarla en blanco y negro como era su primera intención, y un sensacional vestuario pusieron la guinda a un film disfrutable al máximo, puro deleite para amantes del musical y de la comedia sofisticada en general, donde la pura diversión se da la mano con el cinismo y el sarcasmo más inteligente y cultivado, propiciando que hoy el resultado sea saludado de forma prácticamente unánime con toda la admiración que sin duda merece.

lunes, 20 de abril de 2020

BEETHOVEN ANTE EL ESPEJO DEL CINE

Éste se prometía un año de grandes fastos, ciclos e integrales de la obra musical más espléndida jamás imaginada, el legado que dejó Ludwig van Beethoven en sinfonías, música de cámara, conciertos, música coral, lieder y ópera para celebrar el doscientos cincuenta aniversario de su nacimiento en diciembre de 1770. Celebraciones que debían extenderse a lo largo y ancho del Mundo y que ahora han quedado tan en el aire como el resto de espectáculos, eventos y rutina que conforman nuestro quehacer cotidiano, y para los que ahora apenas contamos con medio año en el mejor de los casos y según vaya evolucionando esta pandemia que todo lo ha trastocado. Afortunadamente cada persona podemos organizar nuestro propio homenaje desde casa, programando ciclos de su música, desde la más accesible integral sinfónica hasta ciclos completos de su espléndida música de cámara en todas sus vertientes, o incluso permitirnos ver distintas versiones de su única ópera, Fidelio, o asomarnos a su genio y su música a través de las numerosas ocasiones en las que el cine se ha ocupado de ello, y para eso nos permitimos ahora hacer una breve guía, destacando los títulos que están más a nuestro alcance y que conforman a nuestro juicio la forma más amable de acercarnos al maestro.

Banda sonora de Ludwig van Beethoven

Evidentemente su música ha servido en incontables ocasiones para ilustrar películas. En el acervo popular es fácil recordar la importancia de su Sinfonía nº 9 en cintas como Jungla de cristal, donde Michael Kamen retrataba a los terroristas a los que se enfrentaba Bruce Willis con una versión algo más turbia y desafiante del coral final, o La naranja mecánica, donde el entonces Walter Carlos se afanaba en distorsionar la célebre partitura haciéndola más grotesca mediante su adaptación a la electrónica y adecuándola más así a las vandálicas correrías de Malcolm McDowell y sus secuaces. No olvidemos tampoco su uso en El club de los poetas muertos o en Help! con los propios Beatles atreviéndose a tararearla. Muy prolífico ha sido también el uso de la Sinfonía nº 7 en el cine, concretamente su Allegretto, desde El discurso del rey a Profesor Holland pasando por Viaje a Darjeeling y la extravagancia futurista que John Boorman dirigió en 1974 con el título de Zardoz. Quizás el recuerdo de la Sinfonía nº 6 “Pastoral” nos derive inevitablemente a Disney y su Fantasía de 1940, donde faunos, pegasos o minotauros danzaban al ritmo de su primer movimiento y la tierra se enfurecía al de la tormenta evocada en el penúltimo. La bagatela Para Elisa o el adagio sostenuto con el que arranca la sonata conocida como Claro de luna han sido otras de las piezas más recurrentes en la gran pantalla a la hora de ilustrar acciones y emociones.

El personaje y su obra

Pero lo que aquí nos interesa es cómo el cine se ha ocupado y ha tratado a Ludwig van Beethoven, el hombre y el artista. Ya en los albores del cinematógrafo su figura suscitó un gran interés, con un cortometraje de Victorin-Hyppolyte Jasse de 1909 como primera película documentada sobre la materia, a la que siguió La gloria y el dolor de Ludwig van Beethoven, dirigida por Georges-André Lacroix en 1912, y Das Leben des Beethoven (La vida de Beethoven), de Hans Otto, en 1927. En todos los casos se trataba de films que combinaban la fuerza creativa del compositor son su carácter generalmente hierático y atormentado. Aunque Schubert era lógicamente el protagonista de El último amor de Franz Schubert (1926) del realizador de curioso apellido Alfred Deutsch-German, y de Amor inmortal (Serenade, 1940) de Jean Boyer, en ambas Beethoven tenía una aparición breve pero significativa. En 1936 el cine empezó a interesarse por un tema muy recurrente en su filmografía, la existencia de un amor misterioso e imposible según consta en la célebre carta del músico con destinataria desconocida que empezaba Mi ángel, mi todo, mi yo mismo. Abel Gance, autor de uno de los más completos y contundentes retratos de Napoleón en el cine, fue el encargado de plasmar esta intriga amorosa en la que se barajó la posibilidad de que la intrigante destinataria fuese la aristócrata Giulietta Guicciardi. Walter Kolm-Veltée recreó en Heroica de 1949 el proceso de gestación de la Sinfonía nº 3, algo que repetiría Simon Cellan-Jones en el telefilm de la BBC de 2003 de igual título, con Ian Hart como protagonista. Otro de los episodios más frecuentados es el interés de Beethoven por la tutela de su sobrino Karl, objeto del argumento de Beethoven: Tage aus einem Leben (Beethoven: Días de su vida), dirigida por Horst Seeman en 1976, y de la excéntrica El sobrino de Beethoven, que dirigió el famoso colaborador de Warhol y así mismo artista underground de los setenta Paul Morrissey, según fuentes literarias de dudoso rigor documental, como son las supuestas Memorias de Karl de Jacques Brenner, publicadas en 1967, e Il nipote di Beethoven (El sobrino de Beethoven) de Luigi Magnani del año 1972.

Dejando aparte los innumerables casos en que el músico ha sido objeto de un trabajo documental, destacando una miniserie dramatizada de 2005, su figura ha aparecido también de forma fugaz en producciones como Rossini (1942) de Mario Bonnard o Napoleón (1955) de Sacha Guitry, y de manera extravagante en títulos como Las alucinantes aventuras de Bill y Ted, dirigida por Stephen Herek en 1989, donde dos jóvenes construyen una máquina del tiempo y visitan a grandes figuras de la Historia, o en Beethoven Lives Upstairs (1992) de David Devine, donde un joven entabla amistad con su vecino de arriba, que resulta ser nuestro homenajeado, y que se convirtió en un trabajo de alto valor educativo muy utilizado en aulas de Canadá y Estados Unidos. Pero tratándose en todos estos casos de trabajos de difícil adquisición, centramos nuestras sugerencias en tres películas muy accesibles y populares.

Tres títulos significativos

Destacamos en primer lugar la cinta que al hilo de la intriga amorosa apuntada antes realizó el director británico Bernard Rose en 1994. Amor inmortal (Inmortal Beloved en su título original) partía más que de las cartas de amor de un supuesto testamento autógrafo del compositor, interpretado por el camaleónico Gary Oldman, que da pie al músico, biógrafo y amigo personal de Beethoven, Anton Schindler, a emprender una investigación para descubrir a la destinataria entre tres posibles candidatas, una la ya aludida Giulietta Guicciardi, a quien da vida Valeria Golino, otra la noble húngara Anne Maria Erdödy, interpretada por Isabella Rossellini. Aunque la elegida finalmente resulta ser históricamente muy improbable, la intriga sirve de pretexto para poner de relieve el carácter irascible y difícil del compositor, su tormentosa relación con su desgraciado sobrino, otro tema recurrente como se puede apreciar, y su inspiración musical, fuertemente influida por circunstancias tanto personales como estrictamente coyunturales. Cuidada al detalle en la ambientación, sucumbe a la tentación de recurrir en lo musical a interpretaciones históricamente no documentadas, confiando este particular al entonces especialista Sir Georg Solti, apenas tres años antes de fallecer, de forma que mientras vemos a Beethoven interpretar Para Elisa en un fortepiano, oímos a Murray Perahia en un piano moderno, y mientras ante nuestros ojos desfila una reducida orquesta de instrumentos históricos, a nuestros oídos llega la Sinfónica de Londres. Resulta sin embargo gratificante el uso que Rose y Solti hacen de la música de Beethoven, unas veces con intenciones diegéticas, para ilustrar interpretaciones del Claro de luna o de la Sonata Kreutzer, otras como banda sonora convencional, acompañando el espíritu jovial y esperanzado de un joven Beethoven al ritmo de la Heroica, o su entierro bajo la Misa Solemnis, o la virulencia del ejército napoleónico en Viena al son de la tormenta de la Pastoral, siempre de forma adecuada y elocuente. Pero especialmente sobrecogedora es la secuencia en la que totalmente sordo sube figuradamente al estrado donde se está interpretando su Sinfonía Coral e imagina su desgraciada niñez cuando era vejado por su ebrio padre y en su huida acaba bañado en un lago en el que se refleja un cielo estrellado que representa ese universo inabarcable e infinito, metáfora de la grandeza que había de informar su música, que alcanza su máxima expresión cuando todo el coro acompaña tan significativa escena.

En Copying Beethoven la directora polaca Agniezska Holland se decanta por otra de las vertientes que han informado las películas que se han hecho sobre el músico, la de recrear el proceso de gestación de una de sus obras cumbre, en este caso seguimos refiriéndonos a la Novena. Dirigida en 2006 y protagonizada por el siempre efectivo Ed Harris, la cinta elucubra sobre la posibilidad de que una joven estudiante, Anne Holtz interpretada por Diane Kruger, fuera contratada para copiar la obra en el pentagrama y ayudar al autor a dirigirla en su estreno. En realidad fue copiada por dos hombres y ni él la dirigió ni por lo tanto nadie le ayudó a hacerlo, pero la ficción sirvió para poner de relieve el ambiente caótico en el que vivía el genio, su carácter excéntrico y el anhelo de afecto que experimentó en los últimos años de su vida. Pero si hay una película que celebra el talento compositivo de Beethoven y saca a relucir toda la fascinación y el poder de seducción que sigue provocando su obra, es A Late Quartet, traducida aquí como El último concierto. El poco prolífico director israelí Yaron Zilberman dirigió esta pieza de cámara en 2012. En ella un prestigioso cuarteto de cuerda norteamericano, al que dan vida el desaparecido Philip Seymour Hoffman, el veterano Christopher Walken, la musa indie Catherine Keener y el actor ucraniano también de origen israelí Mark Ivanir, al que hemos visto recientemente en El nuevo Papa de Sorrentino, se enfrenta a su último concierto antes de separarse, afrontando uno de los llamados últimos cuartetos de Beethoven, el nº 14 op. 131, uno de los más complejos y comprometedores, que sirve para ilustrar tanto sus anécdotas personales y familiares como la responsabilidad del intérprete como médium de obras tan trascendentales para el desarrollo del arte y de la vida en general como lo es todo el catálogo de este irrepetible genio.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 16 de abril de 2020

VIRUS CINEMATOGRÁFICOS

Estallido (Outbreak)
El cine ha vaticinado en muchas ocasiones lo que podría ocurrirle al Mundo en el caso de una catástrofe apocalíptica, apoyándose a menudo en pandemias como la que estamos padeciendo. Al margen de documentar algunas de las que han afectado a la Tierra o parte de ella en el pasado, como la serie de televisión La peste de Alberto Rodríguez, ambientada en la epidemia que asoló Sevilla en el siglo XVI, son las ficciones futuristas las que de forma más alarmante, y en ocasiones fascinante, han jugado con este tipo de fenómenos virulentos y letales que han convertido frecuentemente el planeta en un lugar inhabitable, o casi. Precisamente al límite del estado de alarma decretado en nuestro país quedó aplazado el estreno de la segunda parte de Un lugar tranquilo, donde una invasión de extraterrestres que se guían exclusivamente por el sonido para cazar y dar muerte a sus víctimas provoca un paisaje urbano no muy alejado del que estamos viviendo estos días de confinamiento en el que tanto evitamos el contacto con otros seres humanos. De la misma forma podemos apreciar estas similitudes en dos clásicos del cine de invasión extraterrestre, las dos versiones de La guerra de los mundos, la original de 1953 dirigida por el especialista en ciencia ficción en época de la Guerra Fría Byron Haskin, y la espeluznante e irrespirable versión que Spielberg dirigió en 2005.

Gwyneth Paltrow, víctima cero en Contagio
Pero aunque son dos películas las que de forma muy directa retratan la tragedia que estamos padeciendo ahora en tiempo real, Contagio y Estallido, hay muchas otras que reflejan en su desarrollo y ambientación similitudes mayores con esta pandemia del coronavirus. Inspirada en la gripe A que afectó al planeta a finales de la década pasada, la multiestelar película de Steven Soderbergh plantea una situación efectivamente muy similar a la que estamos experimentando, con una meningoencefalitis como resultado solo combatible con una vacuna cuya administración a la hora de descubrirse acarrea más de un problema logístico. Un cruce de causas motivadas por murciélagos y lechones se encuentra finalmente en el origen de la tragedia. Plagada también de estrellas pero más endeble, Estallido de Wolfgang Petersen planteaba a mitad de la última década del siglo pasado una epidemia inspirada en el virus Ébola pero de consecuencias más devastadoras, aunque su desarrollo se limitaba a una pequeña población y los científicos que buscaban una vacuna para erradicarla. En esta ocasión el virus lo portaba un mono proveniente de una zona de Zaire donde la enfermedad se había desarrollado treinta años antes pero no se había logrado erradicarla a pesar de así creerlo. Entre las similitudes más notables y alarmantes con el coronavirus estaba el evitar aglomeraciones públicas, especialmente en espectáculos y acontecimientos deportivos. Siguiendo la estela del cine catastrofista protagonizado por viejas glorias del cine americano, la película de producción japonesa Virus planteaba en 1980 una pandemia conocida como Gripe italiana y creada por la mano del hombre que asolaba el planeta en tan solo siete meses y dejaba supervivientes solo en las zonas habitadas a menos de diez grados centígrados de temperatura.

Una droga creada también por el hombre, en esta ocasión con el fin de aumentar la productividad de los trabajadores de una mina espacial en la tercera luna de Júpiter, provoca también en Atmósfera Cero una serie de muertes en cadena que despiertan la curiosidad del sheriff del lugar, Sean Connery, dispuesto a desentrañar la intriga y resolver los crímenes aunque sea sobrellevando la misma insolidaridad que azotaba a Gary Cooper en Solo ante el peligro. Esta epidemia a baja escala que retrata Peter Hyams en su aclamada película había sido también tratada dos años antes en la mítica Alien de Ridley Scott, esta vez con un extraterrestre sembrando el terror entre la tripulación de una nave espacial en viaje de regreso a la Tierra, y desatando reacciones en cadena similares a las que está generando la actual situación de psicosis que estamos padeciendo.

Charlton Heston en El último hombre vivo
(The Omega Man)
Pero hay dos películas protagonizadas por Charlton Heston que exploran de manera sorprendente, cuarenta años atrás, situaciones con las que el hombre de hoy puede sentirse ampliamente identificado. En El último hombre vivo de Boris Sagal, una de las múltiples adaptaciones que el cine ha hecho de la novela de Richard Matheson Soy leyenda, Heston deambula por un Los Angeles desolado como hoy lo están nuestras ciudades, campando a sus anchas tras una pandemia global provocada por un virus de creación humana que convierte a gran parte de la población, los que han sobrevivido, en una especie de zombies que operan solo de noche y frente a los que el protagonista ha de aprender a sobrevivir. De hecho también las películas de zombies han sido recurrentes a la hora de identificar la pandemia del coronavirus con los escenarios apocalípticos imaginados en películas como La noche de los muertos vivientes, Guerra Mundial Z o la serie Walking Dead. Otra cinta con Heston de protagonista, Hasta que el destino nos alcance, dirigida por Richard Fleischer en 1973, adelanta otro de los grandes temores de la humanidad en la actualidad, la destrucción de nuestro medio ambiente y la escasez de recursos como consecuencia del calentamiento global y el efecto invernadero, así como de una sobrepoblación que provoca la concentración del control económico, político y social en una élite muy reducida.

Nicole Kidman desconfía de las aglomeraciones en Invasión
Más que en los zombies, como apuntábamos más arriba, es en las invasiones extraterrestres donde más apreciamos similitudes entre el cine y la pandemia actual, y muy especialmente en las cuatro adaptaciones que se han hecho de la novela de Jack Finney La invasión de los ladrones de cuerpos, desde el clásico de serie B de 1956 dirigido por Don Siegel hasta la película que dirigió Oliver Hirschbiegel, Invasión, protagonizada por Nicole Kidman y Daniel Craig en 2007, pasando por La invasión de los ultracuerpos, quizás la mejor de las cuatro, con Philip Kaufman tras la cámara y Donald Sutherland, Brooke Adams, Jeff Goldblum y Veronica Cartwright, que hace un cameo en Invasión, igual que Kevin McCarthy, protagonista de la cinta de Siegel, lo hace en ésta, y la que dirigió Abel Ferrara en 1993, Ladrones de cuerpos, orientada más al cine de terror de consumo palomitero. Nos llama especialmente la atención la película del director de El HundimientoInvasión, última de estas adaptaciones, donde los primeros casos de ciudadanos y ciudadanas afectadas por síntomas insólitos son confundidos con una variante de la gripe, como tantas veces se ha identificado este coronavirus de manera tan desacertada, y donde el contacto con otros seres humanos se convierte en principal foco de expansión del problema, resultando difícil identificar quienes están infectados y quienes no, además de retratar un paisaje urbano muy enrarecido y reflejar también la inmunidad de algunas personas como posible origen para una solución, que por cierto son detenidas por unas fuerzas del orden ya condicionadas como lo son en la realidad quienes se saltan el confinamiento impuesto.

En el tintero se nos quedan naturalmente otras propuestas, algunas de alcance intelectual tan evidente como La peste de Albert Camus, llevada al cine varias veces, una de ellas en 1992, dirigida por Luis Puenzo y protagonizada por William Hurt y Sandrine Bonnaire, o Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, que en 2008 sirvió de base a la película A ciegas, dirigida por Fernando Meirelles y protagonizada por Julianne Moore y Mark Ruffalo. Y muchas más películas que plantean escenarios similares y acaban de una forma apocalíptica que esperemos en esta trágica realidad que nos abruma se queden solo en mera ficción.

martes, 14 de abril de 2020

CELEBRANDO LA MÚSICA DEL CINE CLÁSICO

Charles Gerhardt
Justo cuando España comenzaba su confinamiento por coronavirus, Sony, que ostenta hoy los derechos del catálogo de RCA Victor, lanzaba al mercado por primera vez juntos en una sola caja doce de los títulos que integraban la legendaria serie Classic Film Scores, un proyecto dirigido y grabado por Charles Gerhardt entre los años 1972 y 1976. En esta ocasión se han sacrificado los comentarios que acompañaban las anteriores ediciones en vinilo y compact disc, así como el diseño artístico de las primeras carátulas, recuperado como parte del atractivo de la última reedición de cada título por separado a principios de la década pasada. Por otro lado se ha echado mano una vez más de la remasterización en Dolby Surround, ampliamente criticada por los puristas que encontraron en la operación cierto ahogo de la brillantez acústica con la que la colección fue bautizada en los años setenta del siglo XX. Ahora es práctica común que se recuperen bandas sonoras clásicas en su totalidad, de ello saben mucho directores como Joel McNeely, William Stromberg y Nic Raine, pero en aquella época, salvo Elmer Bernstein y su Classic Soundtrack Collection, nadie se atrevió a desempolvar estos valiosos ejemplos de música programática que Gerhardt convirtió en piezas de concierto.

Charles Gerhardt nació en 1927 en Arkansas y pronto desarrolló aptitudes para la música, estudiando piano en instituciones como la Universidad del Sur de California o la prestigiosa Jullliard School de Nueva York. Pero su prometedora carrera como concertista se truncaría con la Segunda Guerra Mundial y a principios de los cincuenta se encontraba trabajando como dependiente de la tienda The Record Hunter de la Gran Manzana, donde gracias a sus conocimientos y su sensibilidad acústica tuvo oportunidad de asesorar a sus clientes de una forma inusualmente brillante, especialmente respecto a sus ídolos, Ferdinand Leitner, Willem Mengelberg y la Concertgebouw de Amsterdam. Su particular interés por el arte de la grabación, como se constataba en el programa de Radio Clásica El mundo de la fonografía, que presentó el desaparecido José Luis Pérez de Arteaga durante décadas al son de Rebeca y Vidas borrascosas en sus sintonías de arranque y despedida, le llevó a trabajar para RCA de 1951 a 1955 como ingeniero, editor y productor, encargándose en un principio de recuperar viejas e históricas grabaciones para su conversión en LP. Después trabajó para Westminster Records hasta su desaparición a principios de los sesenta, pasando en Bell Sound a encargarse de artistas pop como Eddie Fisher. Su prestigio suscitó el interés de Reader’s Digest, germen de su valioso legado. Allí emprendió grandes proyectos como un ciclo sinfónico completo de Beethoven con René Leibowitz y la Royal Philharmonic Orchestra, un álbum de doce lp’s titulado A Festival of Light Classical Music y otro también con doce vinilos de nombre Treasury of Great Music, con directores de la talla de Charles Munch, Rudolf Kempe, Josef Krips, Antal Dorati, Fritz Reiner, John Barbirolli, con quien firmó una Segunda de Sibelius antológica, y Massimo Freccia, que dirigió una excelente Sinfonía Fantástica de Berlioz. Mientras tanto emprendió una carrera como director, como tantas veces le había sugerido Arturo Toscanini durante el tiempo que colaboraron juntos, que le llevó a grabar una formidable Sinfonía nº 2 de Howard Hanson y a formar una orquesta con la que dar salida a la gran cantidad de proyectos que se le acumulaban, la RCA Victor Symphony Orchestra, más conocida como National Philharmonic Orchestra, una orquesta exclusivamente de estudio nutrida con algunos de los mejores y más reputados maestros de las más aclamadas orquestas de Londres. También fructificó su trabajo como arreglista y orquestador. Precisamente al tiempo de morir en California de un tumor cerebral en 1999, preparaba un álbum de orquestaciones de música para piano de Ernesto Lecuona, incluyendo su poco divulgado Ante El Escorial, una descripción musical de la magnífica arquitectura del monasterio.

Unas grabaciones impecables

Gerhardt fijó su residencia en la capital británica en la década de los sesenta, y allí conoció a dos personas que influirían mucho en su vida y obra y en las grabaciones de música de cine que nos interesan. Por un lado el ingeniero de sonido Kenneth Wilkinson, que por entonces había trabajado con los mejores intérpretes de música clásica gracias a su trabajo en Decca, y por otro George Korngold, hijo del compositor vienés Erich Wolfgang Korngold, autor de la ópera La ciudad muerta y afincado en Hollywood tras huir de la Europa invadida por los nazis. Un encuentro con Max Steiner para preparar una larga suite de Lo que el viento se llevó que incluiría en un álbum de Reader’s Digest, y su gran amistad con George Korngold, están en el origen de Classic Film Scores, una serie de quince discos que arrancó en 1972 y fue récord de ventas y éxito de listas en los años setenta, a la vez que RCA Victor tumbaba otros proyectos suyos como arreglos para suites de ópera de Wagner, Strauss, Korngold o Puccini, nuevas grabaciones de Elektra y Porgy and Bess o música para piano de Ravel y Prokofiev.

Carátula original del primer título de la serie
El primer título de la serie grabada en Kingsway Hall de Londres, mítico por sus cualidades acústicas, estuvo dedicado a Korngold, destacando la sensibilidad romántica y la bravura épica de sus composiciones para El halcón del mar o Las aventuras de Robin de los Bosques, al que siguieron discos dedicados a Max Steiner, con suites muy aclamadas por la afición de películas como El sueño eterno o El manantial, Bette Davis, cuyo carismático carácter pareció inspirar a compositores de Hollywood, especialmente Max Steiner, que inventaron el sonido Davis, y Alfred Newman, con una espléndida suite de La canción de Bernadette beneficiada por unos estilizados coros a cargo de Ambrosian Singers. Después llegaría un segundo álbum dedicado a Korngold, donde el romanticismo y la delicadeza de cintas como Another Dawn o el Concierto para violonchelo de Deception (Engaño) se dan la mano con la fuerza épica de La vida privada de Elizabeth y Essex y El príncipe y el mendigo. Tras él uno de los más populares, el dedicado a Humphrey Bogart con un tratamiento sinfónico de Casablanca que ha perdurado hasta hoy en grabaciones y salas de concierto, una versión ampliada y perfeccionada de Lo que el viento se llevó, y dos de los títulos más celebrados, el dedicado a Bernard Herrmann, con especial interés por la percusión, evidente en La hechicera blanca, y participaciones estelares de Kiri Te Kanawa entonando el Aria de Salammbo que solo aparecía de forma discreta e intencionadamente mal interpretada en Ciudadano Kane, y de Joaquín Achúcarro en su primera grabación interpretando el Concierto Macabro para piano, así como el dedicado a Franz Waxman, con trepidantes y exuberantes interpretaciones de El príncipe valiente y Taras Bulba, así como una sobresaliente suite melódica de la oscarizada Un lugar en el solCon Miklós Rózsa, en el que destaca la larga suite de La casa roja y el vigoroso scherzo de Los caballeros del Rey Arturo, Errol Flynn, con majestuosas suites de El burlador de Castilla y Murieron con las botas puestas, ambas de Steiner, y Dimitri Tiomkin, cuya generosa Horizontes perdidos constituye la sesión de grabación más cara de toda la serie, se completan los títulos incluidos en esta caja publicada el pasado 13 de marzo.

Otros discos y propuestas

Portada de un disco de Gerhardt y la National
Philharmonic dedicado a Música instrumental de Wagner
La colección se completaría con dos títulos dedicados a John Williams, de los que Gerhardt grabó en 1978 una selección de La guerra de las galaxias que mejora considerablemente el sonido de su banda sonora original, y una excelente suite de Encuentros en la tercera fase que pone de relieve su estética vanguardista y atonal. Y otro ya en 1983 que recoge la música de El retorno del Jedi. Además hay que incluir un sampler editado en 1978 que combina temas extraídos de los discos anteriores con cuatro nuevas piezas que Sony podría haber tenido la gentileza de añadir a su nueva caja como bonus tracks, la Obertura de Julio César (Rózsa), el tema principal de Peyton Place (Waxman), una endiablada suite de El enigma de otro mundo (Tiomkin) y la Danza de los Siete Velos de Salomé (Daniele Amfitheatrof). Y aún podríamos citar el volumen que David Raksin grabó dirigiendo la New Philharmonia con música suya para Laura, Ambiciosa y Cautivos del mal, con producción del propio Gerhardt, y las grabaciones que tomando el testigo de RCA hizo Varèse Sarabande en los ochenta y que incluían El imperio contraataca y una recopilación que recuperaba descartes de Classic Film Scores, especialmente de Korngold y otras grabaciones realizadas para Reader’s Digest en los sesenta y primeros setenta, incluidos unos divertidos arreglos que ponen en evidencia el gusto de Garhardt por los clásicos, como un Nacida libre con aires de Sensemayá, un Creemos en el amor de estilo Respighi o El Cid a ritmo de Bolero de Ravel. Además hay que citar una grabación completa de la banda sonora de Korngold para Kings Row, la película que protagonizó Ronald Reagan en 1942 y que aquí se llamó Abismo de pasión. Todo ello sin olvidar el CD conmemorativo de seis sellos dedicados a compositores de Hollywood que lanzó la Compañía Estatal de Correos Norteamericana y que incluía una versión ampliada de El manantial.

Gerhardt propuso a RCA continuar la serie con títulos dedicados a Grandes Actrices de Hollywood, Westerns de Max Steiner, Clásicos del Cine de Terror y de la Ciencia Ficción, y antologías de Victor Young, Elmer Bernstein y William Walton, pero a pesar del éxito la discográfica se negó a grabarlos. Para su primera edición digital la intención de Gerhardt era completar cada disco con descartes y títulos desperdigados en otros volúmenes de la serie, como así ocurrió con Sunset Boulevard: Classic Film Scores of Franz Waxman y The Sea Hawk: Classic Film Scores of Erich Wolfgang Korngold, pero RCA declinó continuar por esa línea y optó por editar la serie completa con sus programas originales, como también hizo en la última edición hace una década, supuestamente libre del dolby y tratada directamente desde sus originales analógicos, y lo hace ahora con estos doce imprescindibles de la música de cine y de la música clásica juntos por primera vez y a un precio más que competitivo.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 9 de abril de 2020

Cine en confinamiento SEMANA SANTA EN EL VATICANO

John Malkovich, Silvio Orlando y Jude Law
Mucha gente se está dedicando a recomendar películas y series de televisión para amenizar estos días de confinamiento decretado por el gobierno y seguido por sentido común y sentido de la responsabilidad. Guiados por un espíritu que a pesar de los años y los cambios de postura siguen en cierto modo influidos por una educación religiosa y unos valores tradicionales, de los que por mucho que pase el tiempo este estado secular no parece poder desembarazarse del todo, algunos no podemos sucumbir a la tentación de programar durante Semana Santa películas de índole religioso, como muchos escépticos no pueden sustraerse a la emoción de ver procesionar sus santos por las calles de su localidad. Este año hemos fijado nuestra atención en el Vaticano, habida cuenta del protagonismo que el Papa ha tenido en el cine con ese duelo interpretativo entre Jonathan Pryce como Francisco I y Anthony Hopkins como Benedicto XVI que en la plana y superficial Los dos papas de Fernando Meirelles con el que cerramos el 2019 y abrimos este fatídico año.

También la televisión se ha hecho eco del mediático personaje con la sobrevalorada serie de Paolo Sorrentino El nuevo Papa, que de paso ha puesto de moda a su predecesora El joven Papa, ambas tan bien escritas y capaces de provocar una enorme fascinación estética gracias a la maestría del director de La gran belleza para tratar la imagen y el sonido, con una cuidadísima y ecléctica banda sonora, pero que no acaban de encontrar en su planteamiento el sentido y la trascendencia que muchos esperábamos del visionario director. Cabe destacar en ellas el trabajo de Jude Law como un considerablemente joven y rebelde Papa, capaz de despojar a la Iglesia de sus concesiones y transigencias con tal de devolverla a un estado primitivo e intolerante con el que moldear una nueva institución, así como el impecable trabajo de Silvio Orlando como Cardenal Voiello, a caballo entre la comicidad y la responsabilidad de estado, la inquietante para muchos presencia de John Malkovich como sustituto del papa en coma, la sensualidad de Cécile de France exhibiendo una espléndida madurez o la candidez de un atormentado Javier Cámara como aportación española con Mediapro en la producción. Cabe destacar también la sorprendente intervención puntual de Marilyn Manson y Sharon Stone interpretándose a sí mismos, y sobre todo la espléndida recuperación de Diane Keaton en la primera de las dos series, libre de las muecas y espasmos a los que nos ha acostumbrado su filmografía los últimos veinte años desde El Padrino III.

Charlton Heston y Rex Harrison en El tormento y el éxtasis
Pero la presencia del Vaticano en el cine está plagada de títulos, de los que nosotros vamos a destacar cinco, desde su papel de mecenas artístico en la épica El tormento y el éxtasis, una cinta de 1965 dirigida por Carol Reed (El tercer hombre) en la que Rex Harrison como el Papa guerrero Julio II y Charlton Heston como Miguel Ángel se entregan a un extenuante duelo protagonizado por la admiración y el apoyo absoluto del primero sobre la libertad de creación y el genio imperecedero del segundo mientras decora la Capilla Sixtina, cuyos métodos creativos son minuciosamente recreados en una pantalla abrumada por una exquisita ambientación. La excelente banda sonora de Alex North, en la que sería una de sus partituras más épicas junto a las de Espartaco, Cleopatra y El gran combate, pone el resto en este suntuoso melodrama sobre el poder del genio, el trabajo y el talento para trascender, y el de quien sabe verlo, admirarlo y apoyarlo. Solo cabe reprocharle que el resultado final de la Sixtina se asemeje más al estado que tenía en el año de su producción que al esplendor con el que hoy podemos disfrutarla tras su restauración. Un exquisito corto documental sobre la figura de Miguel Ángel como escultor, con música majestuosa de Jerry Goldsmith, le sirve de prólogo. También con música de North podemos acercarnos a Las sandalias del pescador, un melodrama de ficción en el que un papa ruso, durante veinte años condenado a trabajos forzados en Siberia, se convierte en esperanza de occidente y el comunismo soviético para evitar una guerra nuclear. Michael Anderson no era tan buen director como Carol Reed, como se trasluce en películas como la vistosa La vuelta al mundo en ochenta días y la ingenua La fuga de Logan, y eso se deja traducir en su torpeza a la hora de plasmar las dudas de un sacerdote que no sabe muy bien cuál es su misión y si debe asumirla. En este sentido su paseo de incógnito por una Roma atestada de vida y feliz vulgaridad nos recordó a la más conseguida y reciente película de Nanni Moretti Habemus Papa, con un excelente Michel Piccoli perdido en Roma y en su conciencia.

Otto Preminger da instrucciones a Tom Tryon y Romy Schneider
Mucho mejor película que las anteriores es El cardenal, del imprescindible Otto Preminger. Al margen de su espléndida ambientación a lo largo de los primeros cuarenta años del siglo XX, con escenarios, vestuario y peinados más cuidados y documentados de lo que era habitual en aquellos años sesenta, y de otra magnífica banda sonora, en esta ocasión firmada por Jerome Moross, el autor de la emblemática sintonía de Horizontes de grandeza, esta larguísima película destaca por cuestionar de forma tan respetuosa como discreta algunos de los valores y principios más arraigados de la Iglesia Católica, como el voto de castidad, el cumplimiento férreo y sin excepciones de los mandamientos, o el papel activo en la expansión del nazismo, algo de lo que también se encargaba con bastante lucidez la película de Costa-Gavras Amén. Una jovencísima Romy Schneider pasea por algunos de los escenarios vieneses que la hicieron célebre en Sissi, mientras da la réplica romántica a un Tom Tryon abrumado por las dudas y atormentado por la conciencia. Entre los numerosos secundarios destaca John Huston dando vida al cardenal Glennon con matices que le llevan de la autoridad a la compasión y que le reportaron una nominación al Oscar. Allí donde termina El cardenal empieza Monseñor, una cinta más humilde de 1982, dirigida por Frank Perry y en la que Christopher Reeve interpreta a un joven capellán norteamericano que tras desembarcar con las tropas de su país en las costas italianas, se verá pronto bajo la responsabilidad de recuperar la maltrecha economía del Vaticano, para lo que llegará incluso a contactar con la mafia. Siguiendo un esquema similar a la película de Preminger, romance incluido esta vez con la carismática Genevieve Bujould, la cinta se deja ver con simpatía y amabilidad, incluyendo la aportación de Fernando Rey como cardenal y mentor, y destacando la elegante y majestuosa música de John Williams, muy en sintonía con el ambiente criminal y mafioso que retrata, tejiendo de alguna manera una imagen muy tenebrosa e inquietante de una Iglesia corrupta y un sacerdocio más diabólico que divino. Lo sorprendente es que Williams fuera nominado a los Razzie por esta interesante partitura.

El repaso lo terminamos con la mirada femenina de Audrey Hepburn en uno de los registros imprescindibles de su carrera, el de la joven misionera belga Hermana Luke en Historia de una monja, una excelente película que Fred Zinnemann dirigió en 1959 y por el que la actriz logró su tercera nominación al Oscar, tras conseguirlo por Vacaciones en Roma y volver a ser candidata al año siguiente por Sabrina. En esta película del director de Solo ante el peligro se destaca la función más generosa y desinteresada de la Iglesia, o mejor de algunas de las personas que la integran, a la vez que se pone de nuevo en tela de juicio el espinoso tema de la vocación y las dudas sobre la dedicación a lo divino por encima de las satisfacciones y veleidades de la vida civil y el servicio al prójimo desde una posición eminentemente laica. Basada en la novela de Kathryn Hulme, la cinta se benefició también de una espléndida banda sonora de Franz Waxman, que supo aunar el carácter místico de la propuesta con sus resortes más misteriosos y amargos.