lunes, 6 de abril de 2020

Cine en confinamiento MITCHELL LEISEN: GRACIAS POR EL RECUERDO

Paulette Goddard, Charles Boyer y Olivia de Havilland en Si no amaneciera
Hace treinta años descubrí de la mano de la 2 de Televisión Española a un director imprescindible del Hollywood dorado, y más concretamente del cine producido en una de las grandes compañías de la época, Paramount. Ya de niño quedé fascinado por La muerte de vacaciones, su segunda película tras esa Canción de cuna también llevada al cine por José Luis Garci más de medio siglo después. Se trataba de la adaptación de una obra de Alberto Casella muy popular en la época y que serviría sesenta y cinco años después como inspiración para una cinta más pomposa que dirigió Martin Brest (Esencia de mujer) y protagonizó Brad Pitt bajo el título de ¿Conoces a Joe Black?. Pero el cine de Mitchell Leisen no llegó a calar tan hondo en mi espíritu hasta que en aquel principio de los noventa del siglo pasado pude ver un buen puñado de sus películas en aquel imprescindible ciclo de la 2. Leisen fue maestro indiscutible de la comedia y el melodrama, pero gran parte de su filmografía consistió en un híbrido en el que tenía cabida una tan ingeniosa como inteligente combinación de géneros. Acarició el musical en varias ocasiones, desde la no acreditada Bolero, protagonizada por George Raft y Carole Lombard, en la que tuvo que asistir y sustituir en más de una ocasión al director oficial, Wesley Ruggles, hasta dos entregas de la serie musical de la casa, The Big Broadcast, con unas desternillantes ediciones de 1937 y sobre todo de 1938, protagonizada por el legendario W. C. Fields y que supuso el debut en el cine de Bob Hope, logrando el Oscar a la mejor canción del año, Thanks for the Memory (Gracias por el recuerdo). Dos ejemplos de comedia slapstick con momentos de una comicidad hilarante, surrealista y absolutamente genial, combinados con extravagantes números musicales.

Mitchell Leisen
Más sensacional aún fue su uso del musical en la cinta de cine negro y melodrama romántico Compás de espera (Four Hours to Kill), donde la moda instaurada por Gran Hotel y seguida por Cena a las ocho de combinar en un espacio varias historias cruzadas, se dio la mano con total naturalidad con el cine negro de la Warner Bros. Allí utilizó el teatro musical como nunca antes de había hecho, siempre como telón de fondo, con toda una banda sonora de canciones expresamente compuestas por Leo Robin y Ralph Rainger para la ocasión, pero que sonaban siempre de fondo, cumpliendo su función diegética de acompañar el escenario en el que se desenvolvía la trama, un teatro de Broadway, sin que nunca viésemos lo que aparecía sobre el escenario aunque sí en varias ocasiones el patio de butacas. Una solución genial que da buena muestra del talento de este singular director y su enorme capacidad para provocar fascinación en el espectador. Más tarde tendría también ocasión de dirigir una original adaptación del musical de Kurt Weill Una mujer en la penumbra, que protagonizó Ginger Rogers en color.

Nacido en Michigan en 1898 y fallecido en Los Angeles en 1972, tras estudiar arquitectura Leisen se inició en el cine como diseñador de interiores a las órdenes de directores como Cecil B. de Mille, Raoul Walsh o Ernest Lubitsch, otros de los grandes nombres del estudio de la montaña. Más tarde, ya como realizador, tuvo la oportunidad de llevar al cine guiones de Billy Wilder y Preston Sturges, dando forma indiscutible a ese estilo de hacer fundamentalmente comedia tan característico de los treinta y los cuarenta, la llamada screwball comedy o comedia alocada. Títulos como Candidata a millonaria, Una chica afortunada y sobre todo Medianoche se convirtieron en ejemplos perfectos de esta forma de hacer comedia, y títulos clásicos del cine en toda su extensión. Con ellos forjó las carreras de actores y actrices como Claudette Colbert, Fred MacMurray, Carole Lombard, Jean Arthur o Ray Milland, habituales en sus producciones.

Claudette Colbert y Ray Milland en Adelante, mi amor
En estos días de confinamiento que muchos cinéfilos estamos aprovechando para recuperar las películas que nos hicieron felices, he tenido oportunidad de ver una amplia selección de las que dirigió Leisen, pero he reparado especialmente en tres rodadas de continuo que demuestran no solo su proverbial facilidad para combinar géneros, sino también para afrontar con prodigiosa responsabilidad y sentido común una situación de emergencia y tragedia global como fue la Segunda Guerra Mundial. En tiempos de pandemia, de solidaridad y acción conjunta para superar un drama como el que estamos viviendo, esta trilogía me ha llamado especialmente la atención. Poco después de realizar las imprescindibles Medianoche y Recuerdo de una noche, un melodrama romántico tan emotivo y edificante como el mejor Frank Capra, que protagonizaron Fred MacMurray y la misma Barbara Stanwyck que una década después protagonizaría la hitchcockiana Mentira latente también a sus órdenes, Leisen se embarcó en una comedia romántica con apuntes dramáticos ambientada en los albores de la Segunda Guerra Mundial. Adelante, mi amor (Arise, My Love), con guión de Wilder y Charles Brackett basado en una historia original de Benjamin Glazer y Hans Székely ganadora del Oscar, comienza en nuestra Guerra Civil, con Ray Milland interpretando a un miembro de las Brigadas Internacionales a punto de ser fusilado por las tropas de Franco. Gracias a la intervención de una periodista, Claudette Colbert, logra salvar su vida. A partir de entonces vivirán una divertida historia de amor sin abandonar el glamour que aporta París y debatiéndose entre sus obligaciones y su amor, hasta que sufrir como víctimas el hundimiento del buque de pasajeros británico Athea por un submarino alemán, les hace replantearse su responsabilidad, él como combatiente y ella como voz de la contienda, que no es sino la que en esa misma época, antes del ataque a Pearl Harbor, debía plantearse la nación norteamericana.

William Holden, Veronica Lake y Ray Milland
en Vuelo de águilas
En Vuelo de águilas Leisen se adapta a lo que tantos colegas en ésta y tantas otras profesiones estaban haciendo con la mirada puesta en el viejo continente y la invasión bárbara al que estaba siendo sometido. Planteada como vehículo de propaganda de la aviación militar norteamericana, I Wanted Wings, que es su título original, arranca con un simulacro de bombardeo en pleno Los Angeles, con aviación y población civil preparándose para un eventual ataque. A partir de ahí asistimos a las experiencias de compadreo y aprendizaje entre tres reclutas, de nuevo Ray Milland acompañado por un jovencísimo William Holden y el menos conocido Wayne Morris, mientras la cuota romántica la cubren Constance Moore y nada más y nada menos que Veronica Lake dando vida a un personaje como Jessica Rabbit, mala no por serlo sino por haber sido diseñada así.  Leisen retomaría la vida castrense en Capitán Carey, una cinta protagonizada por Alan Ladd y muy popular gracias a la canción Mona Lisa, ganadora del Oscar en 1950. En un original y único ejercicio de cine dentro del cine, la legendaria Si no amaneciera (Hold Back the Dawn) comienza precisamente en el set de rodaje de Vuelo de águilas, recreando una secuencia en la que Veronica Lake llama por teléfono. Con Mitchell Leisen interpretándose a sí mismo en la piel del imaginario director Dwight Saxon, Charles Boyer intenta venderle su particular historia, la de un bailarín polaco que huyendo de la invasión nazi espera en la frontera de México para saltar a Estados Unidos y allí reflotar su carrera artística. La impaciencia y una femme fatale a la que da vida Paulette Goddard le llevará a engañar a una aparentemente ingenua profesora para casarse y obtener con mayor celeridad el permiso de residencia. Ella es Olivia de Havilland, que cinco años después obtendría el primero de sus dos Oscar precisamente de la mano de Leisen, con la emocionante y conmovedora historia de una madre soltera en Vida íntima de Julia Norris (To Each His Own).

Con Si no amaneciera nuestro admirado director cerraría esa trilogía de magníficas películas destinadas a despertar el espíritu combativo de Estados Unidos e involucrarse en una tragedia global que afectaba a todo ese mundo de occidente que conocemos. Una situación que no se repetía con tanta virulencia y aspecto apocalíptico hasta ahora que nos enfrentamos a otro capítulo de la civilización que reclama nuestra solidaridad y preocupación. Hay todo un universo para reír, emocionarse y disfrutar en las alrededor de cuarenta películas, muchas de ellas sensacionales, que dirigió Mitchell Leisen entre 1933 y 1957.

2 comentarios:

  1. Sr. Roldán:

    ¿Qué opinión le merece la película "UNA GIORNATA PARTICOLARE" de 1977, interpretada por Sophia Loren y Marcello Mastroianni, bajo la dirección de Ettore Scola? Muchas gracias.

    ¡Saludos cordiales!

    ResponderEliminar
  2. Lamentablemente hace mucho que no veo esa película y no guardo una impresión especialmente definida de la misma, pero recuerdo que la interpretación de ambos era antológica e intensa como la propia mirada del controvertido director sobre esta pareja disfuncional y la carga opresiva que el fascismo supuso para la Italia de la Segunda Guerra Mundial. Loren y Mastroianni hicieron muy buenas películas juntos, sobre todo las tres que dirigió Vittorio de Sica, y muy especialmente la conmovedora Los girasoles, pero seguramente Una jornada particular sea la mejor de todas, la más incisiva, amarga y reflexiva de cuantas protagonizaron juntos. Pero sinceramente tendría que volver a verla para asumir con el paso del tiempo la huella que fuera capaz de dejar en mí. Muchas gracias por su aportación

    ResponderEliminar