Matthew Coman |
Bajo un nombre tan pomposo y una descripción y biografía del conjunto que aún lo es más, se esconde la típica orquesta de bolos que aprovecha la residencia de su líder en nuestra tierra para reunirse de vez en cuando en distintas formaciones y realizar diversas actividades, concertísticas y docentes, en grupos e instituciones de Andalucía. No es poco como para que la asistencia de público a su primera comparecencia sevillana, después de haber recorrido durante años la provincia gaditana, fuera tan sumamente escasa. Sólo con el tiempo en el que su fundador, Matthew Coman, fue contrabajista de la ROSS, sus vínculos con la ciudad deberían haber propiciado una entrada más generosa. De cualquier modo fuimos los apenas veinte asistentes al concierto del viernes quienes pudimos comprobar que bajo esa tarjeta de presentación que asegura haber participado en gloriosas bandas sonoras y acompañado a grandes figuras del pop (seguramente refiriéndose a los conjuntos sinfónicos de donde provienen sus integrantes), se esconden unos auténticos virtuosos capaces de rendir el máximo respeto y la mayor de las pleitesías a las grandes páginas musicales programadas.
Tom Poster |
Lo más curioso fue escuchar un concierto de Mozart adaptado a conjunto de cámara y prescindiendo de oboes y trompas. La verdad es que el resto de instrumentos, dos violines, una viola, un chelo y un contrabajo, se adaptan a la perfección a la plantilla indicada en este Concierto para piano nº 8 K246, prodigio de galantería y encanto que el pianista Tom Poster, con amplia experiencia en escenarios y grabaciones, lideró con asombroso dominio y equilibrio, haciendo que la partitura deambulara entre la dulzura y la energía, apoyada en la musculatura que le facilitaron Coman al contrabajo y una espléndida Sally Pendlebury al violonchelo. Una interpretación que destacó en ritmo y tensión, recreando magistralmente esa atmósfera ambigua que acompaña a esta página del genio salzburgués.
Matthew Mildwisky |
Sensacional resultó también el Quinteto con piano “La trucha” de Schubert, con el teclado esta vez fusionado con el resto del conjunto, no protagonizándolo. Un arranque exaltado y fuertemente contrastado entre pasajes brillantes y momentos misteriosos, dio paso a un hermoso andante y un enérgico scherzo, sincero y de espíritu espontáneo, que derivó en unas variaciones del lied Die Forelle, que da título a la obra, henchidas de imaginación, destacando el trabajo exhaustivo, bien marcado y de sonido homogéneo de la joven violinista Mathilde Pendlebury. Música que Schubert concibió para aficionados en vacaciones y que los y las excelentes integrantes del conjunto recrearon con considerable sentido de la melodía y la armonía, hasta que una preciosa y emotiva versión del Moon River de Mancini puso punto y aparte a una comparecencia que tendrá hoy su continuidad con otro concierto de Mozart, el nº 12, y el Quinteto con piano de Brahms. Esperemos que la asistencia de público sea mayor, lo merecen.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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