jueves, 27 de abril de 2017

LA CAÍDA DE LA CASA USHER Un reto musical lastrado por una mala dramaturgia

The Fall of the House of Usher Ópera de Philip Glass con libreto de Arthur Yorinks según un relato de Edgar Allan Poe. Juan García Rodríguez, director musical. Thierry Bruehl, dirección escénica e iluminación. Francisco Soriano, maestro repetidor. Ana Torres, diseñadora. Con Sachika Ito, Alain Damas, David Lagares, Javier Cuevas, Francisco Gracia y Zahir Ensemble. Teatro Central, miércoles 26 de abril de 2017

Edgar Allan Poe y Philip Glass comparten Baltimore. Allí murió uno y nació el otro, quien confiesa haber crecido fascinado por los cuentos fantásticos y de terror del escritor de Boston. Fruto de esa admiración fue esta ópera de cámara, compuesta en 1987 por encargo del Teatro de Repertorio Americano de Cambridge en Massassuchets y la Ópera de Kentucky, y estrenada el 18 de mayo de 1988. Un prólogo y dos actos que apenas alcanzan la hora y media de duración (a Zahir Ensemble no le llegó ni a la hora y veinte) y que aún siendo el título lírico más representado del autor de Music in Twelve Parts, apenas lo ha hecho en siete ocasiones desde 2005 a 2010. Posterior a sus mejores títulos operísticos, Einstein on the Beach (1976), Satyagraha (1980) y Akhnaten (1983), no alcanza tampoco la inspiración y la calidad de éstas, a pesar de lo cual mantiene sus puntos de interés. El hecho de que Juan García al frente de Zahir Ensemble se haya atrevido a ponerla en escena, lo que constituye el estreno en España de esta ópera, demuestra el grado de inquietud al que nos tiene habitualmente acostumbrados. Su firmeza y apasionamiento al frente de conjuntos como éste con el que ha traído a Sevilla piezas emblemáticas de la música contemporánea que se hace en el Mundo, o la Sinfónica Conjunta, con la que realiza un trabajo infatigablemente académico con jóvenes intérpretes a los que además somete a programas exquisitos en los que tienen cabida los clásicos y los contemporáneos, se corrobora con iniciativas como ésta; todo un reto bendecido en lo musical, con un ejemplar rendimiento de instrumentistas y voces, pero no tanto en lo dramático, en parte por los propios inconvenientes de la partitura, en parte por un concepto demasiado abstracto de la puesta en escena.

Este considerable esfuerzo levantado en gran medida gracias al talento local, choca con una partitura algo endeble, abandonada esa primera parte eminentemente minimalista de la carrera del compositor americano y asentado ya en un sonido característico pero oportunistamente repetitivo que hace que tantas partituras suyas se parezcan entre sí, aunque su escucha devenga frecuentemente en agradable. No hay grandes hallazgos en esta pieza, salvo ofrecer a la soprano la posibilidad de lucirse en vocalizaciones que exigen firmeza y flexibilidad, lo que traducido en las capacidades de Sachika Ito, que ya ha hecho en la ciudad que la ha acogido sus pinitos en música contemporánea, resultó un éxito, debido también a la dulzura de su bien proyectada voz. Tanto como la del barítono onubense David Lagares, que sorprendió por su perfecta dicción en inglés y su expresiva capacidad para conmover con una voz potente y segura. Algo más impreciso, pero en líneas generales satisfactorio, resultó el tenor venezolano Alain Damas, que hace apenas unos días ofreció un recital en el Espacio Turina. Pero la relación enfermiza e intrigante entre sus personajes quedó lastrada por una dramaturgia turbia y una puesta en escena en la que apenas brilló la iluminación, con la que se trazaron los caminos por los que transitaban incansablemente los personajes, incluidas las breves pero bien entonadas participaciones del bajo Javier Cuevas y el prometedor tenor cordobés Francisco Gracia. Un manzano que caía y subía, una cama y unas sillas completaron un atrezzo que maquilló de pulcro minimalismo lo que quizás sólo fueran limitaciones de producción.

Lo cierto es que el escaso tirón de la propuesta escénica hizo que estuviéramos más atentos a la orquesta, emplazada a la izquierda del escenario, que a la escena, justo a la derecha. Las limitaciones de un libreto que simplifica en exceso las posibilidades del relato original , y la escasa inspiración de la puesta en escena así lo quisieron. Completado con jóvenes integrantes de la Sinfónica Conjunta, Zahir Ensemble hizo un buen trabajo, generoso en plasticidad y riguroso en disciplina, a pesar de algunos desajustes en la trompa, evidenciando que aunque concebida para una docena de músicos, sus texturas piden más efectivos. Pero si algo permitió constatar esta producción de Zahir Ensemble es la imparable proyección del talento local, lo que le permitirá ofreciendo retos iguales o mayores que éste que sigan situando nuestra ciudad entre las que se encuentran a la cabeza de la oferta musical del país. El esfuerzo siempre merece la pena, sólo falta elegir mejores bases y emparentarlas con un trabajo dramático más efectivo y elocuente.

Fotos: Tomás Payés

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