Programa: Missa a quattro voci da cappella, de Monteverdi; Selección de obras de Schütz. Iglesia de San Alberto, domingo 3 de abril de 2017
El contratenor de Pilas, Gabriel Díaz, y el director de Los Afectos Diversos, Nacho Rodríguez |
Propuestas como la que trajo Nacho Rodríguez al frente de Los Afectos Diversos dan sentido a un festival como éste que pretende recrear y arrojar luz sobre las prácticas musicales de nuestros antepasados. Coincidiendo con el cuatrocientos cincuenta aniversario de Monteverdi, y en una jornada que tuvo como protagonista al genial compositor italiano y algunos contemporáneos suyos, especialmente el alemán Heinrich Schütz, se trataba de poner en pie una de sus misas menos divulgadas, escrita en un estilo poco afín al cremonense pero perfectamente adaptado a la estética eclesiástica que le daba de comer. Y a la vez echar un vistazo a la reforma luterana con nuevos ceremoniales litúrgicos que tuvieron eco en un estilo concertado del que se ofrecieron diversos ejemplos del compositor nacido en Turingia.
Lo curioso es que habiendo estudiado en Venecia con Gabrielli y más tarde también con Monteverdi, la música religiosa de Schütz refleja mejor lo que era el estilo monteverdiano que la del propio autor de L’Orfeo para la Iglesia Católica del momento, como quedó perfectamente reflejado en esta singular comparecencia de las espléndidas voces de Los Afectos Diversos, acompañadas para la ocasión por la sobria elegancia de los sacabuches y cornetas del conjunto Oniria, comandado por Daniel Anarte, y con la inestimable aportación de la organista Laura Puerto al continuo. El único inconveniente de la velada procedió del estrecho y limitado espacio escénico, que dificultó la percepción de los efectos contrapuntísticos de las voces, colocadas de forma enfrentada para provocar una sensación que sólo pudo ser percibida en su totalidad por quienes estuvieran sentados en los extremos centrales. Sopranos frente a contratenores, bajos frente a tenores, e instrumentistas alternándolos, lograron, eso sí, un efecto balsámico al que no fueron ajenos el equilibrio, buen gusto, armonía y pureza de unas voces perfectamente conjuntadas, potenciadas por la buena acústica de la Iglesia de San Alberto, caso singular entre tantos templos que empañan el buen trabajo de los músicos. Especialmente mágico resultó el canto llano que Monteverdi sitúa en el Agnus Dei, significativamente justo antes de la esplendorosa coda final.
Carmelo Sosa y Daniel Anarte, de Oniria |
En la segunda parte fueron las piezas seleccionadas de Schütz las que permitieron el lucimiento de las voces ya por separado, apreciándose las virtudes de las sopranos, cuyas voces suntuosamente proyectadas encandilaron al público, como también lo hizo la muy expresiva y teatral aportación del contratenor Flavio Ferri-Benedetti en Bringt her den Herrn, a pesar de un sobreagudo algo estridente casi al final, y la amabilísima voz del propio Nacho Rodríguez en Was hast du verwirket. Fue también aquí donde la labor de los precisos y ceremoniosos ministriles fue más perceptible. El resto, abordado a dobles y triples coros, fue pura delicia, igual que las propinas a cargo del también alemán Samuel Scheidt y un Monteverdi ya más ornamentado y reconocible.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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