USA 2015 122 min.
Guión y dirección Angelina Jolie Pitt Fotografía Christian Berger Música Gabriel Yared Intérpretes Brad Pitt, Angelina Jolie, Mélanie Laurent, Niels Arestrup, Richard Bohringer, Melvil Paupaud Estreno en Estados Unidos 13 noviembre 2015
Cuando la cinta arranca con un matrimonio americano viajando en descapotable vintage por carreteras secundarias francesas, uno no puede evitar pensar en Audrey Hepburn y Albert Finney en Dos en la carretera de Stanley Donen. Naturalmente se trata de un mero espejismo. Sólo Angelina Jolie, con la complicidad de su todavía esposo Brad Pitt, sabrá lo que nos ha querido decir con este su tercer largometraje como realizadora. Atrás quedaron los conflictos bélicos plasmados en Tierra de sangre y miel e Invencible, su mejor película como directora hasta la fecha y la única que arroja cierta esperanza sobre su trabajo en el futuro. Ahora se adentra en ese tipo de cine que se cultivaba en Europa durante los años sesenta y setenta del pasado siglo y que tuvo sus frutos en autores como Godard o Antonioni. Quizás por eso la actriz haya decidido ambientar su película en Francia y en esa década de los setenta, para lo cual ha tirado incluso del logotipo de la Universal de aquella época, el que se presentaba habitualmente con la música de Jerry Goldsmith para Nido de águilas. Se ha repetido hasta la saciedad el parecido de esta tediosa e insulsa película con el cine de Antonioni, y su pretensión de plasmar y diseccionar una crisis matrimonial al estilo de Te querré siempre (Viaggio in Italia) de Rossellini (de los cincuenta). Y no les falta razón a quienes denuncian este parecido, si bien lo que propone Jolie es tan vacío y falto de intensidad emocional que no alcanza a estos referentes ni de lejos. Una canción de Serge Gainsbourg inspirada en uno de los preludios más melancólicos de Chopin introduce y despide a un matrimonio de mediana edad que se refugia en un hotel a pie de playa en la soleada Francia del Mediterráneo (en realidad Malta) para superar la crisis creativa de él, escritor, y la existencial de ella, ex bailarina que parece insatisfecha emocional y sexualmente y no se sabe muy bien qué más pasa por su atrofiada cabeza con peinado nada favorecedor para la mediática estrella. Él se dedica a emborracharse y hablar de la vida con el tabernero del lugar, en francés menos mal, y ella a espiar a los vecinos a través de un oportuno agujero en la pared (Gena Rowlands sacó más provecho de su espionaje a Mia Farrow a través de las cañerías de su apartamento en Otra mujer, y es que Woody Allen sí sabe homenajear a sus referentes, en este caso Bergman). Sus vecinos son jóvenes y bellos, disfrutan de su matrimonio y hacen el amor desaforadamente. ¿Qué más? Nada, nada en absoluto. Dos horas de tedio absoluto y una falta total de creatividad e interés. Si acaso quedará, si nada lo remedia, como crónica de la agonía real del matrimonio Pitt.
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