Fotografía, guion y dirección Luis Tinoco Música Arnau Bataller Intérpretes Andrea Trepat, Aleida Torrent, Jaime de Sans, David Ramírez, José Luis Crespo, Helena Carrión Estreno en el Festival de Sitges octubre 2022; en salas 27 junio 2023
Malacara y el misterio del bastón de roble, nominado en 2009 al Goya al mejor corto de animación, y los efectos visuales de No matarás, que le valieron una nominación en dicha categoría a los Premios Gaudí, son los trabajos más relevantes del director catalán Luis Tinoco. Pero es el corto en inglés Caronte, que dirigió en 2018, el trabajo que mejor define sus inquietudes cinematográficas, traducidas en este film estrenado en Sitges el año pasado, y sin embargo nominado éste a un Goya (a la mejor música original); un trabajo esmerado y hasta cierto punto virtuoso alrededor de un posible contacto con alienígenas.
Rodado íntegramente en un espacio único, el interior de un hipotético observatorio espacial cerca de Barcelona, bajo una tremenda y condicionante tormenta, una científica identifica señales que podrían venir de la estrella Antares. Su obsesión por comprobar que efectivamente se trata de lo que parece, le lleva a enfrentarse a todo tipo de obstáculos e inconvenientes, a la vez que tomar una decisión drástica que podría condicionar el resto de su vida. El mayor interés de la película reside en el trabajo interpretativo y exhaustivo de su protagonista, Andrea Trepat, que se entrega en cuerpo y alma a llevar todo el peso dramático de una película en la que Tinoco se responsabiliza de todo lo demás, incluidos unos aseados efectos visuales y la claustrofóbica fotografía. Descansa sin embargo en un exceso de diálogos (telefónicos) y mucho material explicativo, mientras se resuelve con un final algo lacrimógeno. Funciona como trabajo excéntrico y original hasta cierto punto, pues no hemos de olvidar que debe mucho al Contact de Zemeckis, donde por cierto también era una mujer científica la víctima del descrédito y la desconfianza del resto de sus compañeros.
Quizás sea en esto donde resida la paradoja del título, en la falta de confianza en el progreso de la humanidad de determinados científicos, desde luego los políticos y la sociedad en general, sobre todo la más conservadora, a pesar de apostar por tecnología tan punta con la que demostrar lo que no acertamos a considerar del todo racional. Desde luego Arnau Bataller se ha currado su nominación al Goya, con un trabajo muy deudor del sinfonismo emocional del Hollywood ochentero, referente eterno de directores que como Luis Tinoco exhiben tanta nostalgia por la fantasía de aquella irrepetible década.
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