Una producción de Dario Regattieri para beon.Entertainment. Música y letra de Iván Macías y Félix Amador, según la novela de Noah Gordon. Ignasi Vidal, dirección artística. Iván Macías, dirección musical. María Ramos, dirección de la orquesta. Amaya Galeote, coreografía. Josep Simón y Eduardo Díaz, escenografía. Felipe Ramos, iluminación. Lorenzo Caprile, vestuario. Con Guido Balzaretti, Cristna Picos, Josean Moreno, Alberto Vázquez, Enrique Ferrer. Cartuja Center Cite de Sevilla, función del sábado 25 de diciembre de 2021.
COMPANY
Una producción del Teatro del Soho CaixaBank. Música y letra de Stephen Sondheim. Libreto de George Furth. Antonio Banderas, dirección. Arturo Díez-Boscovich, dirección musical. Borja Rueda, coreografía. Ignacio García May y Roser Batalla, traducción. Alejandro Andújar, escenografía. Juan Gómez-Cornejo y Carlos Torrijos, iluminación. Antonio Belart, vestuario. Joan Rodón y Emilio Valenzuela, vídeo. Roc Mateau, sonido. Con Antonio Banderas, María Adamuz, Roger Berruezo, Albert Bolea, Lorena Calero, Lydia Fairén, Dulcinea Juárez, Silvia Luchetti, Anna Moliner, Julia Möller, Paco Morales, Marta Ribera, Carlos Seguí, Rubén Yuste. Teatro Soho CaixaBank de Málaga, función del domingo 26 de diciembre de 2021.
Hace apenas unos años se presentaba en Fibes el musical El médico, basado en la famosa novela del recientemente fallecido Noah Gordon, e impulsado por el Liceo Musical de Moguer y la productora creada al efecto Versus Creative. Un milagro que ya había tenido sus ensayos en forma de El fantasma de la ópera de Andrew Lloyd Webber en versión concierto y el estreno del musical autóctono Germinal según la novela de Zola. Sus autores repitieron con mayor éxito esta adaptación de las vicisitudes de un aprendiz de médico en la Europa medieval de la encrucijada de religiones, y su posterior viaje de iniciación y conocimiento al más refinado Oriente en busca de nuevos procedimientos para la cura de enfermedades. Aquel espectáculo, aupado por la Banda Municipal de Moguer reforzada con instrumentos de cuerda, nos agradó sobremanera, hasta el punto de augurar tras esa primera puesta en escena rudimentaria, algo así como un boceto, un futuro prometedor una vez se pulieran algunos aspectos y detalles. Poco después saltó a Madrid, pero nunca se dijo nada de su origen onubense; parece que hasta sus autores se avergonzaran de ello. Quedó plenamente fagocitada por la capital del reino, como siempre hace, y ahora nos llega en una nueva producción que se ha estrenado directamente aquí en Sevilla, como también lo hizo aquella encantadora versión embrionaria de 2017.
Le secundan la voz sopranil bien colocada y modulada con buen gusto de Cristina Picos, el tono grave de Alberto Vázquez y la perfectamente proyectada y potente voz de Enrique Ferrer como el Sha de Persia. Los decorados y las videoproyecciones se suceden con rapidez y dinamismo para transportarnos a ese continuo cambio de localizaciones, mientras los fallos de sonido y emisión en las múltiples pantallas del imponente auditorio se sucedieron a menudo, potenciando los malogrados resultados de este nuevo montaje de un título que contó en su momento con el beneplácito de Noah Gordon y que por lo tanto merecería un mejor trato. No facilitar programa o una web suficientemente documentada constituye todo un desprecio a su numeroso elenco. Aunque su potencial análisis de la convivencia de culturas quede algo desdibujado ante tal batiburrillo dramático, este espectáculo tiene un marcado carácter familiar y se repite en Almería, Córdoba, Jaén y Cádiz en los próximos días hasta mitad de febrero, y aquí todavía puede verse hasta el 2 de enero de 2022.
Antonio Banderas es un tipo muy listo y aplicado, y es evidente que ha aprendido mucho en Estados Unidos y sabe aplicarlo a nuestra idiosincrasia. Su Company recupera el original, después de los intentos fallidos de contemporizarlo en 2006 y cambiarle el género al protagonista en 2018. La suya mantiene las espléndidas orquestaciones de Jonathan Tunick, un habitual de Sondheim que también se responsabilizó de su extraordinaria versión en concierto de 2011 con la Filarmónica de Nueva York, que Díez-Boscovich, todo un apasionado de la música para la escena y el cine, ha traducido de maravilla, con una orquesta de algo más de veinte integrantes dándolo todo y añadiendo esa emoción que exige una música de este calibre. El libreto mantiene toda su vigencia gracias a un estupendo trabajo de traducción y adaptación, mientras la moderna y tecnológica puesta en escena, que recupera los andamiajes de la original pero añade proyecciones del skyline neoyorquino y videocreaciones de lo más estimulantes, se apoya en una plataforma giratoria en la que se resuelven magníficamente algunas de las propuestas dramáticas y cómicas de la función.
Hace apenas unos años se presentaba en Fibes el musical El médico, basado en la famosa novela del recientemente fallecido Noah Gordon, e impulsado por el Liceo Musical de Moguer y la productora creada al efecto Versus Creative. Un milagro que ya había tenido sus ensayos en forma de El fantasma de la ópera de Andrew Lloyd Webber en versión concierto y el estreno del musical autóctono Germinal según la novela de Zola. Sus autores repitieron con mayor éxito esta adaptación de las vicisitudes de un aprendiz de médico en la Europa medieval de la encrucijada de religiones, y su posterior viaje de iniciación y conocimiento al más refinado Oriente en busca de nuevos procedimientos para la cura de enfermedades. Aquel espectáculo, aupado por la Banda Municipal de Moguer reforzada con instrumentos de cuerda, nos agradó sobremanera, hasta el punto de augurar tras esa primera puesta en escena rudimentaria, algo así como un boceto, un futuro prometedor una vez se pulieran algunos aspectos y detalles. Poco después saltó a Madrid, pero nunca se dijo nada de su origen onubense; parece que hasta sus autores se avergonzaran de ello. Quedó plenamente fagocitada por la capital del reino, como siempre hace, y ahora nos llega en una nueva producción que se ha estrenado directamente aquí en Sevilla, como también lo hizo aquella encantadora versión embrionaria de 2017.
Los resultados no han podido ser más decepcionantes, con más aspecto de boceto ahora que entonces, a pesar de los evidentes esfuerzos de producción desplegados. La empresa no funciona porque mantiene su exuberante partitura, con multitud de canciones al más puro estilo disneyano ilustrando tal cantidad de situaciones y personajes que hace complicado involucrarse en la trama. Un trabajo de dramaturgia más concentrado hubiera hecho más asimilable la función. No queda así lugar para el lucimiento de sus protagonistas a nivel actoral, si bien como voces resuelven su cometido con dignidad, con especial mención para Josean Moreno, único de los intérpretes de aquella primera versión que sobrevive en la actual, y que como Barber sobrelleva el peso de la acción en su primer tercio con dinamismo y una registro baritonil rutilante. También eficaz como cantante se muestra el joven Guido Balzaretti, que da vida al protagonista, Rob, con mucho nervio pero un temperamento casi de función escolar, como muchos otros aspectos que flotan sobre el escenario.
Le secundan la voz sopranil bien colocada y modulada con buen gusto de Cristina Picos, el tono grave de Alberto Vázquez y la perfectamente proyectada y potente voz de Enrique Ferrer como el Sha de Persia. Los decorados y las videoproyecciones se suceden con rapidez y dinamismo para transportarnos a ese continuo cambio de localizaciones, mientras los fallos de sonido y emisión en las múltiples pantallas del imponente auditorio se sucedieron a menudo, potenciando los malogrados resultados de este nuevo montaje de un título que contó en su momento con el beneplácito de Noah Gordon y que por lo tanto merecería un mejor trato. No facilitar programa o una web suficientemente documentada constituye todo un desprecio a su numeroso elenco. Aunque su potencial análisis de la convivencia de culturas quede algo desdibujado ante tal batiburrillo dramático, este espectáculo tiene un marcado carácter familiar y se repite en Almería, Córdoba, Jaén y Cádiz en los próximos días hasta mitad de febrero, y aquí todavía puede verse hasta el 2 de enero de 2022.
Banderas nos brinda la mejor versión de Company
Mucho hablamos en estas páginas el año pasado sobre el musical Company de Stephen Sondheim, a propósito de la celebración del cincuenta aniversario de su estreno en el Alvin Theatre de Nueva York, y del noventa cumpleaños de su autor, celebrado por todo lo alto por las más rutilantes estrellas de Broadway, y algunas del cine, en riguroso streaming pandémico. Después de triunfar con su versión de A Chorus Line, el musical de Marvin Hamlisch que se mantuvo en cartel más de diez años ininterrumpidos antes de que Richard Attemborough lo convirtiera en aseada película, Antonio Banderas vuelve a cumplir en su ciudad natal y el Teatro Soho que él mismo ha impulsado, y que ha convertido la calle Córdoba de la capital de la Costa del Sol en un merecido trocito de Broadway, y logra con Company un hito definitivo del teatro musical hecho en España. La muerte de Sondheim coincidió mientras Company ya estaba en escena en Málaga, un triste punto de conexión con El médico sevillano. Hemos visto y escuchado muchas producciones de este emblemático musical de cámara, como algunos lo bautizaron en su momento, en el que varias parejas de amigos intentan convencer a su amigo soltero de las veleidades del matrimonio, mientras él se dedica a observar en ellos y ellas los pros y los contras de la conservadora institución, y no se me ocurre mejor versión que la que Banderas dirige y protagoniza estos días para gozo de entendidos y profanos.
Antonio Banderas es un tipo muy listo y aplicado, y es evidente que ha aprendido mucho en Estados Unidos y sabe aplicarlo a nuestra idiosincrasia. Su Company recupera el original, después de los intentos fallidos de contemporizarlo en 2006 y cambiarle el género al protagonista en 2018. La suya mantiene las espléndidas orquestaciones de Jonathan Tunick, un habitual de Sondheim que también se responsabilizó de su extraordinaria versión en concierto de 2011 con la Filarmónica de Nueva York, que Díez-Boscovich, todo un apasionado de la música para la escena y el cine, ha traducido de maravilla, con una orquesta de algo más de veinte integrantes dándolo todo y añadiendo esa emoción que exige una música de este calibre. El libreto mantiene toda su vigencia gracias a un estupendo trabajo de traducción y adaptación, mientras la moderna y tecnológica puesta en escena, que recupera los andamiajes de la original pero añade proyecciones del skyline neoyorquino y videocreaciones de lo más estimulantes, se apoya en una plataforma giratoria en la que se resuelven magníficamente algunas de las propuestas dramáticas y cómicas de la función.
Del elenco solo se pueden decir maravillas, todos y todas estupendos comediantes y cantantes. En él podemos distinguir los rostros de Roger Berruezo (Águila Roja, Cuéntame) o Paco Morales (el grupo musical La Década, la serie andaluza Arrayán), y disfrutar con la gracia y el desparpajo de María Adamuz, que curiosamente coincidió con Balzaretti (Rob, el médico) en La bella y la bestia de la Gran Vía como protagonistas. Estupendas coreografías bailadas con inmejorable nivel, una dramaturgia clara y envolvente y el acierto de hacerla más hilarante todavía que sus predecesoras, hacen del espectáculo una experiencia emocionante y deliciosa, a la que resulta imposible abstraerse. Hemos oído cantar a Banderas en su debut hollywoodiense, Los reyes del mambo, junto a Ana Belén en el bolero No sé por qué te quiero, con Madonna en Evita, y los más afortunados en el musical Nine en Broadway. Pero nunca con la fuerza y el talento con que hemos podido disfrutar de su voz en el Soho malagueño. Pura adrenalina convertida en rabia a fuerza de sobresalientes agudos e incandescente expresividad. Su Sentirse vivo (Being Alive) es de auténtica antología, de la misma forma que Marta Ribera consigue milagrosamente que nos olvidemos de que antes que ella The Ladies Who Lunch (Las damas que almuerzan) lo cantaron Elaine Stritch o Patti Lupone. Todos y todas hacen un trabajo excelente.
Banderas, que repetimos es un tipo muy listo, ha sabido reunir a lo mejor en su género, acreditados por un amplio currículum en Madrid y Barcelona, las dos vértebras del musical en España antes de que Málaga les desafiara. Todo un detalle facilitar al público un programa con información completa del espectáculo y sus responsables. Company tenía que estar en cartel hasta estas navidades, pero su éxito ha hecho que se prorrogue hasta marzo. Háganse un favor y dediquen un par de días a visitar la preciosa capital malagueña para disfrutar de este espectáculo musical y teatral sin igual en toda la historia del teatro musical hecho en España. Aunque no sean aficionados o aficionadas al género, sin duda lo disfrutarán.
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