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Michal Znaiecki supervisa la escenografía |

Inserciones de coros de Aida, y arias de Il trovatore o La traviata, entre otras óperas de Verdi, pusieron el acento lírico en una obra que pretende serlo pero se queda muy en el camino, con la soprano onubense Diana Larios y la mezzo colombiana Alejandra García Acuña incorporando a las codiciosas hijas del rey, Gonerila y Regana, con voces ágiles y bien colocadas, de sobrada proyección gracias a la magia de la amplificación, no obstante fallar ésta en momentos puntuales de la función; y la bien conocida soprano malagueña Berna Perles dando vida a la hija bondadosa Cornelia, entonando con aliento y buen gusto un Ave María de Otelo que se erigió en momento cumbre de este fallido trabajo. Fallido porque su dirección escénica, a pesar del prestigio de su artífice, se nos antojó pobre y errática, casi de función escolar. Porque el conmovedor testimonio de los mayores se vio frecuentemente invadido de orquesta y coros haciéndolo inaudible. Porque la mitad de los diálogos quedaron fuera de nuestro entendimiento. Porque nunca antes habíamos escuchado una Conjunta tan endeble y desafinada, en lo que parece un trabajo en el que nuestro admirado García Rodríguez parece haberse implicado poco. Porque el escueto programa de mano no incluyó si quiera un orden de las piezas musicales interpretadas. Porque el escenario apareció lúgubre y siniestro y con apenas atrezzo consistente en un par de camas de hospital y unos andadores y sillas de rueda colgando del techo. Todo muy peregrino y poco eficaz, desnudo frente a querer aparentar el espectáculo de vanguardia que ciertamente no es. Nos ha costado mucho hacer una crónica como ésta, cuando las intenciones son tan buenas y los recursos eran a priori tan adecuados, pero la mezcla ha resultado si no indigesta sí malograda.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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