Dirección Peter Farrelly Guión Brian Hayes Currie, Peter Farrelly y Nick Vallelonga Fotografía Sean Porter Música Kris Bowers Intérpretes Viggo Mortensen, Mahershala Ali, Linda Cardellini, Iqbal Theba, Dimiter D. Marinov, Mike Hatton, Quinn Duffy, Sebastian Maniscalco, Joe Cortese Estreno en el Festival de Toronto 11 septiembre 2018; en Estados Unidos 16 noviembre 2018; en España 1 febrero 2019
El Libro verde era una bochornosa publicación sobre alojamientos en el sur para negros en la América presuntamente inocente de la era Kennedy, con el fin de segregarlos del resto de la pudiente buena sociedad de esa lamentable zona de los Estados Unidos. Ni el más insigne de los artistas podía sustraerse a la supuesta deshonra de dormir, comer o evacuar segregado. Parece mentira pero ocurrió ayer y casi sigue ocurriendo allí donde policías y autoridades mantienen una posición de discriminación racista y prejuicio social. Aquella época en la que el gobierno demócrata, del hijo de la familia más aristocrática jamás soñada por los y las estadounidenses, prometía nuevos aires y mayor respeto por los derechos civiles de todos y todas las habitantes del reino, parece quedar anclada en la memoria colectiva como epicentro de un ejercicio tan nostálgico como autodestructivo, más cuando alguien del talante grosero y mezquino del actual presidente se mantiene encadenado al trono mayor. Por eso documentos tan nostálgicos y amables como el que nos ofrece Peter Farrelly con la ayuda de los descendientes de uno de sus protagonistas, se convierten automáticamente en éxitos para disfrute de públicos amplios y poco exigentes. No quiere decir esto que no se trate de una valiosa película, de un trabajo artesanal tan bien medido como cocinado, tanto que hace difícil creer que su artífice haya sido el responsable de que la comedia americana, tiempo atrás tan celebrada, se haya convertido en bazofia en las últimas décadas. Peter Farrelly dirigió junto a su hermano Bobby vulgares sandeces como Dos tontos muy tontos, Amor ciego y, sobre todo, Algo pasa con Mary. Su salto al cine clásico de calidad, recuperando curiosamente el espíritu sensible y elegante de esa comedia que creíamos perdida, lo hace dejando a su hermano en el camino. Una operación que nos recuerda, salvando las distancias, a la de Jerry Zucker, cuando se emancipó de su hermano David y de Jim Abrahams, pasando de películas como Aterriza como puedas y Top Secret a Ghost y El priemr caballero. Puede que esa sea la clave del éxito de la empresa, además de las magníficas interpretaciones de su pareja protagonista y, por supuesto, el séquito, que ya se sabe que no hay buen cine sin buenos característicos. El empeño parece haber sido de los hijos de Tony Lip Vallelonga, Nick y Frank, el primero en el guión y los dos en papeles episódicos incorporando a antepasados suyos. El mencionado Tony Lip fue un matón de club nocturno y chófer al que se le contrató para pasear por medio sur de los Estados Unidos al pianista de jazz y clásica Don Shirley, de color negro, en su empeño por superar el apartheid a través de su arte y su talento. Un cometido que forjó una amistad que duró hasta la muerte de ambos, en 2013, con apenas unos meses de diferencia. Por cierto, que Tony se hizo actor especializado en papeles de mafioso, en películas como Uno de los nuestros o Donnie Brasco y series como Los Soprano. La estupenda definición de sus personajes, lo que hace comprensible la amplitud de miras del macarra italiano y la progresiva asimilación del elegante pianista, la correcta ambientación, el estupendo guión que combina drama y comedia a la perfección, y el acierto en retratar una época que marcó al mundo, por el carácter imperalista del país norteamericano, hacen de ésta una más que competente película, tan digerible como entretenida, con capacidad para la reflexión, aunque ésta esté ya muy trabajada después de tantos productos con idéntico mensaje. Pero esto es como el holocausto o la guerra civil, hay que repetirlo constantemente para que no se olvide y no se repita.
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