Nada suena mejor que cuando lo hace en el Maestranza. Su milagrosa caja acústica hace que la música brille más y mejor, y de eso se benefician conjuntos como la espléndida Barroca de Sevilla que anoche revalidó su presencia allí, envolviendo con su magisterio y excelencia la rutilante voz de Nuria Rial, una de las sopranos rendidas al rigor historicista que más y con mayor justicia ha triunfado en los últimos años en el escenario nacional e internacional. Junto a ella brillaron también el violín de Stefano Barneschi, que ejerció también como director, siempre ligado a su decisivo paso por Il Giardino Armonico, y el oboe de Josep Domènech, de nuevo arropado por el conjunto hispalense.

La soprano catalana imprimió de ternura y compasión sus arias de Telemann, que ella misma ha recuperado en su grabación con la Orquesta de Cámara de Basilea, muy especialmente Komm o Schlaf de Germanicus, donde se evidenció una facilidad extraordinaria para recorrer diversos registros y proyectar la voz con absoluta naturalidad y generosa potencia. Su timbre dulce, controlado y esmaltado logró embelesarnos en páginas como el aria Verstumnt, ihr holden Saiten de la Cantata bachiana BWV 198, y sobre todo en una exuberante BWV 202, cantata nupcial en la que estuvo acompañada por el tutti orquestal en sus pasajes extremos, y por un continuo excepcional (Ruiz, Múlder, Rico y Casal) en el resto, además de la impagable, ágil y equilibrada intervención de Domènech. El único pero que ponemos es que se trató una vez más de un concierto demasiado vaporoso, echándose de menos una pizca de empuje, rabia y fogosidad, claro que el programa elegido no daba para muchos aspavientos. Eso sí, lo que hubo fue incontestablemente hermoso.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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