Dirección Claire Denis Guión Claire Denis, Jean-Pol Fargeau y Geoff Cox Fotografía Yorick Le Saux y Tomasz Naumiuk Música Stuart Staples y Tindersticks Intérpretes Robert Pattinson, Juliette Binoche, Mia Goth, André Benjamin, Lars Eidinger, Agata Buzek, Claire Tran, Ewan Mitchell, Gloria Obianyo, Victor Benarjee Estreno en el Festival de Toronto 9 septiembre 2018; en Francia 7 noviembre 2018; en España 8 febrero 2019
Aunque a algunos no nos convenció su anterior película, Un sol interior, no cabe duda de que Claire Denis tiene un estilo y un mundo interior muy personal y característico, que ha exhibido en títulos tan significativos como Una mujer en África o Los canallas. Con High Life se adentra por primera vez en la ciencia-ficción, pero alejándose en la mayor medida posible de los convencionalismos y parámetros oficiales. De hecho incluso se atreve a poner en entredicho cuestiones tan aceptadas como la fuerza de gravedad según en qué zonas inexploradas del universo, o las consecuencias de afrontar uno de esos temidos agujeros negros. A uno de ellos se dirige una nave espacial, de todo menos convencional o aséptica como estamos acostumbrados a ver, tripulada por convictos condenados a vagar eternamente por el espacio hasta alcanzar el inexplicable fenómeno y experimentar cómo afrontarlo. La convivencia y su supervisión a cargo de una enigmática doctora obsesionada con el sexo y la procreación, se convierten en leit motiv de una película en la que la atmósfera, el espacio limitado y la incertidumbre ante un futuro impreciso, constituyen los ingredientes de un estudio psicoanalítico de considerable profundidad sobre el comportamiento humano, y muy especialmente sobre el sentido de la paternidad. En este sentido la película contiene algunas de las secuencias más tiernas que sobre un padre y su bebé hayamos podido contemplar desde aquella lejana Flesh de Paul Morrissey con Joe D’Alessandro. Pero si hay alguna película de culto con la que esta premeditadamente austera película podamos comparar es Alien, donde un alienígena sembraba el horror y la muerte entre los tripulantes de una nave espacial, sólo que aquí es el propio ser humano y sus instintos de supervivencia y prioridad los que provocan ese horror seguido de demolición. Esta vida en las alturas sugiere al espectador mientras la contempla una sensación de cierta fascinación ante la poética belleza de sus propuestas estéticas y narrativas, a la vez que cierta sorpresa y desorientación sobre las premisas argumentales y los objetivos filosóficos de su directora; pero gana tras el visionado, respondiendo a preguntas tan anexas al ser humano como el sentido de la existencia y la poesía de la vida y la naturaleza. Atmósfera, sonido y música contribuyen, además de las muy acertadas interpretaciones, al logro de la cinta hasta convertirla en un hito de la ciencia-ficción moderna, justo cuando todo parece haberse dicho.
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