Francia-Bélgica 2017 96 min.
Dirección Marc Dugain Guión Marc Dugain y Chantal Thomas, según la novela de la segunda Fotografía Gilles Porte Música Marc Tomasi Intérpretes Lambert Wilson, Anamaria Vartolomei, Olivier Gourmet, Catherine Mouchet, Kacey Mottet Klein, Igor Van Dessel, Juliane Lepoureau, Patrick Descamps, Thomas Mustin, Andrea Ferreol, Maya Sansa, Gwendolyn Gourvenec Estreno en Francia 27 diciembre 2017; en España 15 febrero 2019
Drama histórico sobre el curioso intento de los reinos de España y Francia por mejorar sus relaciones tras la devastadora Guerra de los Treinta Años, mediante el plan urdido por el regente francés para evitar la reivindicación del rey Felipe V de España de su derecho al trono francés, mediante el cual casaría a su hija con el heredero español, Luis I, y a la hermana pequeña de éste con el heredero francés, Luis XV. La cinta recibe un tratamiento impecable y académico a nivel narrativo y esmerado y pictórico a nivel estético. Uno de los aspectos más llamativos de la función, dentro de un conjunto sin demasiado interés que funciona como mero entretenimiento en el que destacan algunas interpretaciones, es la intervención de una de las figuras reales menos conocidas de España, un Luis I que apenas llegó a disfrutar de su reinado y cuya aparición en los libros de historia resulta efímera e irrelevante. Pero la película destaca sobre todo por el tratamiento que se da a la mujer, especialmente las dos princesas del título original que son intercambiadas para lograr los fines diplomáticos señalados. Funcionan como meros instrumentos para satisfacer el afán de poder de los hombres; unas muñecas de usar y tirar sin más valor que instrumentalizar unos movimientos de ajedrez muy meditados. La recreación de la corte española, beata e inquisitiva, resulta algo grotesca, mientras la francesa no evita su enfoque excesivamente amanerado. Por lo demás la cinta se deja ver con curiosidad, impulsada por algunas interpretaciones notables, como la de la veterana Andrea Ferreol como la abuela Princesa Palatina, o la niña Juliane Lepoureau, de mirada viva y penetrante. Sorprende que estuviera nominada al César a la mejor película extranjera, tratándose de una producción franco-belga hablada completamente en francés, sin misericordia alguna por el castellano, del que no se pronuncia ni una sola palabra.
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