Anoche una vez más Sevilla fue una fiesta. No podían concentrarse más celebraciones en una sola noche; imposible disfrutar de todas y cada una de ellas. Conciertos multitudinarios en los Auditorios de la Cartuja, populosa inauguración de un mastodóntico centro comercial, una cada vez más popular carrera nocturna, una verbena a orillas del río y la muy gratificante celebración un año más de la Noche Europea de l@s Investigador@s. En este último marco tuvo lugar una muy estimulante colaboración entre las dos universidades más importantes de Sevilla, la Pablo de Olavide y la Hispalense. La primera corrió con la organización de un particular concierto de jazz, blues y fusión, que se celebró en el Auditorio que la segunda tiene en su centro de operaciones culturales de la calle Madre de Dios.
Nuria Fernández, que para el artisteo ha mudado al nombre de Luz Fernández, ha recalado ya otras veces en estas páginas como cantante de jazz y blues y centro neurálgico de varias formaciones que en este campo han hecho sus pinitos en esta ciudad. Es profesora de filología inglesa y traducción en la Universidad Pablo de Olavide, desde donde ha dirigido varios proyectos de investigación relacionados con la lengua y la literatura de las islas británicas, a la vez que ha desarrollado una importante labor como investigadora del folclore musical norteamericano, especialmente el relacionado con el jazz y el blues, que aplica a sus cada vez mejores conciertos en la materia. El de anoche, para quien ha asistido a varias de sus actuaciones, fue sin duda la cumbre hasta el momento.
Arropada por un espléndido conjunto instrumental
Se puede decir que anoche cada uno y una de las participantes de este particular concierto dieron lo mejor de sí mismos. Se entregó a fondo el compositor y sensacional pianista neozelandés Trevor Coleman, uno de tantos colaboradores habituales de Luz, con espléndidos solos a la trompeta y un muy elegante apoyo armónico al teclado. También lo hizo el baterista parisino, también afincado en Sevilla, Thibault Benoit, otro habitual de la escena jazzística sevillana, como impagable base rítmica. Y los invitados Javier Repiso, con inmensos solos a la guitarra, marcando funky o temperamental blues con absoluta solvencia, y Bernardo Parrilla aportando la dosis imprescindible de sensualidad de la que un saxo bien tocado es capaz. Solo cabe un reproche, y es a las voces del coro, demasiado estáticas y fuera de estilo, quizás por su preparación clásica.
Por su parte Luz se presentó entregadísima tanto en sus divulgativas locuciones, demostrando que es una profesional de la docencia, como en su canto, firme, seguro y sincero, tan dulce y aterciopelado que únicamente en un agitado blues del legendario Robert Johnson se mostró algo más débil y apagada. Con ella recorrimos siglos de música negra hecha en Norteamérica, desde aquellas work songs con las que los esclavos amenizaban sus duras jornadas en obras o plantaciones, hasta el funky al más puro estilo James Brown, pasando por el modern jazz de Lizz Wright, de la que Luz ofreció una estupenda recreación de su sentida My Heart, el estilo inconfundible de Ella Fitzgerald en Good Morning Heartache, todo un clásico de otra diva del jazz, Billie Holiday, el góspel de la irrepetible Mahalia Jackson, el jazz caribeño de Mongo Santamaría y su Afro Blues, o la bossa nova brasileña que también triunfó en Estados Unidos de la mano de Tom Jobim y su One Note Samba o Sergio Mendes y su mítico Más que nada. Porque estábamos cómodamente sentados, que si no no paramos de bailar. Y el próximo viernes, Noche Blanca, más de Luz Fernández en la Sala Manuel García del Maestranza. Tomen nota.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
No hay comentarios:
Publicar un comentario