En esa zona de las inmediaciones de la Alameda que se resiste a dejar de ser el epicentro de la creación y la vanguardia en una ciudad que ha vivido grandes momentos de creatividad, nunca suficientemente reconocidos, en campos como el rock, el flamenco y las artes plásticas, a un lado de la calle Castelar, en la calle Heliotropo, se encuentra El Camerino, un espacio singular y multifuncional que lo mismo organiza exposiciones de fotografía que espectáculos de danza o conciertos de rock, o como en este caso, música de vanguardia experimental. Es como un reducto del Soho tradicional y auténtico, no el de diseño en el que se ha convertido, donde la gente verdaderamente emprendedora e inquieta pueda hacer realidad su sueño, como el que inspira a tres promotores culturales unidos para dar mayor divulgación a la música comprometida con la vanguardia en todas sus vertientes.
El clarinetista Gustavo A. Domínguez, habitual colaborador del Proyecto Ocnos, la bailaora experimental de flamenco Ana Arenas y el periodista y divulgador Ismael G. Cabral, desde hace décadas comprometido con la creación musical contemporánea, como bien ha demostrado en el blog Chorro de Luz o en sus artículos en esta misma publicación, han unido fuerzas para crear la plataforma Ente Sonante, un trampolín para la promoción de eventos y conciertos que llenen el vacío al que la iniciativa privada y pública, apenas parcialmente comprometida en sus citas del Teatro Central, ha condenado este tipo de vanguardias musicales. Aprovechando su gira de otoño, la violinista Luz Prado y el improvisador digital Wade Matthews han servido como padrinos de la presentación de esta importante iniciativa ciudadana.
Un concierto la pasada noche en este Camerino tan particular fue el pistoletazo de salida de la platafoma, a través de una absorbente composición electroacústica improvisada sobre la marcha y basada en el diálogo incesante entre ambos artistas, tan compenetrados desde que en 2016 iniciaran su andadura juntos que apenas atisbaron desencuentro, lo que tiene especial relevancia tratándose de una música creada desde la improvisación libre y espontánea. El violín intervenido de la joven malagueña Luz Prado, especialista en el arte de la improvisación libre y muy comprometida con diversos trabajos escénicos, casó así a la perfección en su sucesión de sonidos llenos de angustia y desolación, abruptos y desasosegantes pero controlados, nunca ásperos ni estridentes, salvo en muy contadas y controladas ocasiones, con los sonidos diversos e impactantes extraídos por el norteamericano afincado en Madrid desde hace treinta años Wade Matthews, maestro de la síntesis digital, la amplificación y la grabación.
Suyo fue el acierto de crear la atmósfera perfecta en la que desplegar su particular propuesta dialogada y llena de sugerencias y variadas sensaciones. Lástima que esa atmósfera no inundara todo el espacio a través de un sistema de sonido capaz, como en el cine, de perfeccionar la intención de sumergirnos en la música. Todo un alarde de investigación sonora, de búsqueda de nuevos lenguajes, acordes y efectos que llevamos más de medio siglo esperando encuentre un público más amplio y entrenado, ardua y necesaria labor a la que desde ahora también se encargarán con su esfuerzo y su pasión los y la integrante de este nueva y bienvenida plataforma cultural.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
No hay comentarios:
Publicar un comentario