Miércoles 4 de septiembre de 2019
Foto: Actidea |
Aunque como bien justificó el popular violonchelista en sus concisas y bien informadas presentaciones, también en inglés como gesto de respeto y amabilidad hacia el numeroso contingente de turistas que habitualmente se concentra en estos conciertos estivales, en el caso de Schubert apenas se puede hablar de juventud como etapa creativa, dada la temprana edad a la que falleció. Los cinco tríos de cuerdas de Beethoven son ciertamente obras de juventud, más libres y audaces los tres opus 9 que los dos primeros. Su segundo trío, también denominado Primera Serenata, deriva del divertimento mozartiano, que desarrolla y moldea hasta atisbar características de su abrumadora personalidad. Un brioso arranque hizo honor a la enérgica marcha con la que se abre y cierra la pieza, con rotundas y muy precisas aportaciones del violín, que naturalmente lleva el peso de la obra, y la viola.
De izq. a dcha. Macarena Martínez, Aglaya González e Israel Fausto Martínez |
Tras su inacabado primer trío, Schubert emprendió en apenas un año la escritura de este segundo, en septiembre de 1817, hace justo doscientos dos años. Logró insuflarle tal encanto que resulta difícil entender por qué no compuso más piezas para este conjunto. Por su parte, el Trío Bellver se hizo eco de esa particularidad, ofreciendo un Trío D. 581 concentrado y eminentemente melódico, en el que destacaron las vehementes acentuaciones del allegro moderato inicial, el diálogo fluido en el andante, la seducción de tintes haydnianos, con una firme aportación de la viola, en el minuetto, y la vivacidad del rondó final, aunque se echara en falta algo más de espíritu juguetón en el conjunto.
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