De izquierda a derecha: Pascual, Oliver y Fanjul |
Un ajuste en la agenda de los músicos obligó a Yolanda Sánchez a emplazar su habitual cita de la tarde a la mañana, lo que obligó a ella y los intérpretes a pedir disculpas, que fueron bienvenidas pero innecesarias. Somos muchas las personas a las que nos encantan estos conciertos de música de cámara cuando se celebran un domingo por la mañana, lo que invita a pasear a la luz del generoso sol y completar la experiencia con una parada culinaria en alguno de los muchos locales que oferta nuestro espléndido centro histórico.
No es de extrañar que tratándose de valencianos, los integrantes de este trío adopten el nombre de un pianista, compositor y director de orquesta tan afamado en su tierra como en el resto del mundo como lo fue José Iturbi, que incluso triunfó en el cine musical de la Metro Goldwyn Mayer cuando Hollywood coqueteaba con América latina. Es lógico también que de una tierra tradicionalmente tan vinculada a la música como es Valencia surjan buenos músicos como los que nos acompañaron en esta ocasión, ofreciendo unas versiones tan competentes de piezas muy variadas y de distinto calado como las que integraron el programa. Comenzaron con una obra cumbre del género, el Trío Archiduque, bautizado así por su dedicatoria a Rodolfo de Austria, que Beethoven compuso estando ya prácticamente sordo y cuyo estreno constituyó la última ocasión en que tocó el piano en público. La excepcional inspiración melódica y armónica de la pieza encontró en el Trío Iturbi unos intérpretes de altura, de fuerte temperamento y considerable musculatura, lo que provocó cierta falta de delicadeza en los pasajes que más la demandan, como el tema y variaciones de su atormentado andante central, defendido no obstante con nobleza y capacidad de contraste. Un fraseo excelente y una proverbial homogeneidad de tono y timbre chocaron sin embargo con un exceso de fogosidad que a veces propició saturación decibélica en el reducido espacio. La ligereza y proverbial felicidad de los movimientos extremos se vio empañada por ese exceso de seriedad formal que dominó el conjunto, no obstante sus puntuales exhibiciones de lirismo, sobre todo en el chelo de Jorge Fanjul.
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