España-Canadá 2015 106 min.
Guión y dirección Alejandro Amenábar Fotografía Daniel Aranyó Música Roque Baños Intérpretes Ethan Hawke, Emma Watson, Aaron Ashmore, Devon Bostick, David Thewlis, Dale Dickey, Aaron Abrams, Adam Butcher, David Dencik, Kristian Bruun Estreno en el Festival de San Sebastián 18 septiembre 2015; en el resto de España 2 octubre 2015
A estas alturas no podemos negarle a Amenábar sus indudables méritos como artífice de un nuevo cine patrio que persigue seducir audiencias y perder complejos frente a la poderosa maquinaria americana, del que han salido realizadores, técnicos e intérpretes que triunfan en Hollywood y robustecen la siempre precaria industria cinematográfica española. Sin embargo, tras una filmografía ejemplar, en la que la única película que ha sido vilipendiada por la crítica del país, Ágora, a nosotros sí nos merece un enorme respeto y entusiasmo, Amenábar ha patinado con este supuesto regreso al cine de suspense y terror que tanta fama le ha reportado. Éste su primer thriller netamente americano, aunque se trate de una coproducción española con Canadá, contiene indudables logros, como la recreación de la sempiterna América profunda a principios de los noventa o un flujo narrativo competente y equilibrado. Pero el director de Los otros quiere aquí hablarnos de la esencia del mal, apoyándose en el auge que parecieron tener en ese país las sectas religiosas en aquella década, y proponiendo un ejercicio de psicoanálisis que deba converger en un resultado sorprendente. Lástima que el material no se acerque siquiera a la perversión y la atmósfera malsana que anuncia y pretende. Por el contrario asistimos a un espectáculo anodino y vacuo con pretensiones de intriga y veracidad, en el que apenas brilla la esforzada interpretación de Emma Watson y la socorrida música de Roque Baños. Por su parte Ethan Hawke compone un personaje de guiñol histriónico, no sabemos si como efecto de la peligrosa sobreactuación o como exigencia de un personaje al límite. Mientras tanto se cuenta con la voluntad de la platea para dar por válidos recursos cinematográficos como la puesta en escena de supuestos recuerdos, recreaciones confusas y exceso de recursos artificiosos. Falta perversidad e intriga en este relato descafeinado sobre la maldad, la decepción y el castigo, quedándose todo en un mero artificio, si acaso entretenido, pero con poca intensidad y menos alma.
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