Dirección Neill Blomkamp Guión Neill Blomkamp y Terri Tatchell Fotografía Trent Opaloch Música Hans Zimmer Intérpretes Sharlto Copley, Dev Patel, Hugh Jackman, Sigourney Weaver, Ninja, Yo-Landi Visser, José Pablo Cantillo, Brandon Auret
Estreno simultáneo 6 marzo 2015
Quizás la aproximación de la fecha en la que se ambientaba Blade Runner, 2016, esté propiciando la actual tendencia a estrenar películas sobre robots inteligentes. La interesante pero vapuleada Autómata – ya se sabe que a lo español siempre le cuesta más convencer a la atribulada crítica -, la seudo intelectual Ex-Machina, y ahora este nuevo título del director de District 9, que tanto entusiasmó a la crítica, y Elysium, ya instalada en la maquinaria mercantil de Hollywood. Lo que ofrece el realizador sudafricano es ridículo hasta el sonrojo, planteando la historia de un robot policía que cae en desgracia y reseteado como androide con conciencia. Lo que surge es un humanoide con forma de robocop escuálido, inocente y dulzón, adoptado por una familia disfuncional de cretinos delincuentes, tan inocentes y bobalicones como el robot protagonista. A partir de ahí Chappie, papi y mami son las palabras que más se repiten en un guión simplón y arquetípico, con villanos de manual y situaciones tan ridículas como irrelevantes. Blomkamp pretende convertir su cacharro en una especie de E.T., pero la emoción y el talento brillan por su ausencia. Ni siquiera funciona como producto infantil sobre el bien y el mal, la educación para combatir la maldad y la miseria, pues en su tramo final la violencia es de tal virulencia que no la hace recomendable para un público inmaduro. Su pretencioso y ridículo discurso sobre la conciencia que no muere y el cuerpo que caduca, en busca de un paraíso eterno, se sirve a través de un planteamiento pueril muy alejado de sus referentes, Isaac Asimov, Philip K. Dick, Brian Aldiss o incluso Carlo Collodi.
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