USA-Francia-Reino Unido 2018 111 min.
Dirección Julian Schnabel Guión Jean-Claude Carrière, Julian Schnabel y Louise Kugelberg Fotografía Benoît Delhomme Música Tatiana Lisovskaya Intérpretes Willem Dafoe, Rupert Friend, Oscar Isaac, Mads Mikkelsen, Matthieu Amalric, Emmanuelle Seigner, Niels Arestrup, Anne Consigny, Amira Casar, Vincent Perez, Lolita Chammah Estreno en el Festival de Venecia 3 septiembre 2018; en Estados Unidos 16 noviembre 2018; en España 1 marzo 2019
La carrera como cineasta del pintor y artista Julian Schnabel se ha centrado, con la sola excepción de la fallida Miral, en personajes reales directamente relacionados con el mundo del arte. Basquiat en la película homónima, el poeta y escritor cubano Reinaldo Arenas en Antes que anochezca, Lou Reed en el documental que le brindó en 2007, Jean-Dominique Bauby, antiguo redactor jefe de la revista Elle, en la muy celebrada La escafandra y la mariposa, y ahora el incombustible Vincent Van Gogh en la enésima revisión de su vida y obra. Llevado en varias ocasiones al cine, especialmente en El loco del pelo rojo, el clásico de Vincente Minnelli que protagonizó Kirk Douglas en 1956, y en Loving Vincent, la experimental cinta que el año pasado intentó llevar al dibujo animado el estilo pictórico del autor en una poco estimulante crónica de su vida, el pintor post-impresionista holandés da mucho juego, sobre todo para desmadres melodramáticos. Schnabel opta sin embargo por una visión muy contenida del personaje, a pesar de esa fastidiosa cámara en mano, centrándose en su proceso creativo y un continuo análisis del arte, su significado y significación. Con la inestimable colaboración en el guión de Jean-Claude Carriére, vinculado a realizadores del prestigio de Buñuel, Forman o Kaufman, articula su función en base a diversas conversaciones con personajes que aparecen en su vida, algunos sólo en esas precisas secuencias-conversación, entre los que destacan Mads Mikkelsen como descreído sacerdote, Niels Arestrup como compañero de manicomio obsesionado con la luz, su sempiterno amigo Gauguin interpretado por Oscar Isaac, interlocutor en interesantes discursos sobre el color, la tabernera Madame Ginoux preguntando sobre literatura, y él mismo confesando sus influencias y anhelos, profesando su propia e íntima felicidad en contacto con la naturaleza, el color y la luz. Todo eso es capaz de transmitir, con más o menos acierto según el momento y la secuencia, este particular ensayo de Schnabel. Se agradece por lo tanto que se centre en su trabajo y su genio más que en sus tormentos y defectos, aunque tratándose de un personaje tan controvertido no puede obviar sus pasos por residencias y hospitales psiquiátricos. En contrapartida el director se muestra demasiado ambicioso en su propuesta, y se nota en un acabado a veces pretencioso e impertinente. No cabe duda de que entre sus mayores logros se encuentra una sensacional caracterización por parte de Willem Dafoe, una de esas joyas de la interpretación norteamericana que aún no ha sido reconocida en su país como merece. Al menos logró el premio al mejor actor en el Festival de Venecia, tras lo cual vinieron varias nominaciones en premios que aún se le resisten.
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