Canadá 2018 128 min.
Guión y dirección Denys Arcand Fotografía Van Royko Música Louis Dufort y Matthieu Lussier Intérpretes Alexandre Landry, Maripier Morin, Rémy Girard, Luis Morrissette, Maxim Roy, Pierre Curzi, Vincent Leclerc, Anoulith Sintharaphone, Patrick Abellard, Ayana O’Shun, Denis Bouchard, Yan England, Rose-Marie Perreault, Eddy King Estreno en Canadá 18 junio 2018; en España 29 marzo 2019
Un nuevo escalón en esa saga que el multipremiado director canadiense Denys Arcand inició en 1986 y que prometía cerrarse cuando en 2007 se estrenó su tercera entrega, La edad de la ignorancia, hasta que este nuevo título desmintió su vocación de trilogía. Una saga centrada más en los temas que en los caracteres y la trama, que aunque en la oscarizada Las invasiones bárbaras seguía a algunos de los personajes que aparecían en El declive del imperio americano, éstos desaparecieron en la mencionada tercera película y la que ahora nos ocupa, aunque dos de los intérpretes, Rémy Girard y Pierre Curzi, se hayan mantenido fieles al reparto. La cuestión es poner en entredicho los valores que hemos asimilado a lo largo de más de un siglo de supremacía yanqui, en temas como la sexualidad, la familia, la posición laboral y social y ahora la economía y el dinero como único motor aceptado para mover todo lo anterior. A nuestro juicio éste es el mejor de los cuatro títulos, con una trama más definida, menos discursiva y muy efectiva a la hora de exponer de manera entretenida e ingeniosa la denuncia que profesa. Es cierto que determinados convencionalismos lastran su perfección dramática, como ese acoso policial que deja de incordiar cuando al guion interesa. Pero funciona perfectamente como comedia de intriga y acción, con personajes que en conjunto y por separado resultan tan simpáticos como para sintonizar con su causa y su destino. Una especie de clan entregado a funcionar como un Robin Hood moderno y que consigue a través de su peripecia vital y sentimental denunciar un sistema en el que para que unos cuantos disfruten de la riqueza más indecente, mucha gente deba sufrir la inclemencia de una vida en la indigencia y la indiferencia general. Un producto consecuencia lógica de las crisis económicas y de valores sufridas en los últimos tiempos y que viene a poner de relieve un sistema tan infame como decididamente injusto, que provoca graves desequilibrios y que ninguna actitud, por muy altruista y filántropa que sea, consigue desarticular.
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