Dirección Pedro C. Alonso Guión Pedro C. Alonso y Alberto Marini Fotografía Ángel Iguacel Música Sergio Moure de Oteyza Intérpretes Eddie Marsan, Paul Anderson, Ivana Baquero, Richard Brake, Alexis Rodney, Oliver Coppersmith, Nacho Aldeguer, Alana Boden Estreno 1 marzo 2019
Otro joven realizador español que debuta de la mano de uno de los gurús del nuevo fantástico nacional, el muy reconocido Jaume Collet-Serra. Con intérpretes anglosajones de saldo, aunque a Eddie Marsan lo hemos podido ver entre otras en la reciente El vicio del poder, y otras caras patrias con buen acento inglés, Pedro C. Alonso, con la complicidad de Alberto Marini, han urdido un plan tan disparatado como absurdo. La idea es hacer pasar un mal rato al espectador, pero para ello sería necesario un mínimo de plausibilidad que este espectáculo vacuo no ofrece. La carrera y la dignidad de un locutor estrella de la radio londinese se pone en entredicho cuando unos encapuchados asaltan la emisora y le obligan a entrevistar a un sujeto y confesar supuestos crímenes con los que la cinta encima quiere posicionarse contra una lacra lamentablemente de actualidad. Pero no consigue ni una cosa ni la otra porque ni la trama convence ni su puesta en escena es mínimamente eficiente. Recordamos aquel Gran piano en el que Elijah Wood aprovechaba un imposible concierto de piano para ausentarse del escenario tantas veces como hiciera falta con el fin de resolver el enigma propuesto, y lo trasladamos a esta película en la que un programa radiofónico ha de mantenerse en el aire sin suscitar sospechas mientras sus trabajadores se mantienen en una continua lucha por la supervivencia. No hay concordancia entre situaciones y personajes, todo descuadra y se hace ridículo, por lo que su ambicioso alegato tampoco cuaja e incluso se le vuelve en contra. Tan disparatado como todo lo demás es el personaje de Ivana Baquero (El laberinto del fauno), una víctima tan ansiosa de venganza, cueste lo que cueste y dañe a quien dañe, que flaco favor le hace al colectivo al que reivindica. Parafraseando el nombre del programa radiofónico, La cruda realidad, esto más bien es la ridícula ficción.
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