Estados Unidos 2016 139 min.
Dirección Gary Ross Guión Gary Ross y Leonard Hartmann Fotografía Benoît Delhomme Música Nicholas Britell Intérpretes Matthew McConaughey, Gugu Mbatha-Raw, Mahershala Ali, Keri Russell, Brad Carter, Sean Bridgers, Jacob Lofland, Christopher Berry, Thomas Francis Murphy, Bill Tangradi, Brian Lee Franklin, Kerry Cahill, Joe Chrest, Jessica Collins, Donald Watkins, Jill Jane Clements Estreno en Estados Unidos 24 junio 2016; en España 16 septiembre 2016
Matthew McConaughey saltó a la fama a principios de los 90 del siglo pasado con títulos como Tiempo para matar y Contact. La crítica se apresuró a llamar la atención sobre su carisma y grandes aptitudes para la interpretación, sin embargo el actor se atascó en una larga sucesión de títulos intrascendentes, comedias de aventuras y romance en los que apenas se limitaba a lucir palmito. Su interpretación de Ron Woodroof en Dallas Buyers Club le ha devuelto al lugar en el que muchos le colocaron al principio de su carrera, y hoy encadena buenos trabajos, como el que presenta en esta historia en la que da vida a Newton Knight, un granjero que desertó del ejército confederado y creó en los pantanos del Mississippi en el Condado de Jones una comunidad multirracial de esclavos evadidos, desertores y granjeros indignados con el trato recibido del ejército al que se suponía ofrecían su respaldo. Este episodio fue ya tratado en el cine, aunque de
forma encubierta, en la película Raíces de pasión (Tap Roots) que George
Marshall dirigió en 1948. Puede que Gary Ross no sea un gran director, pero es un competente calígrafo para llevar a buen puerto esta empresa, hacerla amena e inteligible y, sorprendentemente, provocar más de una reacción encontrada y controvertida frente al material dramático que tan intensa historia le ofrece; material que por cierto no está sujeto en su integridad a la unanimidad de los historiadores. Ross inició su carrera con dos títulos de corte muy clásico y resolución práctica, Pleasantville y Seabiscuit, para después encargarse del arranque de Los juegos del hambre. Su nuevo trabajo es un film que estéticamente debe mucho a Doce años de esclavitud, mientras con un dominio técnico y narrativo encomiables nos va adentrando en una historia de auténtico terror, ambientado en una Guerra de Secesión dura, cruenta y sucia, a la vez que nítidamente fotografiada para no perder apunte ni detalle. En su tratamiento no duda en mostrar el germen del odio, provocador del terror, tanto allí como en cualquier otra manifestación de terrorismo extrapolable a la actualidad. No hay negro ni blanco, ni siquiera gama de grises, en esta historia en la que ni siquiera queda clara la apariencia heroica del protagonista, en quien asoma también una sed de justicia y venganza que no siempre justifica los medios adoptados. La lucha contra la segregación racial, escenificada no sólo en esta comuna de carácter violento pero también un tanto hippy, sino también en un juicio ochenta años después por matrimonio interracial, y que podría haberse extendido otros ochenta años más a los actuales brotes de violencia entre policías y conductores negros, no centra toda la atención del montaje, que se extiende también a otra cuestión de actualidad, la lucha de los pobres contra el despilfarro y la corrupción de los ricos y los poderosos. Ross maneja todos los recursos con solvencia para convocar todos estos asuntos, dar que pensar e invitar a la reflexión, contando para ello con la impagable interpretación del definitivamente recuperado Matthew McConaughey.
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