sábado, 12 de marzo de 2011

Crónicas del FeMÁS (III)

JORDI SAVALL Y HESPÈRION XXI: UN BÁLSAMO PARA LA FURIA

No es frecuente que en nuestra ciudad se forme a propósito de un espectáculo lo que anoche sucedió en la Sala Joaquín Turina que la Fundación Cajasol tiene en la calle Laraña de Sevilla. Bien es sabido por todos nosotros lo conformista que suele ser el público sevillano, nada que ver con cómo reaccionan desde Despeñaperros para arriba cuando las cosas no funcionan como debieran. Resulta que por un fallo de la organización, tanto del FeMÁS como de la propia sala, las entradas al concierto de Jordi Savall, todo un evento en esta edición del Festival, se vendieron sin numerar, y tan sólo haciendo distinción entre zonas A (patio) y B (balcón), aunque con una diferencia simbólica de precio (20 y 18 € respectivamente), lo que provocó que mucha gente se “colara” en la zona A dejando sin butaca a otras personas que habían adquirido sus localidades en patio. El incidente provocó reacciones airadas, más de lo conveniente en algún caso, con descalificaciones a políticos y prensa incluidas, pero que en cualquier caso exigían justamente una intervención inmediata por parte de la organización. Reacción en hibernación que dio lugar a una intervención del propio Savall, con actitud venerable, invitando a quienes lo desearan a sentarse en el propio escenario, para lo que se habilitaron sillas adicionales. Sorprendentemente sólo unas seis personas subieron al estrado, y en el balcón quedaron veintisiete asientos libres; los desarraigados prefirieron sentarse en escalones o en el propio suelo.

Menos mal que pudo dar comienzo el concierto, que acabó resultando un auténtico bálsamo para aplacar la furia y la tensión existentes. Pero lógicamente al principio los ánimos estaban aún alterados, y se notaba en el público e incluso en los músicos. Pero en un alarde de profesionalidad todo salió adelante y de la mejor manera posible. A integrantes veteranos e históricos de la formación que Savall fundó hace más de treinta años, como el estupendo percusionista Pedro Estevan, el contrabajista Xavier Puertas, el violagambista Sergi Casademunt, y el especialista en cuerda pulsada Xavier Díaz-Latorre, algunos habituales como Savall de nuestro certamen, se les unieron otros recientes como Imke David y el propio Fahmi Alqhai, ambos en la viola de gamba. Por cierto, ¿hasta qué punto resulta ético que el director del festival se autocontrate tanto en este concierto como en el que ofrecerá con su conjunto Accademia del Piacere el próximo fin de semana? Al fin y al cabo es un músico excelente, cuya carrera en un principio la ha labrado en Sevilla, y con el que siempre se ha contado en éste y otros acontecimientos celebrados en nuestra ciudad. ¿Sería por tanto legítimo o conveniente que prescindiéramos de su arte durante todos los años que dirigiera el FeMÀS? Quizás a veces debamos saltarnos protocolos u olvidarnos de ser elegantes e incluso éticos, y perdonar decisiones, e incluso celebrarlas, como ésta.

Desde Savall, primero a la izquierda, hasta Xavier Puertas al violón, todos comparecieron en su cita sevillana

El delicioso programa preparado para la ocasión proponía un paseo por dos siglos y cinco nacionalidades distintas para recrear el sonido de los consort o conjuntos de violas de gamba, y así culminar apoteósicamente la III Semana dedicada al instrumento en el Festival. Que la música resultara balsámica no fue por casualidad, ya que las piezas escogidas ahondaban en demostrar un espíritu apacible y sosegado, desde las muy hermosas composiciones del renacentista John Dowland y el barroco Henry Purcell, a las refinadas danzas venecianas y francesas de la corte de Luis XIII, salpicadas de joyas españolas como la Moresca de Pedro Guerrero o la Corrente Italiana de Juan Cabanilles, con especial hincapié en el arte de la improvisación, que brilló con luz propia en los célebres Canarios con los que terminó la primera parte del concierto, y donde Savall fue capaz de extraer de su vihuela de arco los más inverosímiles timbres y matices. Sin embargo la impresión general fue algo decepcionante, por cuanto no se aprovechó demasiado el juego contrapuntístico del conjunto, sonando todo a solista brillante acompañado de conjunto homogéneo y, eso sí, perfectamente ensamblado, sin que en ningún caso se percibiera el trabajo al teclado de Michael Behringer, lo que unido al carácter en cierto modo monotemático de la noche hiciera que no se tratase exactamente de una velada memorable, como sí ha ocurrido en otras comparecencias del genial músico catalán, cuando se ha presentado con sus portentosos solos de viola de gamba.

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