Protagonista de una vida tan complicada y enrevesada como el más inverosímil de los melodramas que hubiera podido interpretar en su dilatada carrera, Liz Taylor, uno de los rostros más cautivadores y fascinantes de la pantalla de todos los tiempos, falleció hoy martes víctima de una insuficiencia cardiaca. Capaz de combinar los más excéntricos lujos y caprichos con las penalidades más dolorosas, de encandilar con su belleza tanto como con su probado talento como actriz, éste es nuestro homenaje a otro ser humano inmortal que abandona este mundo para sumergirse en el Olimpo definitivo de las grandes estrellas.

Poseedora de un rostro de mujer hermosa y madura ya desde su más tierna juventud, lo que propició que Universal Pictures no renovara su contrato tras debutar en There’s One Born Every Minute, “por no tener cara de niña”, la Taylor contrajo matrimonio hasta en ocho ocasiones, dos de ellas con la misma persona, Richard Burton, formando con él una de las más célebres y tormentosas parejas de Hollywood. Puede que ese compulsivo deseo de casarse tuviera mucho que ver con su educación terriblemente puritana, lo que le impedía mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Si bien esta teoría no casa bien con el hecho de haber sido protagonista de algunos de los más sonados escándalos del mundo del cine, como cuando mantuvo un romance con Eddie Fisher, aún esposo de una de sus mejores amigas, Debbie Reynolds, lo que desembocó en divorcio para los padres de la Princesa Leia y en un nuevo matrimonio para la belleza de ojos violetas; unos ojos realzados con una extraña mutación genética consistente en una doble fila de pestañas. Antes, con sólo dieciocho años, había estado casada, sólo por unos meses, con el magnate de la hostelería Conrad Hilton, con el actor inglés Michael Winding, que le doblaba la edad y con quien tuvo dos hijos, entre embarazos difíciles y cesáreas, y con Richard Todd, el flamante productor de La vuelta al mundo en 80 días y patentador del sistema de proyección en gran formato Todd-AO. Antes de conocer a Burton, éste había sido el gran amor de su vida, con quien tuvo una hija y a quien perdió en un accidente a bordo de su avión privado precisamente llamado Lucky Liz, cuando se disponía a recibir un homenaje en Nueva York; viaje al que ella afortunadamente no le acompañó por encontrarse aquejada de un virus.
En esa ocasión la enfermedad le salvó la vida, pero a lo largo de su vida la salud apenas le acompañó. Una afección ciática mientras rodaba Gigante, una caída en el yate de Mike Todd que le supuso una delicada operación de cadera y pelvis, dos neumonías, una de ellas en su peor momento de popularidad, durante el asunto Eddie Fisher, lo que provocó que el público la perdonara y hasta lograra un Oscar por una de sus interpretaciones menos queridas y que con menos entusiasmo acometió, Una mujer marcada; una traqueotomía durante el accidentado rodaje de Cleopatra, lo que propició que su salario se multiplicase, debido a las condiciones extremadamente beneficiosas que había convenido con la Fox. Problemas de obesidad y alcoholismo, todo ello propiciando una vejez dolorosa y terrible que tocó fin hoy mismo, casi un mes después de celebrar su 79 cumpleaños viendo en televisión, desde su habitación del hospital, los Oscar.
Pero esas no fueron las únicas penalidades de una mujer que llegó a fascinar a personalidades como Howard Hugues, que le prometió un estudio de cine entero si se casaba con él, y que vivió siempre rodeada de los más suntuosos y prohibitivos lujos. Su natural tendencia a codearse con homosexuales y erigirse en su mejor amiga, tuvo que lidiar con el dolor de perderlos sistemáticamente: James Dean, Montgomery Clift, Laurence Harvey, Rock Hudson (cuya muerte le motivó para trabajar altruistamente a favor de los enfermos de SIDA) y Michael Jackson. Experiencias muy dolorosas para un corazón extremadamente sensible y torturado.

Pero sobre todo la recordaremos como la Reina del Nilo, la más fascinante e inquietante Cleopatra jamás llevada al cine, también de la mano de Mankiewicz, por encima de Claudette Colbert, Vivien Leigh, Hildegard Neil y mucho nos tememos que Angelina Jolie. Su entrada en Roma, a los sones de la espectacular y arriesgada marcha de Alex North, constituye uno de los momentos más sublimes de la Historia del Cine, así como el romántico tema de Antonio y Cleopatra ilustra a la perfección a la pareja que se gestó precisamente durante su rodaje, entre ella y Burton.

Primero de los dos especiales emitidos en Pantalla Sonora (Radiópolis, 5 de abril de 2011) en homenaje a Elizabeth Taylor
Descárgatelo en http://www.archive.org/details/PantallaSonoraElizabethTaylor1
Segundo de dichos especiales, emitido el 12 de abril de 2011
Descárgatelo en http://www.archive.org/details/PantallaSonoraElizabethTaylor2
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