jueves, 24 de noviembre de 2011

CICLO LISZT EN EL MAESTRANZA: MIGUEL ITUARTE El calor de la intimidad

Miguel Ituarte, piano
Programa: Sonata en Si bemol Mayor Op.10 (“Hammerklavier”) de Beethoven; Estudios trascendentales S.139 de Liszt. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza
Miércoles 23 de noviembre de 2011

Resulta paradójico que tras recortar todos los “ciclos” programados en el Maestranza a causa de la presente coyuntura, se mantenga dicha denominación a lo que no es sino un par de citas. En el bicentenario del nacimiento del pianista y compositor, celebrado hace justamente un mes, el teatro ha programado en su sala pequeña un par de conciertos pianísticos, ambos a cargo de Miguel Ituarte, aunque en el segundo, programado para el próximo 21 de diciembre, tendrá como acompañante a la soprano Cecilia Lavilla.

La competencia de la Barroca en la Iglesia de la Anunciación, el mismo día a la misma hora, se dejó notar en la sala, habitualmente más concurrida de lo que lo estuvo ayer. Pero algunos preferimos el calor y la intimidad de la propuesta maestrante a la incómoda costumbre de organizar los conciertos de la por otro lado insigne orquesta en espacios fríos y abarrotados por la gratuidad de la entrada.

Ituarte, entregadísimo y excepcional pianista al que hay que conocer, no contento con desplegar los muy difíciles, agotadores y generosos en duración Estudios trascendentales lisztianos, prologó su intervención con la no menos exigente y complicada Sonata Hammerklavier de Beethoven, con la perfecta excusa de que fuera precisamente Liszt quien con su interpretación en público de esta obra maestra pusiera fin a la leyenda de su imposible ejecución. Y tanto empeño puso el pianista vizcaíno en su inclusión de la pieza en el programa, que la precedió de una completa conferencia sobre sus dificultades técnicas y su historial formal. Y es ahí donde dejó sentadas las claves de su manera de abordarla, más preocupado por la forma, los rigurosos estudios historicistas a los que ha sido sometida y los criterios de ejecución que se han ido sucediendo en el tiempo, que en extraer de ella toda la emoción, melancolía y tormento que Beethoven puso en uno de los últimos eslabones de su prodigioso ciclo de sonatas para piano. Ituarte ofreció una ejecución brillante, clara, contundente, enérgica y prodigiosa desde el punto de vista virtuosístico, pero con todos los tópicos de la interpretación contemporánea de una pieza del clasicismo, tosquedad, sequedad y falta de cantabilidad incluidas. No obstante es difícil no expresar sentimiento con su exquisito adagio, y el artista cumplió aunque le faltara también en este caso algo de pasión.

Con menos prejuicios y más soltura abordó los Estudios trascendentales, una obra plenamente romántica a la que Ituarte se acercó con la misma contundencia y energía pero añadiendo unas buenas dosis de sentimiento y expresividad, nunca teñidas de amaneramiento y sin resultar en ningún caso almibaradas. De muy difícil y compleja ejecución también, el pianista sonó brioso y ágil en la Mazappa o la Caza salvaje (Wilde Jagd), evocador en Paisaje y Tormenta de nieve (Chasse Neige), y profundamente sensible y romántico en la impresionante Ricordanza. De estos estudios en principio didácticos, recopilados por Liszt de piezas compuestas por él con anterioridad y por separado, y elevados al conjuntarlos al nivel de la excelencia y la vanguardia de la época, la visión del pianista fue extraordinaria, con gran empuje y clarividencia y pasmosa facilidad para ofrecer una interpretación indiscutiblemente antológica.

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