lunes, 30 de enero de 2012

J. EDGAR Hoover & Clyde

USA 2011 137 min.
Dirección Clint Eastwood Guión Dustin Lance Black Fotografía Tom Stern Música Clint Eastwood Intérpretes Leonardo Di Caprio, Naomi Watts, Armie Hammer, Josh Lucas, Ed Westwick, Judi Dench, Damon Herriman, Jeffrey Donovan, Dermot Mulroney, Denis O’Hare Estreno en España 27 enero 2012

A estas alturas bien es sabido de todos y todas que Clint Eastwood es incapaz de hacer malas películas. Pero eso sí, unas les sale mejor que otras, naturalmente, y ésta se encuentra entre las segundas, las menos logradas a pesar de sus muchas virtudes. La azarosa y compleja vida de uno de los hombres más poderosos de la reciente historia de los Estados Unidos, quien fuera jefe del FBI desde su constitución a finales de los 20 del siglo pasado, hasta su muerte en 1972, pone en bandeja a Eastwood algunos de sus temas favoritos y más recurrentes. El guión está firmado por Dustin Lance Black, que se consolida así en el espinoso tema de las biografías de políticos controvertidos, tras su éxito cosechado con Mi nombre es Harvey Milk, Oscar incluido, y que proviene de una serie de guiones de temática homosexual (El viaje de Jared Price, Pedro), por lo que está claro que su interés radica ahora fundamentalmente en profundizar sobre la condición sexual de cierto sector de los personajes públicos de su país. Está claro que, al margen del tema de la homosexualidad, ya abordado en otro film del director de Sin perdón, Medianoche en el jardín del bien y el mal, a Eastwood le interesan los diferentes temas que integran la vida de J. Edgar Hoover, y que expone de forma clara y ordenada. La lucha contra el comunismo, el gangsterismo, el secuestro del hijo de Lindbergh y los agitados años 60, con los Kennedy y el racismo, son utilizados por el genial realizador para hablarnos de temas muy concretos. La apasionada relación del protagonista con su madre nos retrotrae a la teoría de un Mundo dominado por las mujeres, que mueven sigilosamente y con gran disimulo los hilos de sus agentes, los hombres, algo que ya analizaba con sorprendente habilidad en Mystic River. El inmenso dolor por la pérdida de los hijos y cómo esto nos convierte en zombies, fue tema fundamental tanto en la anteriormente citada película como en El intercambio. Las relaciones románticas de trasfondo amargo y muy melancólico fueron ya objeto de un retrato contundente y certero en Los puentes de Madison, ahora ilustrando la compleja relación entre Hoover y su ayudante Clyde Tolson. La manipulación de los agentes promotores de la vida política, económica y social de su país fueron denunciadas en Banderas de nuestros padres, mientras la soledad es un tema recurrente en toda su filmografía, especialmente en títulos como El jinete pálido, Million Dollar Baby o Gran Torino. Pero si en todas aquellas películas su profundidad y su genio estaban admirablemente presentes, en ésta profundiza mucho menos en todos esos temas, si bien ofrece momentos de enorme valor cinematográfico y pasajes de hondísima inspiración nostálgica y melancólica. Con una excelente dirección artística y una muy intencionada fotografía en tonos ocres y azulados, según la época, fracasa sin embargo en el maquillaje, apropiado y convincente para el protagonista pero decididamente ridículo para su compañero vital y su secretaria, aventajados más de lo necesario y sometidos a una caracterización espantosa. Respetuoso con sus colegas de profesión, Eastwood apenas muestra interés por plasmar la intriga y miseria que rodeó a la utilización por parte del personaje protagonista de sus célebres archivos, donde atesoraba información confidencial de cada uno y una de los personajes públicos y privados que sometía a extorsión para lograr sus fines, algo que ya fue objeto central de un film dirigido por Larry Cohen en 1977, con Broderick Crawford dando vida a Hoover.

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