viernes, 20 de noviembre de 2015

MÚSICA ACRIBILLADA EN EL SEXTO PROGRAMA DE LA ROSS

XXV Temporada de Conciertos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. John Axelrod, dirección. Programa: España, de Chabrier; Escalas, de Ibert; Alborada del gracioso, Rapsodia española y Bolero, de Ravel. Teatro de la Maestranza, jueves 19 de noviembre de 2015

John Axelrod saluda al conciertino Éric Crambes en
otro concierto de esta temporada
La casualidad quiso que este sexto programa de la Sinfónica dedicado a música francesa inspirada en España coincidiese con el obligado recuerdo a las víctimas del terrorismo, particularmente las de París del pasado viernes, con unas palabras de Axelrod celebrando la música y el arte como antídoto contra la violencia. Al consabido minuto de silencio siguió sin embargo, una vez más, el intolerable comportamiento de un sector del público que tose implacablemente y aplaude cuando no debe, acribillando paradójicamente la misma música que instrumentaliza la lucha contra la barbarie.
La exuberancia de la rapsodia España de Emmanuel Chabrier abrió la velada, con una interpretación vistosa y vibrante a la vez que cristalina, si bien la jota fue más brillante que sensual la malagueña; sensacionales trompas y trombones. La página más interesante de la noche, por ser la menos programada, fue Escalas de Jacques Ibert, en la que se aprecia su capacidad para ilustrar imágenes e impresiones como se demuestra en su catálogo de más de ochenta bandas sonoras para películas. Axelrod extrajo de ella una luz y colorido que evocaron perfectamente el paisaje mediterráneo plasmado en la partitura. Tras una acertadamente moderada y seductora Roma-Palermo, Tunis-Nefta sonó misteriosa y contenida, y Valencia alegre y explosiva, sin fisuras ni desatinos en el cuerpo orquestal.
Con los efectivos de la orquesta convocados casi en pleno, las piezas de Ravel encontraron algunos inconvenientes. La Alborada del gracioso fue palpitante y colorista, pero le faltó acidez y una mayor carnosidad. En la Rapsodia española se alcanzó a evocar su atmósfera sensual con una cuerda transparente y voluptuosa que derivó hacia una Feria vistosa pero no ardiente. En el Bolero se apreciaron licencias no siempre afortunadas, como una celesta en diferente tono cuyo desencuentro con las maderas no fue muy acertado; mejores resultaron los tintes rapsódicos del clarinete y el saxo soprano, en una interpretación en conjunto disciplinada, bien contrastada, ritmada y con dinámicas muy trabajadas.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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