martes, 7 de febrero de 2017

BETICÁMARA EN FEBRERO: ROJO Y NEGRO, APASIONADO Y SOBRIO

Concierto de cámara de la Orquesta Bética. María Rosaria D’Aprile, violín. Michael Thomas, viola. Ana Sánchez Barrueco, violonchelo. Tommaso Cogato, piano. Programa: Cuartetos para piano K.478 de Mozart y Op. 26 de Brahms. Espacio Turina, lunes 6 de febrero de 2017

Maria Rosaria D'Aprile
En apenas unos años la violinista italiana Maria Rosaria D’Aprile se ha convertido casi en una imprescindible del panorama musical sevillano, tanto como docente como en este caso intérprete. Actúa frecuentemente junto al pianista, también italiano, Tommaso Cogato, igualmente afincado en nuestra ciudad y con el que de la misma forma hemos disfrutado de su musicalidad, talento y sensibilidad en múltiples ocasiones. Hace unos días la veíamos formando parte de la plantilla de la Barroca para el Concierto de Santo Tomás y ayer ambos comparecieron junto a Michael Thomas y la violonchelista de la Bética de Cámara, Ana Sánchez Barrueco, en la segunda de las muy recomendables citas de cámara con las que la formación nos está amenizando esta temporada.

Con elegantes ropas en riguroso rojo y negro, en perfecta conjunción quizás para potenciar la sensación de apasionamiento y seriedad que acertaron a transmitir con el programa elegido, los cuatro intérpretes hicieron gala de una humildad extraordinaria, la que se necesita para abordar con éxito las dos piezas seleccionadas. Y es que tanto el Cuarteto con piano nº 1 de Mozart como el nº 2 de Brahms exigen tal compenetración y empaste que apenas dan oportunidad para el lucimiento personal y obligan a los músicos a destacar sus matices, giros y colores al unísono, sin vanidades ni impertinencias. Si se consigue se triunfa, y ellas y ellos lo hicieron.

Ana Sánchez Barrueco
Son sin duda dos piezas muy complejas; tal es así que la de Mozart conminó al editor Hoffmeister a liberar al genio de completar otras dos encargadas, debido a la dificultad para venderlas al público aficionado al que iban dirigidas. Sin embargo, los de la Bética lograron un difícil equilibrio psicológico y musical, alcanzando altas cotas de tensión armónica y contraste entre los movimientos más vitales y musculosos y los más dulces y delicados, sin duda fruto de un análisis concienzudo de la partitura. El de Brahms es aún más complicado, y si no se pone imaginación y creatividad puede resultar seco y aburrido. Pero la fantasía con la que lo abordaron D’Aprile y Thomas, el característico y disciplinado trabajo de Cogato y la enorme capacidad de seducción de Sánchez Barrueco, lograron una versión rotunda, introspectiva y a la vez enérgica, sin imposturas ni atisbo de artificiosidad. La única pega, que había poco público y merecen mucha más atención.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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