sábado, 18 de febrero de 2017

HEDI, UN VIENTO DE LIBERTAD Una quimera para el ser humano

Título original: Inhebek Hedi
Túnez-Bélgica-Francia 2016 88 min.
Guión y dirección Mohamed Ben Atia Fotografía Frédéric Noirhomme Música Omar Aloulou Intérpretes Majd Mastoura, Rym Ben Messaud, Sabah Bouzouita, Hakim Boumeddoudi, Omia Ben Ghali Estreno en el Fesitval de Berlín 12 febrero 2016; en Francia 28 diciembre 2016; en España 17 febrero 2017

El título español de esta sencilla y austera película incide en sus límites espacio temporales, inmediatamente posteriores a la primavera árabe en un país tan proclive a la occidentalización como Túnez. Pero su mensaje va mucho más allá, convirtiéndola en una experiencia con la que resulta fácil identificarse aún en nuestra burbuja de supuesto bienestar. El joven protagonista pertenece a una clase acomodada, tiene un trabajo ejecutivo y agresivo económicamente y una boda concertada con la guapísima hija de quien se presume un importante e influyente personaje político. Su vida, en cierto modo muy parecida a la nuestra, se combina con ese fuerte sentimiento religioso que profesan incluso los árabes más acomodados, lo que conlleva unas tradiciones fuertemente arraigadas. Pero al fin y al cabo lo que nos cuenta Mohamed Ben Atia, con la inestimable ayuda de los hermanos Dardenne, cuya huella se percibe perfectamente en sus formas narrativas y su cámara nerviosa, es extrapolable a toda persona que viva bajo unos principios y premisas de los que resulta difícil, aunque no imposible, salirse. Nadie somos completamente libres, aunque unas sociedades sean más permisivas que otras. Ese gran y vertiginoso salto que supondría tomar de verdad las riendas de nuestra vida y nuestro destino, pocas personas se atreven a darlo. Somos esclavos y esclavas de tantas convenciones que apenas nos damos cuenta de ello. La rutina nos ahoga y ni siquiera reflexionamos sobre ello. Hedi necesita una oportuna estancia casi vacacional, coyuntura en la que apreciamos lo más parecido a una libertad absoluta, propiciada por un viaje de negocios justo antes de esa boda concertada, para darse cuenta de lo que verdaderamente ansía en la vida, profesional y, sobre todo, sentimentalmente. Los mayores aciertos de este ensayo sobre la libertad, o más bien sobre la falta de ella, los encontramos en los personajes femeninos. Que sea ella el espíritu libre que abra los ojos al protagonista, y que la futura esposa sea bella y encantadora, no son elementos al azar, sino eslabones muy pensados y matizados para que el espectador medio comprenda el verdadero valor de la libertad, esa que lleva a las personas más vitales y arriesgadas a superar las barreras de las convenciones, las que nos han impuesto desde muy arriba para controlarnos y conseguir así ese poder absoluto que ha convertido desde siempre al hombre en el más nauseabundo y execrable ser que existe sobre la tierra. En Berlín supieron entenderla y la reconocieron como mejor ópera prima y mejor actor, un Majd Mastoura que concentra en su mirada taciturna todo el estupor que le provoca no ser capaz de dar ese salto mortal, mientras en la Seminci simplemente se paseó por la sección oficial.

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