lunes, 6 de febrero de 2017

CINE ESPAÑOL EN SALA DE RECUPERACIÓN Impresiones de una gala de los Goya vista desde las gradas

Fotos: Luis Pascual

Penélope mira altivamente, porque ella puede
Volvió a repetirse: la gala no gustó por igual a todos y todas. Desde casa mucha gente la encontró aburrida, mientras otra disfrutó con el siempre ágil y dicharachero Dani Rovira, aunque su protagonismo se viera en cierto modo mermado en una propuesta que dio menos espacio a sus intervenciones. El espectáculo mudó al auditorio del Hotel Marriott de Madrid, con aforo considerable pero un escenario tan reducido que dio poco margen para la escenografía y el movimiento de los presentadores y presentadoras. La Film Symphony Orchestra no ayudó precisamente a ampliar ese margen de movimiento, aunque su intervención en la gala fue todo un acierto. La música tuvo un importante papel en esta trigésimo primera edición de los premios de la Academia, y eso siempre es de agradecer, aunque no siempre los temas elegidos fueran los más acertados. El problema principal de los Goya para no gustar a un amplio sector de la audiencia es que ni se han visto las películas ni se conocen a las supuestas estrellas, por eso con los Oscar pasa lo contrario, debido a la invasión de cine americano que desde siempre oprime nuestra industria.

La reina de España y el rey de Cannes
Figúrense que incluso en la alfombra roja había reporteros, gráficos y redactores, que no conocían a muchos de los actores y actrices que posaban como divinidades, algo que se repetía también en sala de prensa y aledaños. Y eso que gente como Almodóvar o Penélope Cruz mostraron toda su disposición para atender sin discriminación a todos los medios. El primero mostró su satisfacción por presidir el jurado del próximo Festival de Cannes, mientras ella estaba entusiasmada por coincidir con tantos y tantas compañeras con las que ha trabajado en su etapa más española. Afortunadamente atrás quedaron aquellas primeras ediciones en las que se podía recoger un Goya en camiseta, pantalones roídos o incluso en pijama. Hasta Alberto Rodríguez y Rafael Cobos, que aquí cuando recoge premio al mejor guión habla un poquito más que en los premios de su tierra, los Asecan, iban bien arregladitos. La etiqueta manda y hoy todas y todos lucen, cada cual en su estilo, dignificando la que debe ser la gran noche del cine español.

Anna Castillo besa su Goya
Sobre la alfombra deslumbraron la ya citada Pe, Amaia Salamanca, Leonor Watling, la flamante ganadora del premio a la mejor actriz revelación Anna Castillo, Paz Vega, Laura Sánchez o la homenajeada Ana Belén, que acudió acompañada de su marido, Víctor Manuel, y su hija Marina, y que ofreció un discurso leído más rancio de lo esperable en una mujer de su talento. Por cierto, Anna Castillo estaba alojada junto a nuestra habitación, y al salir coincidimos, momento que aprovechamos para decirle que le darían el Goya seguro, y acertamos. Entre ellos triunfaron Miguel Ángel Muñoz, el director de orquesta Pablo Heras Casado o el actor catalán Marc Clotet. Mientras el mayor desatino lo cometió Álex García con un modelo estrafalario que no hacía justicia a su porte; quizás le informaron que este año no iría Óscar Janeada y decidió ser él quien diera la nota. Dani Rovira había decidido el año pasado no volver a presentar la gala, debido a los injustificados ataques de que fue víctima en las redes sociales, especialmente en twitter. Pero finalmente claudicó y eso le pasó factura con unas intervenciones más comedidas y menos frescas; ni siquiera el tan socorrido recurso de los títulos de películas hilados le quedaron bien, algo que repitió Víctor Manuel San José en la canción Porque somos lo que somos, especialmente compuesta para la ocasión, y que interpretaron con elegancia Manuela Vellés y demasiado temperamento y estridencia Adrián Lastra.

El fotógrafo, Luis Pascual, adora a
Leonor Watling, la voz de Marlango,
bella y polifacética
Aun así, Rovira soltó perlas como que Tarde para la ira se conocía en España como Sálvame, que estudiaba inglés para no ser presidente del país, que los ganadores en categorías cortometrajistas y documentalistas subían en equipo porque eran los únicos de la profesión que no cobraban y por lo tanto trabajaban con mayor pasión, o que con El hombre de las mil caras Alberto Rodríguez por fin había salido de Andalucía. Además bromeó con el deficiente castellano de Yvonne Blake, toda una leyenda del vestuario en el cine, que vive y trabaja en nuestro país y ejerce desde hace apenas unos meses la labor de Presidenta de la Academia. Y como ella fue la responsable del vestuario de Christopher Reeve en Superman, Rovira no dudó en disfrazarse del héroe en un momento determinado, al igual que hizo al calzarse unos tacones en homenaje a una mujer por la que de nuevo se reivindicaron más y mejores papeles. Entre lo más acertado su comentario sobre que la cultura es necesaria, porque nos ayuda a conocernos mejor y saber cómo sentimos.

Martínez-Orts "Matrix"
Constantino Martínez-Orts lleva años paseando su Film Symphony Orchestra, radicada en Valencia, por toda la geografía española, con programas de música de cine popular, es decir mayoritariamente americana, que tanto se demanda y tan poco se programa. A Sevilla ha venido varias veces, siempre a Fibes. Sus composiciones originales, de tono épico y melódico, amenizaron las entradas y salidas de artistas, y se completaron con la Suite de Augusto Algueró, la sintonía de los Goya de Antón García Abril y el Canto de los pájaros que inmortalizó Pau Casals y recreó magníficamente Iagoba Fanlo al violonchelo mientras por la pantalla desfilaba la gente de cine que nos ha dejado en este último año. La interpretación de las bandas sonoras originales nominadas fue otro de los platos fuertes de la orquesta, dejando claro que la profesión de músico de cine en España está pasando por su mejor momento. El año pasado Lucas Vidal ganó por partida doble, este le ha tocado el turno a Fernando Velázquez por la emotiva música de Un monstruo viene a verme, y ambos, junto a Iglesias, Baños o Navarrete, trabajan asiduamente en Hollywood.

Raúl Arévalo, cuatro importantes Goyas para su ópera prima
En cuanto a los premios es ya tradicional que unos pocos títulos copen la mayoría de las nominaciones, lo que produce la penosa sensación de que se ha hecho poco cine a lo largo del año en nuestro país. Y es que son muchos los títulos que sólo se pueden ver en festivales o canales autonómicos de televisión, debido a una cartelera saturada por una serie de títulos que los exhibidores nos obligan a ver como si fueran imprescindibles. Ni siquiera la triunfadora del Festival de Málaga, Callback, que no ha conocido aun estreno en Sevilla, figuró en estos Goyas que solo bendicen lo que ya ha triunfado en taquilla. Así ocurrió lo previsible, que Un monstruo viene a verme acaparó todos los premios técnicos, así como el de mejor director, categoría en la que J.A. Bayona no tuvo que competir con Raúl Arévalo, que ya ganó previamente el premio al mejor director novel por su estupenda Tarde para la ira, la otra gran triunfadora de una noche que marginó la mejor y más delicada película que sobre el dolor hemos visto en mucho tiempo, Julieta de Pedro Almodóvar.

Dos Goyas para Emma
Emma Suárez sí se llevó el Goya a la mejor actriz e hizo doblete, la gran sorpresa de la noche, como mejor actriz de reparto por La próxima piel, repitiendo la proeza que protagonizó Verónica Forqué en los premios del 87 con La vida alegre y Moros y cristianos. Antes de comparecer ante la prensa la emoción le hizo darse la vuelta y esperar hasta contener las lágrimas. Entre bambalinas confesó que para preparar estos dos papeles, que coinciden en mostrar a una madre privada de su hija e hijo respectivamente, aunque por razones bien distintas, pensó en cosas que le hicieron sufrir mucho en la vida. Roberto Álamo repitió al recoger su premio por Que Dios nos perdone, el discurso que dio en el Maestranza cuando le dieron el Forqué, pidiendo más y mejor trabajo para actores y actrices, sobre todo en paro, y a los periodistas nos aseguró que la primera persona en la que pensó al recoger el premio era su madre.

Ana Belén, Historia del Cine Español
Ana Belén demostró que los discursos leídos son aburridos y que su sentido del humor se ha vuelto rancio, incluido el rollo de la botellita de agua para no quedarse seca entre tanta palabrería (bien) leída. El montaje visual que precedió su homenaje no hizo justicia a su espléndida carrera, pero por fin pudo desquitarse de esas cinco ocasiones en que fue nominada y no ganó el Goya. Ya en la fiesta posterior en los salones del Marriott, Manolo Solo exhibió su exultante felicidad y nosotros le trasladamos nuestra satisfacción porque un actor de nuestra capital ganara tan preciado premio (actor de reparto por Tarde para la ira). La mayoría de los premiados abandonaron pronto la fiesta porque según confesaron tenían muchas ganas de compartir su felicidad con sus seres queridos. Algunas de las personas premiadas imploraron a la prensa, siempre con amabilidad y emoción, que les dejaran llamar a sus seres queridos. En fin, los discursos oficiales volvieron a ser triunfalistas y esperanzadores, cantinela que se repite todos los años, y así todos y todas fuimos invitados a ir a ver unas películas españolas que, para ser justos, cada vez intentan más ser comerciales y conectar con un público mayoritario.

Versión combinada de los artículos publicados en la web y en la edición impresa de El Correo de Andalucía el 6 de febrero de 2017

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