domingo, 2 de diciembre de 2018

LA BELLEZA DE FLORISTÁN, BARRAGÁN E IONITA

Juan Pérez Floristán, piano. Pablo Barragán, clarinete. Andrei Ionita, chelo. Programa: Papillons Op. 2, Romanzen Op. 94 y Fantasiestücke Op. 73, de Schumann; Sonata para clarinete y piano Op. 120 nº 2 y Trío Op. 114, de Brahms. Teatro de la Maestranza, sábado 1 de diciembre de 2018

Según una praxis muy extendida, no está bien visto que quien se encarga de escribir las notas del programa de mano de un concierto, lo que en cierto modo le implica en él, no debe hacer una reseña del mismo. Sin embargo puedo asegurar que me siento completamente libre de prejuicios y compromisos cuando me decido a escribir esta o cualquier otra reseña, y que debido a la excelsitud del caso, no podía dejar la ocasión de compartir mi impresión al respecto. Lo que anoche pudimos experimentar en el Teatro de la Maestranza excede considerablemente nuestras expectativas, y vaya si veníamos avisados ante el excelente sabor de boca que nos habían dejado Barragán y Floristán en tantas ocasiones anteriores en las que hemos podido disfrutar de ellos en su propia tierra. Todo un orgullo por lo tanto que demuestra cuánto talento joven ha emergido en Sevilla desde que por aquí recalan proyectos tan valiosos como los que ofrecen nuestras orquestas, la Universidad o la Fundación Barenboim-Said. Estamos de enhorabuena, sumergidos en un sueño encantador del que imploramos no salir y que el nivel de entusiasmo y excelencia que nos está demostrando esta juventud imparable no decaiga.


Sorprende por ello que entre el público se divise tan poco profesorado de estas instituciones, y aún peor, que con todas las facilidades que ofrece el teatro, no acuda más juventud que curse estudios musicales a estos eventos imprescindibles para su aprendizaje y enriquecimiento. Y ahora personalizo, que es algo que normalmente no me gusta hacer, pero es que recuerdo que siendo yo joven y habiendo desaprovechado la ocasión que me brindaron mis padres de aprender a tocar el piano y la guitarra, mi afición por la música y otras disciplinas artísticas me llevaba a invertir mi paga semanal en entradas para la entonces escasa oferta que teníamos en nuestra ciudad. El profesorado de nuestros conservatorios debería encontrar la manera de motivar más a su alumnado para que no pierdan la ocasión de asistir a eventos tan imprescindibles como el que anoche nos brindaron el pianista sevillano Juan Pérez Floristán y el clarinetista marchenero Pablo Barragán, a los que se unió otro gran amigo, el violonchelista rumano Andrei Ionita.

Aún con la respiración contenida y casi con lágrimas en los ojos, y mientras escucho el excelente registro que han grabado para el sello Ibs Classical, y que contiene las piezas de Brahms que interpretaron anoche, he de reflejar aquí la enorme belleza de la que fuimos testigos en una comparecencia única e irrepetible. Floristán introdujo con gran elocuencia y saludable desparpajo el programa a interpretar, y a partir de ahí se siguió en una primera parte dedicada a Schumann un discurso musical tan coherente como emotivo. El pianista destiló fuerza, empuje y a la vez una enorme delicadeza en su lectura de los muy melódicos y danzables Papillons, y antes de terminar ya se había incorporado Barragán para juntos ofrecer unas Romanzas Op. 94 en las que el clarinete hizo gala de una enorme expresividad, facilidad en el sutil fraseo y generosa cantabilidad. De continuo, mientras abandonaba el escenario se incorporaba Ionita, y con la permanente complicidad de Floristán, destilaron unas Fantasías Op. 73 de calidades liederísticas, expresadas con la misma exquisitez y brillantez que el resto del programa. Las sensaciones se acentuaron aún más con las dos magistrales páginas que interpretaron en la segunda parte, un Brahms con el que celebraban la doble amistad que les une a ellos y a los dos compositores en los atriles. La sedosidad tanto del clarinetista como del chelista, sus transparentes y elocuentes fraseos, así como su generosa flexibilidad, acompañadas de un siempre preciso Floristán, tan respetuoso con sus compañeros como personal en sus intervenciones, jamás como un mero acompañante sino como el perfecto vértice de un triángulo al que Brahms regaló impagables oportunidades de lucimiento, lograron una sonata para piano y clarinete de rutilantes inflexiones dramáticas y un trío de avasalladores colores e impresiones sentimentales. La propina, un arreglo del propio Floristán para trío de una de las danzas argentinas de Ginastera, colmó nuestra capacidad de asombro y estremecimiento. Música de cámara servida de la mejor forma y en las mejores manos.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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