lunes, 17 de diciembre de 2018

ROMA El color de la nostalgia en formato doméstico

México-USA 2018 135 min.
Guión y dirección Alfonso Cuarón Fotografía Alfonso Cuarón y Galo Olivares Intérpretes Yalitza Aparicio, Marina de Tavira, Marco Graf, Diego Cortina Autrey, Carlos Peralta, Daniela Demesa, Nancy García García, Verónica García, Andy Cortés, Fernando Grediaga, Jorge Antonio Guerrero, José Manuel Guerrero Mendoza, Latin Lover, Zarela Lizbeth Chinolla Arellano, José Luis López Gómez Estreno en el Festival de Venecia 30 agosto 2018; en Estados Unidos 21 noviembre 2018; en España 5 diciembre 2018; en Internet 14 diciembre 2018

Además de sus incontestables valores artísticos, Roma destaca por suponer una alarma para quienes amamos el cine en el cine. La película del año, como premios y críticos se atreven a aventurar, se ha estrenado en televisión y otras plataformas digitales a través de su productora Netflix. Cuarón ofreció la oportunidad de estrenarla una semana antes en los cines que lo solicitaran, pero la oferta ha tenido escasa repercusión frente al temor de los exhibidores de que su emisión en pantallas domésticas aminore considerablemente sus beneficios en taquilla. Un razonamiento que para nosotros es ridículo, puesto que el público al que va dirigido este tipo de cine es más propenso a ver películas en pantalla grande, acompañado de más gente y manteniendo vivo el ritual, que verlo en pantallas de televisión, por grandes que éstas sean, y mucho menos en móviles o tablets; eso sin contar que no todas las familias acceden a esa plataforma digital. Nos encontramos por lo tanto ante un secuestro en toda regla. En España sólo cinco salas en tres ciudades, incluida Málaga, la exhiben como debe ser, mientras el resto nos hemos tenido que conformar con disfrutar de su suntuosa puesta en escena, su luminosidad y su grandeza visual y auditiva en casa, con menos concentración y sin apreciar su formato panorámico en todo su esplendor. Sería la primera vez que la posible película de los Oscar, flamante ganadora del León de Oro en Venecia, donde se bautizó en septiembre pasado, no se exhibiera en cines por la vía tradicional, generando así un peligroso precedente que irá acabando poco a poco con la magia del cine. Y es precisamente de esto de lo que trata la cinta, de magia, de la magia de la vida, de la que practica el profesor Zovek, a quien incorpora Latin Lover, el más célebre luchador profesional de México, a quien muchos en su país consideran el nuevo Houdini, y que en la película simboliza esa magia vital, inocente e infantil a la que hacíamos referencia y que enmarca este sobrio y poético canto a las mujeres que personifican nuestra educación. Para quienes hemos tenido una infancia cómoda y burguesa en esos mismos años setenta, es fácil identificarse con el universo en blanco y negro que propone el director de Hijos de los hombres y Gravity. Su madre y su tata, Marina de Tavira y una espléndida y luminosa Yalitza Aparicio, definen esa infancia y esa educación. Dos mujeres condenadas a la soledad, marginadas por los hombres y sometidas cruelmente a su antojo en un entorno hostil, el de la esclavitud del pasado reciente para la asistenta, y el de las convulsas movilizaciones estudiantiles que siguieron a la matanza de estudiantes por ejército y paramilitares en Tatlelolco para las dos. Pero lo que emerge entre decepciones y tragedias es la ilusión de la vida por delante, los recuerdos de la infancia, de las mujeres que la protagonizaron, y de todo aquello que no encajaba en su universo, como el pretencioso auto norteamericano que invade aunque apenas encaje en el garaje. Cuarón rueda con mimo y esmero tanto la rutina diaria de la indígena, sus domingos ilusionada con el amor en la oscuridad de un cine antiguo, y su voluntad de proteger a la familia a la que sirve. De la misma forma se detiene en esos episodios políticos y sociales que le rodearon en esa época, y nos invita a sumergirnos en el México de aquel momento con todo lujo de detalle y una dirección artística encomiable. Rodada en castellano y mixteco, con alguna incursión en inglés que introduce la influencia del país vecino en la sociedad alto burguesa de la ciudad, y de la que el barrio de Roma es todo un exponente, llama la atención la fuerza visual de la película, su luminosidad y su vistosidad, que dan al conjunto esa ilusión por el pasado, la felicidad de la infancia y la nostalgia de que nada de eso vaya a volver y de que sus personajes, afortunados y desdichados, sólo habiten la memoria, como fantasmas en un escenario, repetimos, mágico. Cuarón, que se ha curtido desde el inicio de su carrera tanto en cine como en televisión, mezcla ambos formatos estrenando en una plataforma que no es precisamente la ideal para degustar con mayor placer su propuesta. Quizás por eso, y a pesar de todos sus logros e impresiones apuntadas, no alcanzo a emocionarme más con los recuerdos del director, y se lo achaco al inconveniente de verla en una pantalla colgada en mi salón, en plan doméstico.

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