jueves, 14 de marzo de 2019

RECITAL LÍRICO: LA MONOTONÍA EXPRESIVA DE ORTEGA Y JIMÉNEZ

Ciclo de conciertos lírico-poéticos “…y cruzaste el umbral de un mundo mágico” de Producciones Odeón. Almudena Ortega, soprano. Eugenio Jiménez, tenor. Franco Cavalleri, piano. Programa: Obras de Fauré, Rossini, Hahn, Bellini, Villa-Lobos, Tosti, Strauss, Sorozábal, Chapí y Moreno Torroba. Espacio Turina, miércoles 13 de marzo de 2019 La monotonía expresiva de Ortega y Jiménez

Desde su feliz recuperación, el Espacio Turina ha multiplicado considerablemente su oferta, alternando fundamentalmente clásica, jazz y flamenco, a los que añade otras disciplinas dramático musicales, como el pop y la zarzuela. La iniciativa pública que lo sustenta y la privada se dan la mano en este nuevo e ilusionante proyecto que cada vez cuenta con mayor afluencia y respaldo del público. Producciones Odeón forma parte de la segunda, con propuestas teatrales y conciertos de música, así como lecturas y cursos, que forman parte de su recorrido desde hace ya quince años. Cuatro son los programas diseñados para dar forma a este ciclo con título tomado de Luis Cernuda, con participación entre otros de artistas instalados en la cultura local como el pianista Tommaso Cogato, el actor Roberto Quintana o el tenor Eugenio Jiménez. También el reciente Amadeus que pudimos disfrutar hace un mes en el Lope de Vega de la mano de la Sinfónica es una producción de esta empresa sevillana.
 
Esta tercera entrega del ciclo convocó a la soprano vasca Almudena Ortega, al incansable tenor Eugenio Jiménez, que no para desde hace unos meses entre representaciones teatrales, lecturas dramatizadas para la ROSS y recitales líricos en el Turina, y al joven pianista uruguayo afincado en San Sebastián Franco Cavalleri. Se presentaron con un muy atractivo programa con el que recorrieron un siglo de canción y romanza a lo largo y ancho del continente europeo, con escalas en la mélodie francesa, la arietta y la canzone italiana, la canción en portugués, el lied alemán y la zarzuela española. Lástima que tanto ella como él abordaran el suculento menú con una notable monotonía expresiva que malogró las amplias posibilidades de la propuesta. Jiménez posee una voz amplia y potente de registros demasiado agudos y recursos insuficientes a la hora de modular y afinar; de hecho perdió en más de una ocasión el tono y mostró en general una alarmante rigidez expresiva que fue más evidente en las modulaciones del bel canto a las que le obligaban las piezas de Rossini y Bellini, aunque fue con éste último con quien exhibió mejores cualidades y resultados. Su faceta como actor no lució en sus intervenciones solo o junto a Ortega en los números de zarzuela propuestos.
 
Como monitora de pilates que es, y sabemos lo dura que es esta disciplina deportiva, Almudena Ortega aprovecha el trabajo de diafragma para proyectar su voz con más holgura y libertad, y lo consigue, manteniendo una línea de canto homogénea y desahogada, aunque con inclinación a potenciar los agudos hasta el punto de que sacrifica delicadeza y matización en melodías tan emotivas como Au bord de l’eau de Fauré, que evoca la vida contemplativa con suavidad y elegancia, o en el sensacional Allerseen de Strauss. Sí recreó con firmeza y elegancia A Chloris, ese particular homenaje de Reynaldo Hahn a Bach, y se lanzó a las canciones de Villa-Lobos con un poco más de salero. Lo que sí descuidaron mucho ambos cantantes fue la vocalización, una lástima frente a tal riqueza de idiomas y poemas musicalizados. Los dúos y romanzas de zarzuela, con especial parada en Luisa Fernanda de Moreno Torroba, resultaron bastante dignos, aunque a nivel dramático acusaron también una notable falta de expresividad; aun así la Mazurca de las sombrillas se resolvió con encanto y elegancia, que se repitió en el Vals de La viuda alegre que interpretaron como propina en castellano. Quien sí consiguió adaptarse a cada estilo, ofreciendo una lectura sensible y matizada de cada pieza, fue el pianista Franco Cavalleri, que además exhibió habilidad y talento para compenetrarse con las voces y adaptarse a sus exigencias. Lástima que el afán de aplaudir malograra el final de cada pieza, sin dejarlas respirar.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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