viernes, 17 de mayo de 2019

EL ESPÍRITU COMBATIVO DE ANDREAS KÖNIG

Andreas König, piano. Programa: Estudios Op. 25 nº 1 y 2 y Op. 10 nº 3, de Chopin; Miroirs, de Ravel; Reminiscencias de Don Juan, de Liszt a partir de Mozart.
La Casa de los Pianistas, jueves 16 de mayo de 2019

No nos cansamos de cantar las excelencias de un proyecto tan ilusionante como el que promueve Yolanda Sánchez en la calle Cano y Cueto, en pleno corazón histórico de Sevilla. Por eso nos extraña que tras nueve meses de su apertura La Casa de los Pianistas aún no haya encontrado su público, entre tantos melómanos que han permitido que espacios como el Maestranza, el Turina, Ingenieros o la Cartuja disfruten habitualmente de entradas considerables. Desde aquí hacemos un nuevo llamamiento para evitar que este necesario empeño languidezca y tengamos que lamentarlo cuando ya sea tarde.
 
Entre otras cosas, como su carácter docente y divulgativo o constituir un punto de encuentro entre músicos e intérpretes consagrados y primerizos, la labor de este proyecto sirve para descubrir talentos que de otra manera permanecerían ocultos a nuestros sentidos. Intérpretes que merecen la popularidad y el reconocimiento que otros disfrutan, pero que por razones coyunturales o de mera fortuna permanecen cerca del anonimato. Es el caso de Andreas Kónig, pianista alemán afincado en Madrid, que acudió a la sala Martha Argerich por segunda ocasión y volverá a actuar allí esta noche. König tuvo que compartir su talento con apenas una frustrante docena de oyentes, lo que sin menospreciar su carácter íntimo y directo, no deja de ser un desacierto para el intérprete y la ciudad. Su probada elocuencia, trabajada a lo largo de una carrera en la que simultanea conciertos y conferencias, sirvió para contextualizar e introducir las sensacionales piezas que integraron el programa que hoy repite en la misma sala y que aconsejamos apunten en sus agendas.
 
Un pianismo contundente y decidido
 
No es un pianista delicado ni ligero, todo lo contrario. Su espíritu combativo se refleja en un pianismo contundente, decidido y fuerte, que no escatima en virtuosismo, control exhaustivo de la técnica y un nivel de sensibilidad que sin resultar amanerado ni estridente, consigue conectar con el público y transmitir las intenciones y sentimientos de los autores convocados. Sin partituras, König abordó un programa exigente en el que de nuevo triunfó el maridaje entre romanticismo e impresionismo, con páginas de Chopin y Liszt que combinó con Ravel con sensibilidad pero sin sensiblerías ni cursiladas. Logró aunar a la perfección melodía y dominio técnico en los Preludios de Chopin, atacando con vigor y decisión los muy vertiginosos, juveniles y arpegiados 1 y 2 del opus 10, de los que solo podemos reprochar alguna estridencia en sus numerosos trinos, y con calidez, madurez y amplio sentido del lirismo el archipopular número 3 del opus 25.
 
Liszt se reveló como complemento ideal de estos preludios que el compositor polaco dedicó a él y a su pareja. Una de sus fantasías operísticas, la que compuso a partir de Don Giovanni de Mozart, sirvió en el tramo final del concierto para exhibir fuerza arrebatadora en una pieza que se considera muy exigente técnicamente, tanto como sus Estudios trascendentales. Este particular viaje por las aventuras y desventuras del conquistador sevillano se saldó con una enorme capacidad para captar nuestra atención, guiándonos con una perfecta narrativa por los infernales duelos y tormentos del protagonista, los gráciles devaneos seductores de La ci darem la mano y los aires festivos de Fin ch’han dal vino. Antes, con Ravel y sus Espejos, König logró una estupenda evocación de los inspiradores paisajes propuestos por el compositor francés. Dedicadas a algunos de los miembros del grupo vanguardista Los Apaches, entre ellos al pianista catalán Ricardo Viñes, que lo estrenó a principios del siglo XX, Miroirs es un prodigio de color y textura que Kónig defendió también con decisión, sin dejarse arrastrar por tendencias preciosistas y permitiendo concebir en el oyente todo el caudal de imágenes y sensaciones que proponen las cinco piezas que integran esta suite. Tras unas muy cromáticas Noctuelles, se atrevió con una lectura intrigante y oscura de Oiseaux tristes y un muy balanceado y melancólico viaje en Une barque sur l’ocèan. Después se mostró racial y contundente en una morosa Alborada del gracioso que permitió apreciar todos sus matices y detalles, para terminar recio y elegante con La vallée des cloches. Como propina brindó una hermosa y equilibrada recreación de Granada de la Suite Española de Albéniz. Recuerden, esta noche de nuevo con idéntico programa.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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