miércoles, 23 de septiembre de 2020

SIN OLVIDO Tan necesaria como discutiblemente planteada

Título original: Tlmocník
Eslovaquia-República Checa-Austria 2018 113 min.
Dirección
Martín Sulík Guion Martín Sulík y Marek Lescák Fotografía Martín Strba Música Vladimír Godár Intérpretes Peter Simonischek, Jirí Menzel, Zuzana Mauréry, Anna Rakovska, Eva Kramerová, Réka Derzsi, Anikó Varga Estreno en el Festival de Berlín 23 febrero 2018; en Eslovaquia 1 marzo 2018; en España 18 septiembre 2020

Esta aplaudida película parte de dos premisas disparatadas. Por un lado un hombre de ochenta años busca al oficial de la Gestapo que mató a sus padres durante la Segunda Guerra Mundial con la intención de matarlo, esperando por lo tanto que todavía esté vivo (¡). Y por otro, encuentra al hijo de éste, un vividor y ligón de setenta años, aunque si hacemos bien las cuentas debería tener más, que iniciará junto al octogenario un viaje por Eslovaquia en busca de supervivientes y familiares de las barbaridades de su padre, descubriendo entonces los horrores que todos y todas conocemos desde siempre, sin necesidad de una relación directa con los agentes del genocidio.

Vale que todo sirva como símbolo contra el olvido, como muy bien adelanta su título en español, entroncando así con nuestra propia historia, bloqueada en perjuicio de las víctimas del franquismo por indecencia de sus herederos, aposentados en partidos políticos que se jactan de ser democráticos y deniegan devolver la dignidad y la memoria a quienes tanto sufrieron durante nuestra Guerra Civil y los cuarenta infames años que le siguieron. Por una vez un acierto de nuestros distribuidores, despreciando así el más convencional The Interpreter con el que la cinta se ha distribuido internacionalmente y que supone la traducción literal del título original. Por cierto, que el valioso testimonio El silencio de otros se acaba de alzar con dos Emmys, al mejor documental y mejor documental político, toda una hazaña para el cine español y una recompensa muy merecida.

Martin Sulík acierta como director y guionista a la hora de definir dos personajes que representan tan acertadamente los dos antagonistas de una infamia aun no corregida. Peter Simonischek, que saltó a la fama hace unos años por su papel protagonista en Toni Erdmann, representa esa generación inmediatamente posterior al genocidio y la partición de Alemania que prefirió mirar para otro lado y negarse al dolor que una situación sin precedentes debió infligir al pueblo en su totalidad. El célebre director checo Jiri Menzel, responsable de la inolvidable Trenes rigurosamente vigilados y otras películas más recientes como Yo serví al rey de Inglaterra, casualmente fallecido hace apenas unos días, se presta aquí a dar vida al entrañable y diezmado hijo de las víctimas, un personaje gris que ha vivido una vida triste y convencional, cuyos frutos han sido educar a su hija en la solidaridad y la generosidad, pero marcado para y desde siempre por una crueldad existencial durísima de digerir.

A partir de ahí los dos mayores se embarcan en un viaje, provocando que la cinta se convierta en una road movie con puntuales destellos de comedia, en la que se suceden episodios que pretenden sumar símbolos al conjunto pero que a menudo no aportan mucho material dramático. Sirve quizás para despertar conciencias dormidas y reivindicar una justicia que aún no ha llegado para los millones de damnificados por los regímenes autoritarios de los cien últimos años, pero su inconsistencia dramática le perjudica, tratándose de detalles que hubieran sido fáciles de pulir y que encuentran su grado más insolente en un final desconcertante e inadecuado. Bravo por el trabajo de los dos protagonistas, y bravo por las buenas intenciones, su oportunidad y conveniencia, pero un mayor cuidado de los detalles hubiera quizás derivado en una mayor y más adecuada carga emocional.

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