sábado, 30 de septiembre de 2023

CERRAR LOS OJOS Pura emoción para amantes del cine y la vida

España-Argentina 2023 169 min.
Dirección
Víctor Erice Guion Víctor Erice y Michel Gaztambide Fotografía Valentín Álvarez Música Federico Jusid Intérpretes Manolo Solo, José Coronado, Ana Torrent, María León, Soledad Villamil, Petra Martínez, Mario Pardo, José María Pou, Juan Margallo, Helena Miquel, Antonio Dechent, Dani Téllez, Venecia Franco, Rocío Molina Estreno en el Festival de Cannes 22 mayo 2023; en Francia 16 agosto 2023; en España 29 septiembre 2023

Es cierto que entre El espíritu de la colmena y El sur pasaron diez años sin que Víctor Erice presentara ningún otro trabajo. Pero también que antes de debutar en solitario con la que muchos consideran la mejor película española de todos los tiempos, el director ya había dirigido el mediometraje Los días perdidos y el largometraje compartido con otros cineastas (Claudio Guerin y José Luis Egea), Los desafíos. Lo que no es cierto es que Cerrar los ojos constituya el regreso de Erice a la dirección tras el documental El sol del membrillo que dedicó al pintor Antonio López en 1992. Después ha seguido trabajando e indagando en el cine como lenguaje de vida que tanto le fascina e inquieta, en una serie de cortometrajes y documentales, así como en otro trabajo conjunto, Ten Minutes Later, en el que compartió cartel con nada más y nada menos que realizadores de la talla de Werner Herzog, Chen Kaige, Aki Kaurismaki, Spike Lee, Wim Wenders y Jim Jarmusch… cine de autor en estado puro. Eso es lo que le ha caracterizado durante toda su vida, y sin embargo con este último trabajo demuestra que es capaz de reciclarse y adaptarse a nuevos tiempos en los que el cine se ha vuelto más asequible, especialmente en nuestro país, incluso cuando proviene de cineastas tan apasionados y comprometidos como él. Consciente de esa necesidad de conectar con el público, viste su película del género que más pasiones levanta, y que Hitchcock convirtió en enciclopedia cinematográfica, la intriga y el misterio, el que rodea a la desaparición de una estrella de cine dejando inacabada su última película. Un recurso que nos lleva a otros grandes como Billy Wilder (Fedora) u Orson Welles (Ciudadano Kane).

En este sentido un reciente trabajo junto a Abbas Kiarostami, Correspondencias, da también la clave de este reciclaje, como hizo el autor de El sabor de las cerezas cuando se enfrentó a su trabajo más convencional, y no por ello menos interesante, Copia certificada. Del mismo modo, un documental también reciente, La mort rouge, abre los ojos de nuevo a un niño cuando experimenta su primera película en una sala de cine; los mismos grandes ojos que Ana Torrent abría en El espíritu de la colmena cuando descubre Frankenstein, y los de cuantos redescubren la experiencia en un cine abandonado de una pequeña localidad rural a la que Erice vuelve para cerrar no los ojos sino su particular círculo en torno al amor al cine, a la vida y a todas las experiencias que ambas comparten. Cerrar los ojos es por todo ello un emocionante testimonio de amor a los actores y las actrices, al montaje, a la historia del cine, a la vida, a las historias extraordinarias y al guion, erigiéndose en el trabajo más dialogado del cineasta, después de imponer sus elocuentes silencios en esas dos obras maestras aludidas, El espíritu de la colmena y la inacabada El sur. Pero es también un ajuste de cuentas con ese sur sólo aludido en la cinta protagonizada por Omero Antonutti, y que dejó en el limbo toda esa segunda parte rodada en nuestras tierras. Aquí Erice viaja finalmente al sur, y lo hace de la mano de personajes tan entrañables y llenos de vida y pasión como el que interpretaba Rafaela Aparicio en la cinta en la que descubrimos a Iciar Bollaín. Personajes a los que además hace cantar, un tango a Soledad Villamil, un clásico de Howard Hawks, la canción de Dimitri Tiomkin para Río Rojo, a Manolo Solo, que recibe con esta película y el personaje de director de cine que en ella interpreta, el papel de su vida.

El cine estaba muy presente en sus dos premiadas películas, en el descubrimiento de Ana en el cine del pueblo, y en esa Inés Ríos, estrella de un ficticio cine negro español, que representaba la huida de Antonutti hacia la felicidad que un país dividido y reprimido le había negado. Erice cierra ahora su particular círculo de homenaje al cine, combinando ficción y realidad de forma más explícita que nunca, haciendo quizás que Julio Arenas desaparezca del cine en el mismo momento en el que su personaje en la ficción acepta el encargo que le hace Mr. Levy (un inmenso José María Pou), y recorrer los mismos países que le llevarían a las pesquisas dedicadas a cumplirlo. Cierra también ese círculo con las palabras que una niña Ana Torrent pronuncia a Frankenstein, Soy Ana, y que en Cerrar los ojos repite a su padre en la ficción. Todo es emoción, desde el minuto cero que ya te engancha, en esta maravillosa y sentimental película, cuyas casi tres horas de duración apenas pesan, y que viaja de lo urbano y de esa España moderna a lo rural y ese mar faenado desde la sencillez que reportan las vivencias más simples y primitivas de la vida. Erice canta a la vida, y por extensión al cine a través del cual la disfruta y analiza, para ofrecernos el más conmovedor de los testimonios posibles, y lo hace cuando ha sobrepasado los ochenta, más lúcido y más sentimental que nunca. Se rodea de un reparto ejemplar, todos y todas dando lo máximo de sus posibilidades, y se adapta a las nuevas técnicas de rodaje o grabación, aunque al principio nos despiste echando mano del celuloide con intenciones meramente narrativas. Todo para hacernos vivir una apasionante experiencia en torno a la vida y su reflejo en ese cine que tanto amamos y sin el que no entendemos nuestra propia existencia.

Y aún quedaría mucho que comentar de esta conmovedora película, sobre el dolor, la memoria, el pasado al que Erice vuelve aunque esta vez desde el presente... Todo está en un trabajo monumental y definitivo, con el que es imposible no emocionarse incluso mucho después de haberlo disfrutado.

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