Descubrimos
a la joven violinista granadina en su ciudad natal durante el Festival de
Música y Danza de 2020, cuando salíamos de la pandemia. Se trataba entonces de
una chica de apenas diecisiete años de
quien se hablaban maravillas pero cuyo mérito todavía nos quedaba por
descubrir, hasta que escuchándole en el concierto
de Beethoven, acabamos considerando el suyo un talento sobrenatural.
Ahora
se encuentra de gira con Pappano y la
COE con un mismo programa. Estuvo en Valencia, Madrid y Zaragoza, y ahora
emprende viaje a Italia, Alemania y Austria. Tenerlos a todos y todas aquí ha sido un auténtico privilegio,
después de tantos años admirando la maestría del director, fundamentalmente en
la ópera, y muy especialmente de la mano de su favorito, Puccini.
Una
joven con voz propia
Puede
que en aquel verano de 2020 María Dueñas todavía estuviera buscando su propia voz, aunque a nosotros ya nos pareció entonces extraordinaria.
Sin embargo todo es susceptible de mejora, por eso la suya fue una
interpretación de la Sinfonía española
de Lalo de una madurez expresiva
increíble, huelga añadir también técnica. Mediática como la mayoría de su
generación, hordas estudiantiles invadieron un Maestranza rebosante de juventud. Puede que fueran ellos y ellas
quienes propiciaran tantos aplausos
fuera de lugar, aunque algún día tendremos que reflexionar si lo de evitar aplaudir,
por ejemplo entre danzas, no deja de ser mero protocolo. Aún así, no podemos
negar que a Pappano pareció incomodarle.
Nos
encogió especialmente el corazón su forma de abordar el andante, casi como un lied,
lírico y sombrío a la vez, sin abusar del estilo zíngaro con el que lo
despachan otros violinistas. Sin partitura, la joven hizo alarde de un control absoluto del instrumento, un
color y un temperamento perfectos para la ocasión, fraseo impecable y dominio
del sonido, tan grueso como delicado
según correspondiese. Pappano extrajo de la orquesta un sonido poderoso ya
desde el arranque, con metales autoritarios y una cuerda siempre adherida a la solista, con quien comulgó hasta el
final, llegando en la propina, el recurrente Cant dels ocells, arreglado para violín y orquesta de cuerda, a la sublimación de la emoción, sin Pappano
como mediador. En una segunda propina, Dueñas volvió a hacer alarde de un
virtuosismo extremo y un temperamento rompe arcos.
Danzas robustas pero elegantes
Y
del nacionalismo español a través de la mirada gala, pasamos al genuino nacionalismo checo de la mano
de Dvorák y el cuerpo que le hizo popular en su etapa más joven, las Danzas eslavas Op. 46. Melodías muy pegadizas, todas originales,
y dominio del ritmo y el carácter festivo del conjunto. Fue como asistir al
Concierto de Año Nuevo de Viena, que inexplicablemente el director británico de
origen italiano nunca ha dirigido, a pesar de que algunas batutas han repetido más veces de las que debieran.
El
carácter eminentemente popular y
aparentemente despreocupado de las piezas nos hizo albergar esta sensación,
potenciada por el hecho de que, como en las obras de Strauss y compañía,
merecen interpretarse con esa
combinación de elegancia y carácter festivo que demandan, a todo lo cual se
ajustó el director con la complicidad absoluta de una orquesta de la que es
director honorario. Como propina, añadió la segunda de las danzas del segundo
cuerpo, el opus 72, pura delicadeza al
servicio de una inventiva melódica insuperable, a la que se ajustó una
interpretación sobresaliente.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía



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