lunes, 17 de noviembre de 2025

SENSACIONAL ENCUENTRO CON ANTONIO PAPPANO Y MARÍA DUEÑAS

Gran Selección. Chamber Orchestra of Europe. María Dueñas, violín. Antonio Pappano, dirección. Programa: Sinfonía Española para violín y orquesta Op. 21 en re menor, de Lalo; Danzas eslavas Op. 46, de Dvorák. Teatro de la Maestranza, domingo 16 de noviembre de 2025


No deja de ser curioso que una orquesta que nació en el seno de la Unión Europea a partir de jóvenes formados en la orquesta juvenil de la comunidad, tenga su actual sede fiscal en el Londres del brexit. Tampoco deja de ser curioso que el próximo febrero nos visite la Sinfónica de Londres sin su actual director titular, que no es sino Antonio Pappano, justamente quien sí vino anoche a regalarnos un concierto para el recuerdo, responsabilidad también de la tercera estrella en discordia, María Dueñas.

Descubrimos a la joven violinista granadina en su ciudad natal durante el Festival de Música y Danza de 2020, cuando salíamos de la pandemia. Se trataba entonces de una chica de apenas diecisiete años de quien se hablaban maravillas pero cuyo mérito todavía nos quedaba por descubrir, hasta que escuchándole en el concierto de Beethoven, acabamos considerando el suyo un talento sobrenatural.

Ahora se encuentra de gira con Pappano y la COE con un mismo programa. Estuvo en Valencia, Madrid y Zaragoza, y ahora emprende viaje a Italia, Alemania y Austria. Tenerlos a todos y todas aquí ha sido un auténtico privilegio, después de tantos años admirando la maestría del director, fundamentalmente en la ópera, y muy especialmente de la mano de su favorito, Puccini.

Una joven con voz propia

Puede que en aquel verano de 2020 María Dueñas todavía estuviera buscando su propia voz, aunque a nosotros ya nos pareció entonces extraordinaria. Sin embargo todo es susceptible de mejora, por eso la suya fue una interpretación de la Sinfonía española de Lalo de una madurez expresiva increíble, huelga añadir también técnica. Mediática como la mayoría de su generación, hordas estudiantiles invadieron un Maestranza rebosante de juventud. Puede que fueran ellos y ellas quienes propiciaran tantos aplausos fuera de lugar, aunque algún día tendremos que reflexionar si lo de evitar aplaudir, por ejemplo entre danzas, no deja de ser mero protocolo. Aún así, no podemos negar que a Pappano pareció incomodarle.


Esta suite concertante de Lalo es sin duda una de las más celebérrimas piezas concebidas para lucimiento extremo del o la solista, que sigue la estructura e intención inaugurada en Harold en Italia de Berlioz, curiosamente escuchada hace apenas dos semanas en el cuarto programa sinfónico de la ROSS. Se trata de una obra que sigue el uso extendido en la época de motivos presuntamente españoles para crear una atmósfera de ensoñación y exotismo genuino. Dueñas se hizo dueña, valga la redundancia, de la pieza, con un sonido robusto, endiabladamente enérgico y sensualmente melodioso de principio a fin, deleitándose especialmente en los ritmos de habanera que frecuentan la partitura.

Nos encogió especialmente el corazón su forma de abordar el andante, casi como un lied, lírico y sombrío a la vez, sin abusar del estilo zíngaro con el que lo despachan otros violinistas. Sin partitura, la joven hizo alarde de un control absoluto del instrumento, un color y un temperamento perfectos para la ocasión, fraseo impecable y dominio del sonido, tan grueso como delicado según correspondiese. Pappano extrajo de la orquesta un sonido poderoso ya desde el arranque, con metales autoritarios y una cuerda siempre adherida a la solista, con quien comulgó hasta el final, llegando en la propina, el recurrente Cant dels ocells, arreglado para violín y orquesta de cuerda, a la sublimación de la emoción, sin Pappano como mediador. En una segunda propina, Dueñas volvió a hacer alarde de un virtuosismo extremo y un temperamento rompe arcos.


Danzas robustas pero elegantes

Y del nacionalismo español a través de la mirada gala, pasamos al genuino nacionalismo checo de la mano de Dvorák y el cuerpo que le hizo popular en su etapa más joven, las Danzas eslavas Op. 46. Melodías muy pegadizas, todas originales, y dominio del ritmo y el carácter festivo del conjunto. Fue como asistir al Concierto de Año Nuevo de Viena, que inexplicablemente el director británico de origen italiano nunca ha dirigido, a pesar de que algunas batutas han repetido más veces de las que debieran.

El carácter eminentemente popular y aparentemente despreocupado de las piezas nos hizo albergar esta sensación, potenciada por el hecho de que, como en las obras de Strauss y compañía, merecen interpretarse con esa combinación de elegancia y carácter festivo que demandan, a todo lo cual se ajustó el director con la complicidad absoluta de una orquesta de la que es director honorario. Como propina, añadió la segunda de las danzas del segundo cuerpo, el opus 72, pura delicadeza al servicio de una inventiva melódica insuperable, a la que se ajustó una interpretación sobresaliente.

Fotos: Guillermo Mendo
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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