viernes, 4 de julio de 2025

LA FUERZA ARROLLADORA DE LA NOVENA

Gran Sinfónico nº 13 de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Jacquelyn Wagner, soprano. Sandra Ferrández, mezzosoprano. Airam Hernández, tenor. José Antonio López, barítono. Coro Teatro de la Maestranza. Íñigo Sampil, dirección del coro. Guillermo García Calvo, dirección. Programa: Friede auf Erden (Paz en la Tierra) Op. 13, de Schoenberg; Sinfonía nº 9 en Re menor Op. 125 “Coral”, de Beethoven. Teatro de la Maestranza, jueves 3 de julio de 2025


El año pasado, cuando se presentó la temporada de la ROSS que finaliza esta semana, se celebraba el doscientos aniversario del estreno de la Sinfonía Coral de Beethoven, así como el ciento cincuenta aniversario del nacimiento de Arnold Schoenberg. La orquesta hispalense quiso celebrarlo programando la celebérrima sinfonía beethoveniana junto a otra pieza de índole estrictamente coral con mensaje solidario y humanista paralelo al que pretendía el compositor alemán a partir de las palabras de Schiller. La semana que viene le tocará el turno al coro de aficionadas y aficionados organizado de forma puntual para otras dos interpretaciones de la pieza, con otra directora y diferentes solistas.

Mucho celebró el público que finalmente se decidiera interpretar Paz en la Tierra antes de la Novena, y no entre el tercer y el cuarto movimiento de la sinfonía, como fue hasta ese momento la intención inicial. No era algo descabellado, algunas batutas prestigiosas han experimentado con estas combinaciones sofisticadas que rompen la unidad de la obra principal. Sin embargo, probando en clave doméstica se percibe lo desafortunado que podría haber sido continuar con el experimento.

Lo cierto es que la obra de Schoenberg reviste una gran dificultad, lo que le obligó a componer una versión alternativa con orquesta que sirviera de punto de apoyo al sufrido coro. El del Maestranza optó por la versión original, con toda la dificultad que reviste, y los resultados fueron notables. Es verdad que García Calvo se decantó por un ritmo algo acelerado, lo que quizás enturbió en parte las texturas y líneas melódicas de una pieza que tanto bebe de los estertores del romanticismo que aún cultivaba su autor a edad temprana, como de las nuevas corrientes atonales que enrarecen y refuerzan el carácter histriónico de la obra.

Poco tardó el coro en pasar del espíritu místico del principio al más arrebatado e incluso rabioso que le sigue, combinando ambas estéticas con desigual porcentaje, primando el lado sombrío y furioso de la pieza frente al más relajado y espiritual que sugieren la mayoría de los textos en los que se apoya. De cualquier forma, el coro firmó una versión impecable.


Volumen e intensidad

Coincidió esta primera interpretación de las cuatro programadas con la clausura de la cumbre de la ONU celebrada en Sevilla, apenas cubierta por las televisiones en favor de la más morbosa y sensacionalista entrada en la cárcel de Santos Cerdán. Una coincidencia muy particular, por cuanto la obra musical apuesta por la fraternidad y la solidaridad entre los pueblos, objetivo principal y fundamental de la organización con sede en Nueva York, cuyas resoluciones, aún pareciéndonos peregrinas, debieran paliar mucho del sufrimiento que tanto asola al planeta y para el que no parece existir un antídoto inmediato.

Este latido fundamental de la música occidental encontró en el prestigioso García Calvo la mano firme y la inspiración precisa que le hiciera deambular con la fuerza arrolladora que sus premisas exigen. No hubo en su batuta capricho dionisiaco alguno, sino una contundencia y un sentido del drama y el ritmo apabullante, logrando una carga atmosférica de una densidad extrema. Así pasamos de un rabioso y autoritario allegro inicial a un scherzo más centrado en la ironía que en el juego y el artificio. Quizás resultó algo más endeble el adagio, al que faltó una pizca de ensimismamiento y unas líneas melódicas más mórbidas y estremecedoras.

Pero finalmente, el presto y su concatenación de momentos estelares seguidos del vivace, centrado en un espíritu diferente, presuntamente alegre y optimista, resultó un dechado de virtudes, con la orquesta respondiendo al máximo, la batuta segura y decidida, y el cuarteto de voces solistas rindiendo a gran nivel, especialmente un contundente José Antonio López y un Airam Hernández de hermoso y potente timbre. Sandra Ferrández, de cuya Carmen de Bieito guardamos tan grato recuerdo, quedó eclipsada por la voz airosa e híper proyectada de Jacquelyne Wagner, un defecto de coordinación que apenas enturbió el feliz desenlace de una pieza en la que, como en tantas otras ocasiones, brilló el Coro del Maestranza.

Fotos: Marina Casanova
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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