Dirección Mateo Gil Guión Miguel Barros Fotografía Juan Ruiz Anchía Música Lucio Godoy Intérpretes Sam Shepard, Eduardo Noriega, Stephen Rea, Magali Solier, Nikolaj Coster-Waldau, Padraic Delaney, Dominique McElligott
Estreno en España el 1 de julio de 2011
Curtido en su trabajo como guionista, escribiendo prácticamente toda la filmografía de su amigo Alejandro Amenábar, y como cortometrajista, Mateo Gil presenta su segundo largometraje como realizador, tras el Nadie conoce a nadie de hace doce años. Y para eso se ha embarcado en una empresa ambiciosa e insólita en nuestra cada vez más atrevida y vocacionalmente internacional filmografía. Se trata de la realización de un western y de la recuperación de unos personajes míticos dentro del género: Butch Cassidy, Sundance Kid y Etta Place, que en Dos hombres y un destino de George Roy Hill, incorporaban Paul Newman, Robert Redford y Katherine Ross. Centrada en el primero, la película se ambienta en Bolivia, con una puesta en escena cuidada y una fotografía espléndida, obra del muy celebrado aquí y en Hollywood Juan Ruiz Anchía, que retoma el estilo visual experimentado por otros operadores en recientes obras del género, como El asesinato de Jesse James y True Grit (Valor de ley). La película absorbe el interés del personaje desarrollado en la legendaria película citada, así como en Los primeros golpes de Butch Cassidy y Sundance Kid de Richard Lester, y lo sumerge en una historia de éxodo hacia un destino en principio concreto pero que con el devenir de la historia, especialmente por la introducción de un personaje perturbador, se revela bastante incierto. Asistimos a una crónica del deber, la admiración y la fidelidad a personas y valores, con un poquito de crítica y reivindicación social, que se caracteriza por su sobriedad pero también por su inevitable pretenciosidad. No llega realmente a entusiasmar, porque se preocupa más por el análisis sentimental y psicológico de sus personajes que por contar una historia inquietante y entretenida, que más bien se torna predecible y hasta irrelevante. El resultado es un film elegante, crepuscular en su estilo narrativo y visual, y una propuesta curiosa y arriesgada, beneficiada por un estupendo reparto, encabezado por el excelente dramaturgo y actor americano Sam Shepard.
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