domingo, 3 de marzo de 2013

1ª CRÓNICA FeMÁS.30 Entre el esparcimiento y el recogimiento

30ª Festival de Música Antigua de Sevilla
Christina Pluhar y L’Arpeggiata: Teatro d’amore Obras de Monteverdi, Strozzi, Cazzati, Flaconieri, Ferrari, Bertali, Allegri y Pandolfo Mealli. Fundación Cajasol, sábado 2 marzo
Ministriles Hispalenses “Per sonar d’instrumenti da fiato”: España e Italia, las dos orillas Obras de Gabrieli, Urreda, Orlando di Lasso, Guerrrero, Desprez, Holborne, Arañés y otros. Convento de San José del Carmen, domingo 3 marzo 2013
Raquel Andueza & La Galanía: Yo soy la locura Música española y europea en castellano del siglo XVII. Iglesia de Santa María la Blanca, domingo 3 marzo 2013

Christina Pluhar
El fin de semana de arranque de esta trigésima edición del Festival de Música Antigua de Sevilla dio para la diversión más lúdica del sábado y el intimismo y el recogimiento más estimulante del domingo, siempre desde una óptica de puro entretenimiento. Quien esté familiarizado con el conjunto L’Arpeggiata, comandado por la austriaca Christina Pluhar, sabe bien a qué se enfrenta cuando asiste a uno de sus espectáculos, pues no se puede calificar de otra forma a sus actuaciones, auténticas performances en lo escénico y lo musical, capaces de mezclar flamenco, boleros, folk o country con música renacentista y barroca, a partir del uso de instrumentos antiguos pero burlando cualquier tipo de rigor o limitación de estilo. Acudir al arranque de un certamen de música antigua, encontrarse con esto y salir ampliamente satisfecho, como hizo el público asistente a la Sala Joaquín Turina de la Fundación Cajasol, es un síntoma saludable de falta de prejuicios, miras amplias y gusto extenso por la música. Rodeada de incondicionales como Doron Sherwin a la corneta (y también la voz), Marcello Vitale, un portento a la guitarra, y David Mayoral, magnífico en la percusión, en esta ocasión se unieron también a la fiesta la voz personal, aguda y sedosa de Vincenzo Capezzuto, magistral en el enrevesado, rítmico y con aires de festival de San Remo Pizzica di San Vito, y la estimulante y aterciopelada voz de Raquel Andueza, que sin embargo se contuvo demasiado en un conjunto que se caracterizó por la falta de prejuicios, ella que confiesa tener tanto que aprender de Madonna. Y por supuesto no faltó el salterio, un instrumento fuera de contexto al que Pluhar le tiene tanto aprecio, y que añade un sabor exótico a esta singular propuesta, sin olvidar el virtuosismo de Veronika Skuplik al violín barroco.

Más escolástica fue la intervención, el domingo por la mañana en el Convento de San José del Carmen en pleno Barrio de Santa Cruz, de los imprescindibles Ministriles Hispalenses, unos habituales del festival cuya participación en el mismo debería ser obligada en cada edición. De qué otra forma tendremos acceso a ese tesoro que languidece en catedrales y palacios y que exige de exposición periódica al público, no limitada a una al año. De igual forma que las lujosas vestimentas cardenalicias y reliquias varias se ofrecen en vitrinas, debería ser habitual que las músicas, elegantes, sensibles y emocionales, de Desprez, Lasso o Holborne pudieran mimar nuestros oídos más a menudo, sobre todo si se hace con el nivel de excelencia y rigor con el que las rescatan, preservan e interpretan Arnau Rodón y sus cornetas, chirimías, sacabuches y flautas, con la inestimable ayuda de Álvaro Garrido en la sutil percusión e Israel Moreno entonando los versos del Dixit Dominus de Guerrero.

Andueza completó el fin de semana añadiendo aún más belleza con su voz cándida, de natural emisión y fraseo así como puntuales y equilibrados ornamentos, al recién recuperado esplendor de la Iglesia de Sta. María la Blanca. Llegó con toda una declaración de principios, infundarnos de placer y dulzura; y lo consiguió con ayuda de La Galanía, dos maestros de la cuerda pulsada, Jesús Fernández Baena y César Hualde que adornaron con sensibilidad, complicidad y expresividad las historias y anhelos contenidos en el canto maravilloso y mágico de la soprano navarra, incluida esa Marizápalos que Joaquín Rodrigo popularizó casi tres siglos después en su Fantasía para un gentilhombre. Un repertorio en el que no faltaron las inevitables Folías y Canarios, que Hualde defendió con notable sensibilidad, y los cantos de raíz eminentemente popular sobre el amor y el sufrimiento que Andueza interpretó con tanto carisma como emotividad, para terminar visiblemente emocionada, fuera de programa, con una de sus piezas más emblemáticas, El lamento de la ninfa de Monteverdi.

Versión extensa del artículo publicado en El Correo de Andalucía el lunes 4 de marzo de 2013

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