sábado, 9 de marzo de 2013

LOS AMANTES PASAJEROS La pesadilla de Jorge Fernández Díaz

España 2013 90 min.
Guión y dirección Pedro Almodóvar Fotografía José Luis Alcaine Música Alberto Iglesias Intérpretes Javier Cámara, Carlos Areces, Raúl Arévalo, Lola Dueñas, Cecilia Roth, Antonio de la Torre, Miguel Ángel Silvestre, Hugo Silva, Guillermo Toledo, José Luis Torrijo, José María Yazpik, Blanca Suárez, Penélope Cruz, Antonio Banderas, Paz Vega, Laya Martí, Carmen Machi Estreno 8 de marzo de 2013

A estas alturas a nadie le sorprende que nada más aterrizar, nunca mejor dicho, en las pantallas españolas la nueva película de Almodóvar, la crítica se le eche encima; es algo que prácticamente se ha convertido en un tópico. No parece desde luego que Los amantes pasajeros vaya a pasar a engrosar la lista de películas más celebradas del director manchego, pero tampoco es el horror que vaticinaba su bochornosa promoción. Puede incluso que el tiempo nos sorprenda y algún día la recordemos mucho mejor y más (mal)intencionada de lo que ahora nos ha sugerido. Pero lo que no se le puede negar es que tiene sus virtudes y no son pocas. Para empezar corrobora el hecho incuestionable de que Almodóvar no copia a nadie, tanto como él sí es copiado a menudo, dentro y fuera de nuestras fronteras. Su mundo es exclusivo, original y único; cada película nueva es eso, nuevo, algo nunca visto antes. Así las cosas este título no se parece si quiera a Aterriza como puedas; es otra cosa. No es comedia convencional y desde luego no es una astracanada o españolada al uso, tiene pedigrí. Otra de sus virtudes es que por primera vez en muchos años Almodóvar no parece perseguir premios ni reconocimientos con una película, aunque a Carlos Areces le puedan llover unos cuantos. Es quizás su trabajo más sincero y menos pretencioso de los últimos años, aunque eso no reste valor a sus anteriores películas, algunas de las cuales nos han gustado mucho. Y una tercera virtud es su capacidad para conectar con la triste realidad que nos rodea, con aeropuertos vacíos, empresarios corruptos y delincuentes y monarquías rancias y envueltas en el escándalo; un país que solo lee desdichas y estafas en los periódicos y que se encuentra anestesiado, sin capacidad de reacción, a merced de todas las barbaridades que quieran hacer con nosotros. Claro que aún siendo más sutil, o si se prefiere encubierto, en esto se le han adelantado los chicos de El mundo es nuestro, cuyo universo está plagado de todas las miserias posibles que pueblan la actual iconografía de la “Península”. Los amantes pasajeros no es un regreso a la comedia que le hizo famoso en los 80, entre otras cosas porque los años transcurridos han culturizado y, en cierto modo, educado al cineasta lo suficiente como para que sus groserías ya no sean tan radicales e hirientes, si bien es posible que el público también se haya acostumbrado desgraciadamente a este tipo de humor, especialmente por la ola que nos ha llegado, nadie lo diría hace unos años, de Norteamérica. No es un regreso tampoco a los 80 porque cuenta con mejores recursos y más oficio, y se nota en el acabado, incluso en el número musical de los azafatos gays, tan bien rodado y planificado. Si bien se le puede achacar haber renunciado lamentablemente a una puesta en escena más esmerada, con planos más creativos y un uso del color y la iluminación más artística, como nos tenía acostumbrados en sus anteriores películas. Con todo, a primera vista Los amantes pasajeros van a la deriva, como el avión en el que viajan, sin rumbo, perdidos, sin una historia que enganche y un desarrollo argumental sólido; se limita a ofrecer una serie de sketches, historias deshilvanadas, más o menos absurdas o grotescas, y a veces sorprendentemente moralistas. Y si quería hacer su película más gay lo ha conseguido, con mucha pluma y con un universo masculino que sería la pesadilla del actual Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, capaz de declaraciones tan ridículas e inoportunas como las que hizo hace solo unos días sobre la homosexualidad y el peligro que suponía para la “pervivencia de la especie”. Pues bien, la película de Almodóvar es la catarsis del gay recalcitrante, algo así como Todos eran homosexuales. La última película de Almodóvar, en resumen, entretiene y no molesta ni avergüenza como se vaticinaba. De momento no es gran cosa, aunque el tiempo se encargará quizás de desmentirlo, y se agradece su falta de ambiciones y la alegría general que despierta con un elenco en el que se dan cita algunos de los iconos interpretativos de su filmografía, señal de que le quieren. Para terminar, impagable el paseíllo de Areces rodeado de azafatas cogidas del brazo al más puro estilo de las de la Panam del Atrápame si puedes de Spielberg.

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