domingo, 20 de octubre de 2013

ARRANQUE DE LA PRIMERA TEMPORADA OFICIAL DE LA HISTÓRICA ORQUESTA BÉTICA DE CÁMARA Una ilusión merecedora de mayor atención

1er Concierto de abono de la Orquesta Bética de Cámara. Michael Thomas, director. Programa: « La gruta de Fingal » de Mendelssohn; Entreacto y Ballet de « Rosamunda » de Schubert; Sinfonía nº 7 de Beethoven. Sala Joaquín Turina de la Fundación Cajasol, domingo 20 de octubre de 2013.

Thomas frente a la Bética de Cámara en otro
concierto celebrado en la Sala Joaquín Turina
Ya lo hemos denunciado otras veces: Culturalmente Sevilla es una ciudad de espacios; el cine de autor apenas triunfa al margen del Avenida, de la misma forma que a la música seria le cuesta proyectarse más allá del Maestranza. Sea por su carácter de heredera de la formación que Falla fundó en los años 20, por el esfuerzo y la ilusión que desde hace tres años han demostrado sus maestros y gestores en su recuperación, o la oportunidad de dotar a la ciudad de conciertos sinfónicos matinales para los domingos, la Bética de Cámara merecía una mayor atención por parte del público que la dispensada en el arranque de su tan anhelada temporada de abono. Casi habían más personas sobre el escenario que en el patio de butacas. 

La formación se presentó hace más de un año de la mano de su director, un Michael Thomas de más que probado compromiso y sentido de la responsabilidad, por más que sus limitaciones para la dirección mermen las posibilidades de un conjunto cuyos maestros dan buena muestra de preparación y entusiasmo. Las Hébridas (o La gruta de Figal) es una de las obras en las que Mendelssohn manifiesta su fascinación por la belleza de Escocia; una anticipación evocadora y atmosférica del lenguaje impresionista, que en manos de Thomas resultó impecable formalmente pero rústica en sus transiciones y algo carente de atmósfera y tensión. El tercer entreacto y el segundo ballet son las piezas más populares de la música que Schubert compuso para el drama de Helmina von Chezy Rosamunde, y de la que el conjunto supo extraer su clasicismo dominante, con claro lucimiento de las maderas, a pesar de que in piano la ejecución resultó en cierto modo famélica y desangelada.

A pesar de cierto desequilibrio entre metales y cuerda, la Séptima de Beethoven exhibió ímpetu y mucha energía, acumulando tensión sin menoscabo de su exultante positivismo, sobre todo cuando se atacaba in forte. Al famoso allegretto le faltó lirismo, algo que Thomas derrochó como violín solista en su particular arreglo de la Chanson de matin de Elgar, ofrecida como propina. Como curiosidad, decir que esta pieza la descubrí hace treinta años en la banda sonora de Greystoke: La leyenda de Tarzán, rey de los monos. Más atención y un mayor apoyo permitirán que esta orquesta de connotaciones históricas y nostálgicas crezca como merece, porque eso abundará en el patrimonio musical de una verdadera Ciudad de la Música.

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