domingo, 6 de mayo de 2018

LA IBERIA DE JORGE LUIS PRATS: DEL PAISAJE ANDALUZ AL SABOR DEL CARIBE

Jorge Luis Prats, piano. Programa: Suite Iberia, de Albéniz. Teatro de la Maestranza, sábado 5 de mayo de 2018

En apenas un mes hemos asistido a dos interpretaciones completas de la incomparable Suite Iberia de Albéniz, la que acometió el joven José Luis Nieto desde el corazón y la pasión más absolutas en honor a Juventudes Musicales, y la que ahora nos presenta el pianista cubano Jorge Luis Prats. Resulta poco ortodoxo que quien escribe las notas al programa de un concierto se encargue también de su reseña crítica, pero mi compañero de medio no pudo asistir por un compromiso previo, y yo me resisto a dejar desierto este memorable concierto. Puedo asegurar que haberme implicado en el mismo como redactor del programa de mano no condiciona ni limita mi percepción sobre la interpretación ni mucho menos mi opinión al respecto.

Sería en este caso más creíble si afirmara que la versión de Prats me resultó un churro, pero no es así. Creo hablar en nombre de gran parte del público congregado cuando digo que disfrutamos mucho con una interpretación que captó nuestra atención y conmovió nuestros sentidos, algo que es mucho más importante y decisivo a la hora de calibrar el talento del artista que el propio dominio de la técnica, y si no recuerden la decepción que nos provocó el recital de Blechacz en este mismo ciclo hace dos meses. Como tantos otros, Prats acometió el desafío que siempre supone atreverse con este imponente trabajo del tirón y sin partitura. Lástima que al final de hasta tres de sus doce piezas a parte del público le diera por aplaudir, algo que en algún momento exasperó visiblemente al músico. Veterano y muy admirado en la isla caribeña que le vio nacer, Prats comenzó a darse a conocer internacionalmente a muy avanzada edad, y desde entonces protagoniza una interesante carrera cuyo repertorio incluye esta suite completa o en selección que ha interpretado incluso en el Concertgebouw de Ámsterdam.

La suya es una Iberia que invita a pasear por los parajes y acontecimientos sureños que tan elocuentemente describe Albéniz en sus pentagramas, pasando del temperamento a una relajada evocación con la facilidad de los grandes, meticuloso en las transiciones y elegante en los registros, sin aspavientos ni folclorismos, anteponiendo siempre la nostalgia y la poesía por encima de florituras y estridencias gratuitas. Una poética Evocación dio paso a un luminoso El Puerto y de ahí a un virtuosismo exacerbado, escarpado y fuertemente contrastado en Corpus Christi en Sevilla. Supo dosificar con gusto el ritmo en Rondeña, controlar la sensualidad íntima de Almería y transmitir la gracia y la alegría de Triana. Desde una indiscutible transparencia agotó las agilidades y los sentidos en los fulgurantes Albaicín y Polo, siempre atento a la melodía y las disonancias en Málaga, colorista en Jerez y de nuevo rítmico pero contenido en Eritaña. Y como si de un segundo concierto se tratara, regaló hasta cuatro propinas, rindiendo homenaje a su tierra a través de habaneras y danzones de Cervantes y Lecuona, virtuosismo gimnástico a lo Liberace y apasionado lirismo en el Liebestod de Wagner, siempre callado pero simpático y entrañable.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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