jueves, 6 de julio de 2023

SEPHARDICA MIRA A SEVILLA DESDE EL GUADALQUIVIR

XXIV Noches en los Jardines del Real Alcázar. Sephardica: Sara Marina, clavicémbalo, percusión y narración; Emilio Villalba, dirección musical, cuerda pulsada, viola; Irene Saura y Patry Cruz, canto. Programa: Sevilla. La música de un reino (música sefardí y andalusí fundamentalmente de los siglos XVI y XVII). Miércoles 5 de julio de 2023


Para un enamorado irredento del Guadalquivir, concretamente de su dársena, cuyas aguas ha recorrido una y mil veces en piragua y remo, y sobre las cuales celebró el día más feliz de su vida, el de su boda, una propuesta como la que ofrecía el
proyecto Sephardica no podía pasar desapercibida. Un espectáculo que aúna música, poesía, canto, historia y narración, en el marco de esas Noches del Alcázar que son ya consustanciales al estío sevillano, cuando cumplen veinticuatro años de ininterrumpida programación veraniega. En este tiempo han surgido muchas propuestas nuevas y diferentes para amenizar el calor inherente a esta ciudad, alguna de las cuales se coló en forma de eco por el Jardín del Cenador de la Alcoba, sin por ello agredir el carácter relajado del concierto y sin que estas alternativas hayan disminuido el interés de propios y extraños por las tan consolidadas Noches del Alcázar que el equipo de Actidea hacen realidad con su esfuerzo y dedicación.

El Guadalquivir fue motivo y testigo de este recorrido por coplas, danzas y música de toda índole que capturaron la esencia de esta ciudad a lo largo de los siglos, como testamento de su pasado árabe y judío, y su proyección hacia las distintas etapas que han ido conformando su historia y su idiosincrasia. Sephardica apareció con una formación nueva, en la que la voz y la sensualidad de Ángeles Núñez ha sido sustituida por las voces cálidas pero intencionadamente menos en estilo de Patry Cruz e Irene Saura, dos devotas de la voz, a la que dedican su esfuerzo como cantantes y actrices. Pero en el corazón del conjunto permanecen sus dos artífices principales, Sara Marina, que con su voz menuda e inocente personificó ese Guadalquivir desde cuyas riberas sonaron los cantos de la época convenientemente transformados para adaptarse a las nuevas sensibilidades. Y Emilio Villalba, que con una maestría indiscutible es capaz de dominar la cuerda pulsada y la frotada haciendo gala de una colección impresionante de instrumentos de época, que poco tiene que envidiar a la que atesora Joaquín Rodero del grupo Caravasar, que tanto estuvo ligado a estas noches del Alcázar en sus primeros años de andadura.

Los poemas de Joaquín Romero Murube en torno al río y la vida alrededor, desde Triana al Arenal pasando por el puente que todo lo sabe, la velá y los barcos que de sus muelles zarparon y a ellos volvieron, sirvieron para conducir este paseo amable y distendido. En él sobresalieron las bellísimas ornamentaciones de Villalba, que ofreció unas gallardas a la sorprendente viola de teclas y una tarantela al rabel pletóricas en ritmo y virtuosismo, con el disciplinado acompañamiento a la percusión de Marina, que también hizo uso de su destreza al clavisimbalum y una nutrida representación de panderos y darbukas, así como un sorprendente adufe que tamborileó con tanta dulzura como delicadeza. La aportación de las voces, en registro grave y agudo combinados y armonizados, nos llevó por un cancionero muy identificable para quienes hemos crecido en esta tierra, siempre desde una sensibilidad modernizada con la que llegar a amplios públicos, traicionando el espíritu original lo justo y dejando claro que se trata de un legado tradicional y popular que como tal admite su transformación según la época. Así pudimos disfrutar del ritmo acentuado y jovial de No me mordas más habibi, la candidez mecida de Por qué lloras blanca niña y muy especialmente el Romance de Gerinaldo, basado en la continua repetición de estrofa con un efecto hipnótico, o el ligero toque aflamencado de la Petenera del niño turco. En el extremo más atrevido abordaron su faceta más comercial con una versión acompasada a través de una suerte de caja de ritmo, del tradicional sefardí Adio Querida, que tanto juego dio a la música popular y tan emparentada está al Addio al passato de La traviata de Verdi.

Foto: Actidea
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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