martes, 18 de julio de 2023

COSMOS, GHEORGHIU Y KOZENÁ EN GRANADA

72º Festival de Granada

Cuarteto Cosmos: Helena Satué y Bernat Prat, violines; Lara Fernández, viola; Oriol Prat, violonchelo. Programa: Cuarteto nº 2 en la menor Op. 5 nº 2, de Brahms; Cuarteto nº 4 “Los desastres de la guerra”, de Marco; Cuarteto de cuerdas nº 1 “Metamorfosis nocturnas”, de Ligeti. Patio de los Mármoles del Hospital Real de Granada, viernes 14 de julio de 2023

Angela Gheorghiu, soprano; Jeff Cohen, piano. Programa: Lieder, arias y canciones de Giordani, Paisiello, Donizetti, Tosti, Respighi, Schumann, Strauss, Rachmaninov, Rameau, Martini, Massenet, Brediceanu, Stephanescu, Bellini y Satie; piezas para piano de Beethoven, Liszt, Saint-Saëns y Bartók. Auditorio Manuel de Falla, sábado 15 de julio de 2023

Magdalena Kozená, mezzosoprano; La Cetra Basel; Andrea Marcon, clave y dirección. Programa: Selección de arias de “Alcina” de Haendel; Concerto grosso en re menor “La Follia” Op. 5 nº 12, de Geminiani; Andante larghetto del Concerto grosso nº 3 en si menor SF 937 “La Cetra”, de Marcello; Obertura VI en sol menor, de Veracini. Palacio de Carlos V, domingo 16 de julio de 2023


A falta de hoy y mañana para que finalice esta espléndida edición, la número setenta y dos nada más y nada menos, del Festival de Granada, hemos fijado nuestra atención en el último fin de semana. Recuperar el Cuarteto Cosmos, a cuyo concierto en el Espacio Turina el pasado mes de enero no pudimos asistir, y disfrutar con dos de las más mediáticas y rutilantes voces femeninas del panorama lírico actual, nos ha servido de excusa para viajar a una ciudad que nunca necesita de alguna, a pesar de que el calor reinante ha puesto en seria dificultad el disfrute absoluto de la experiencia de pasear por la ciudad del Darro, subir al Albaicín y dejarse embriagar por la belleza de la Alhambra y los jardines del Generalife.


Residentes de categoría

El joven Cuarteto Cosmos surgido en el año 2014, ha ido consolidando en poco tiempo una carrera fulgurante, llena de aciertos, cosechando éxitos y presumiendo de respaldos como el brindado por el legendario Alfred Brendel. Llevan dos temporadas como artistas residentes del Palau de la Música Catalana, y aún les queda otra. En este tiempo han programado la integral de cuartetos de cuerda de Brahms, Schumann y Webern. Del primero dieron buena muestra en esta comparecencia granadina en el evocador Patio de los Mármoles del Hospital Real. El Cuarteto nº 2 de Brahms, a pesar de las reticencias del autor por el género, representa todo un ejercicio de confesión íntima y sombría, pletórica de poesía y singularidad expresiva. El Cosmos lo abordó desde su propia y distinguida personalidad, ahondando en sus aspectos más lúgubres y hasta fantasmagóricos, con un allegro inicial denso y vigoroso, a la vez que delicado y sumido en una espiritualidad absoluta a través de los timbres más sedosos. Limaron los acentos en el andante, menguando contrates, pero no su densidad cromática, cierta debilidad por el misterio y una facilidad para apianar realmente sobrecogedora. Todo esto se mantuvo en un grácil y amable quasi minueto, hasta derivar en un allegro final de ritmo ágil y enérgico pero sin destacar su inspiración folclórica, manteniendo el tono frágil y melancólico que dominó durante toda la interpretación.

Como artista residente de esta edición del festival, Tomás Marco, de quien se han interpretado varias obras, estrenado otra y atendido cursos y lecciones magistrales, estuvo físicamente presente también en el concierto del Cosmos, como testigo de excepción del buen trabajo desplegado por quienes entendieron su Cuarteto nº 4, Los desastres de la guerra en alusión a Goya sólo como inspiración expresiva y estética pero no programática, como un permanente y obsesivo contraste entre la barbarie y la sinrazón representada en fuertes golpes de arco y acordes secos y contundentes, y los pasajes arpegiados en piano que parecen referirse a la mediocridad del ser humano en su conjunto, capaz de aceptar el destino fatal al que se le condena, sin capacidad para la reflexión ni el análisis. Después de esto, el Cuarteto nº 1 de Ligeti, obra de juventud en la que resulta muy fácil apreciar la influencia de Bartók, resultó casi relajante, incidiendo fundamentalmente en su estricto contrapunto imitativo con una intensa presión rítmica, mientras sus distintas secciones encadenadas se caracterizaron por una considerable carga instrumental y esa continua metamorfosis a la que alude el título traducida con una riqueza traslúcida.


Talento lírico con carácter testimonial

Parece mentira que tengamos que considerar a la soprano rumana Angela Gheorghiu ya una veterana, cuando recordamos sus grandes éxitos operísticos como si hubiesen sucedido ayer. Aunque sigue por supuesto convocando afición, sus recitales pueden resultar tan relativamente coyunturales como el que ofreció el pasado sábado en el Auditorio Manuel de Falla. Fue como una experiencia de carácter meramente testimonial, a pesar de lo cual hubo momentos para el regocijo, si bien tenemos que aceptar que lo mayoritario fue una sucesión de canciones seleccionadas para no enfrentarse a grandes dificultades y agradar al público. La brevedad de las piezas hizo que fueran multitud las interpretadas, desde el recurrente Caro mio ben de Giordani y el desenfadado Amor marinaro de Donizetti, a los que faltó una pizca más de desparpajo, a los más melódicos y apasionados Vesenniye vody de Rachmaninov o las dos piezas de autores compatriotas, Bredinceanu y Stephanescu, que interpretó con considerable ímpetu dramático. No muy en estilo encaró canzonettas de Francesco Paolo Tosti o Le grillon de Rameau, mientras los textos blancos sobre los pliegues de las cortinas amarillas se antojaban ininteligibles.


Mejor mantuvo su homogénea línea de canto en el inmenso Zueignung de Strauss, también el brillo de su timbre y sus rutilantes agudos sostenidos, aunque puntualmente perdiera el tono y la intención. Aún así el popular Plaisir d’amour resultó sobradamente sentimental, Vaga luna de Bellini convalidó su talento para el bel canto, y Je te veux de Satie rubricó con emotividad un recital que acabó en tres propinas, O mio babbino caro de Puccini que repetirá con la Orquesta Joven de Andalucía mañana miércoles, Granada de Lara para regocijo del público local asistente, y La spagnola que popularizó Mario Lanza. El pianista americano Jeff Cohen acompañó con máximo respeto, delicadeza y compenetración, mientras en sus intervenciones solistas – unas variaciones de Beethoven sobre el aria Nel cor piú non mi sento de Paisiello que Gheorghiu cantó previamente, la transcripción de Liszt sobre el hermosísimo lied Widmung de Schumann, una paráfrasis de Saint-Saëns sobre la famosa Meditación de Thais de Massenet, y sobre todo las Seis danzas populares rumanas de Bartók – demostró ser un pianista más que competente, capaz de matizar cada acorde, controlar la articulación y exhibir virtuosismo donde se requiere.


El canto expresivo de una malvada sentimental

En el concierto del domingo al calor del Carlos V potenciado por el multitudinario aforo, la mezzosoprano checa Magdalena Kozená acometió el género que mejor conoce y con el que ha edificado su triunfante carrera, la ópera barroca. Bajo el título Alcina: amor embrujado, amor encantado, Kozená cantó todas las arias de la protagonista de la ópera handeliana, primera de las que compuso para el Covent Garden londinense. La desdichada y hasta cierto punto enamoradiza y sentimental hechicera encontró en su voz diamantina y rotunda un vehículo de total lucimiento, destacando la elegancia con la que abordó Dí, cor mio, quanto t’amai, controlando perfectamente los cambios de registro y color y manteniendo una fluidez y un estilo acorde al carácter sentimental de la pieza, atributos que se mantuvieron en Si, son quella para tornarse en misterio e intriga en Ah! Mio cor! Schernito sei! del segundo acto. Apenas unos cambios bruscos de tono y trucos vocales para superar dificultades, no empañaron una interpretación que en lo gestual logró también resultados excelentes. Expresividad que funcionó a la perfección en el enérgico Ah! Ruggiero crudel, y se tornó en control de agilidades y coloratura, sin alardes exagerados, en Ombre pallide. El último bloque estuvo centrado en el tercer y último acto, con la hechicera reconociendo su fracaso y resignación en Mi restano le lagrime tras pretender mantenerse fuerte y decidida en Ma quando tornerai.


Le acompañó en este menester el prestigioso conjunto La Cetra Barockorchester Basel, con dirección precisa y rotunda de Andrea Marcon, también director titular de la Orquesta de Granada. En la plantilla pudimos distinguir entre los primeros violines a Alexis Aguado, tanto tiempo integrante de la Barroca de Sevilla, cuyos solos a buen seguro hubieran resultado más atinados que los del también español Germán Echeverri, de sonido áspero y a menudo crispado. También nos hizo mucha ilusión identificar al clave, apoyando y combinándose con el propio Marcon, a la joven sevillana Irene González Roldán, que está cosechando tantas satisfacciones. El acompañamiento del conjunto fue en todo momento preciso, sin afectaciones ni acentos marcados, siempre desde un ángulo delicado y afectuoso, presente también en las piezas de concierto que interpretaron entre arias. La obertura de la propia Alcina sonó majestuosa, el Concerto grosso que Geminiani compuso a partir de la sonata de Corelli sobre La follía, ofreció compenetración y cierta exuberancia, mientras el andante del Concerto nº 3 de Marcello aportó elegancia, y la Obertura VI de Francesco Maria Veracini permitió apreciar las virtudes de dos espléndidas oboístas, Priska Comploi y Bettina Simon. En las propinas, Kozená abordó con mucho sentimiento el inevitable Lascia ch’io pianga, y con gracia y desparpajo a pesar del malestar manifiesto ocasionado por el calor imperante, Solo quella guancia bella de La veritá in cimento de Vivaldi. Parece ser que su esposo, Simon Rattle, se encontraba entre el público, pero no lo vimos.

Fotos: Fermín Rodríguez (Festival de Granada)
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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