Música y texto de Manuel García¸ según la “Fábula de los tres jorobados” de Carlo Goldoni. Rubén Fernández Aguirre, dirección musical. José Luis Arellano, dirección escénica. Pablo Menor Palomo, escenografía. Ikerne Giménez, vestuario. David Picazo, iluminación. Con Patricia Calvache, Aitor Garitano, Ángela Lindo, Enrique Monteoliva, Rita Morais y Álvaro Copado. Producción de la Fundación Juan March y el Teatro de la Zarzuela. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza, martes 4 de marzo de 2025
Hace
tiempo que cada
apuesta del Teatro de la
Zarzuela por Manuel García recala en el Maestranza sevillano. Justo así
debe ser, tratándose de un compositor (y tenor) nacido aquí, en el barrio del
Arenal.
Polifacético como ninguno e
inquieto como nadie, García vivió una existencia intrépida y aventurera,
plagada de retos que sabía perfectamente sortear a fuerza de mucho trabajo y
empeño, lo que le llevó a pasearse por los más reputados escenarios líricos de
su época en calidad de prestigioso tenor, y exhibir su
talento como compositor en óperas y canciones populares de
considerable calado en su época.
Este
carácter inquieto e inventivo encaja perfectamente con el contenido de la ópera
que ayer y hoy se puede disfrutar en la sala que lleva su nombre del coliseo
hispalense. Dos siglos y medio cumple este año y ya se atrevió a coquetear con un concepto hoy tan divulgado y
supuestamente transgresor como el poliamor. Es cierto que para eso se basó,
como tantas otras veces, en un texto de Carlo Goldoni, pero el tratamiento que
dio al asunto, ligero y desprejuiciado, así como el toque que han sabido
imprimirle los responsables del redescubrimiento de esta ópera en cuestión, lo
convierten en romántico exponente de este concepto que hoy consideramos tan
moderno.
El
igualmente inquieto y emprendedor pianista Rubén
Fernández Aguirre, pronto de nuevo en el Maestranza acompañando a Ismael
Jordi, es el responsable de la recuperación
de esta comedia lírica, I tre gobbi
o Los tres jorobados, como ya lo
fuera antes con otros títulos de García también representados en Sevilla, como Un avvertimento ai gelosi o Le cinesi, como ésta óperas de cámara o
de salón concebidas para los y las
estudiantes del autor en la Academia que fundó en París en la última etapa de
su azarosa vida.

Otros
títulos suyos recuperados en su ciudad natal han sido Don Quijote, La muerte de Tasso o La isla deshabitada. Con Fernández
Aguirre encargándose de la dirección musical y en cierto modo de la edición de
la partitura, su puesta en escena corre a cargo del prestigioso director artístico José Luis Arellano, contando para
ello con un ingenioso y práctico escenario de corte vanguardista, en el que sin
embargo se mueven los y las intérpretes convenientemente ataviados con suntuosos y preciosos trajes de la
época de Goldoni, segunda mitad del siglo XVIII, lo que da relieve a las
costumbres amatorias previas a la revolución, el carácter cortesano de su
protagonista y la ridiculización de la
clase pudiente en forma de tres ricos y petulantes pretendientes.
Voces
frescas y jóvenes
 |
Calvache y Garitano |
Para
incorporar esta galería de personajes, se ha echado mano de
voces jóvenes y prometedoras, con
resultados bastante inspiradores. La soprano gaditana
Patricia Calvache, a quien conocimos en el Certamen Nuevas Voces de
Sevilla de 2019, pone gracia a su Madame Vezzosa, traducida
Encantadora, con
voz seductora y bien proyectada, aunque su mejor momento lo vivió
en la transición entre actos, con una interpretación llena de ternura y buen
gusto de la canción
Parad, avecillas,
con un delicadísimo acompañamiento al piano de tintes adelantados al impresionismo.
De
los tres pretendientes, el que más nos convenció fue el tenor vasco Aitor Garitano como conde Bellavita, de
hermoso timbre y generosa proyección,
así como una fluida línea de canto. Mención especial merece también el trabajo
de la mezzo valenciana Ángela Lindo
como barón Macacco, sobre todo por su divertida tartamudez que lleva a García a
experimentar con el aria bufa al más puro estilo mozartiano. También el bajo barítono
almeriense Enrique Monteoliva como
marqués Parpagnacco, logró una interpretación a tono, si bien evidenciando una
voz menos equilibrada y con algún
problema puntual en las transiciones y cambios de registro. En su breve
intervención, la soprano portuguesa Rita
Morais manifestó una voz cálida y estilizada
cuando al final entona el aria previo al canto jubiloso de todo el elenco
celebrando los gozos del amor en
compañía.

García
juega aquí a experimentar con todos los recursos
de la voz, incluidas agilidades, acentos y fraseos de corte belcantista, como
buen ejercicio académico que representa la partitura, pasando de arias a dúos, tercetos y quintetos con
gran facilidad y conocimiento de los medios. Sin embargo, y a pesar del
carácter dinámico que supo imprimirle la compañía, incluido el criado
incorporado por el actor y bailarín Álvaro
Copado, esta sucesión de números sueltos encadenados con recitativos,
evidenció cierta reiteración dramática,
provocando que su hora y veinte minutos llegaran a pesar más de lo que se espera
de un entretenimiento ligero como éste. Y es que quizás abunde más la técnica y
el ingenio que la inspiración melódica y la inquietud dramática en esta especie de sainete lírico, en el que al final la protagonista
decide disfrutar del amor de sus tres pretendientes con el consentimiento de
ellos, ese poliamor apuntado.
Fotos:
Guillermo Mendo
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