viernes, 7 de marzo de 2025

UN AUTÉNTICO DELIRIO SINFÓNICO TROPICAL

Gran Sinfónico nº 7 de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Pacho Flores, trompetas. Leo Rondón, cuatro. Manuel Hernández Silva, dirección. Programa: Suite de Redes, de Silvestre Revueltas (arr. Erich Kleiber); Concierto venezolano para trompeta y orquesta, de Paquito D’Rivera; Margariteña, Glosa sinfónica, de Inocente Carreño; Cantos y revueltas, fantasía concertante para trompeta, cuatro venezolano y orquesta sinfónica, de Pacho Flores. Teatro de la Maestranza; jueves 6 de marzo de 2025


Nadie podrá decir que la plantilla de la Sinfónica es perezosa, y menos en una semana en la que están trabajando tanto y con apuestas tan diversas y comprometidas. El pasado fin de semana fue El señor de los anillos en concierto en Fibes, el próximo será una experiencia sensorial en torno a la Semana Santa de Sevilla, con participación del Coro del Maestranza, dos bandas procesionales y las voces de Manuel Lombo, Joana Jiménez, Mª Ángeles Cruzado y Juan de Mairena.

Y en medio este séptimo concierto de abono, sin duda el más singular de cuantos ha programado la orquesta esta temporada. Una auténtica isla con ínfulas de acontecimiento único e irrepetible y participación de todo un excepcional elenco de consumados artistas que venían a apropiarse de la orquesta y de nosotros y nosotras, a cautivarnos y dejarnos perplejos.

Y así fue sin duda, y sin embargo, volvió a suceder. El aforo dejó mucho que desear, algo que esperemos no vuelva a ocurrir hoy. Sevilla no puede permitirse esto, y ya está sucediendo demasiadas veces. Mientras no deja pasar la oportunidad de insistir una y otra vez sobre lo mismo, algo a lo que por supuesto ni nos oponemos ni criticamos, deja pasar de largo propuestas tan novedosas, enriquecedoras y satisfactorias como ésta o la que protagonizaron la Gewandahus de Leipzig y Andris Nelsons hace un par de semanas.

Una auténtica fiesta

Manuel Hernández Silva volvió a la ciudad. El director venezolano tan estrechamente ligado a nuestra comunidad, donde ha sido director de las orquestas de Málaga y Córdoba, regresó al Maestranza y la Sinfónica, esta vez con un programa fundamentalmente venezolano y absolutamente latinoamericano. Arrancó con la suite que Erich Kleiber arregló de la música de Silvestre Revueltas para la película de 1936 Redes, dirigida por Enrique Gómez Muriel y Fred Zinnemann, todo un clásico de la música cinematográfica y sin duda una de las obras más populares del compositor mexicano junto a Sensemayá.

Es cierto que Hernández Silva amplificó los niveles decibélicos de la orquesta, y así se mantendría durante todo el concierto, provocando en no pocas ocasiones una saturación poco habitual entre las bondades acústicas del Maestranza. Pero también lo es que imprimió a la partitura de una majestuosidad y una energía inusitadas, preámbulo de la fiesta y el delirio que habría de seguirle.

Concierto venezolano es una obra del gran Paquito D’Rivera que ganó el Grammy latino a la mejor composición clásica contemporánea, precisamente en la edición que se celebró aquí en Sevilla, razón de más para interpretarla aquí. Para ello se contó con la impagable aportación de Pacho Flores, su destinatario y quien la tiene grabada en el disco Estirpe, que vino acompañado de trompetas y cornetas, demostrando que es un fuera de serie y que es capaz de contagiar a toda una orquesta acostumbrada a otras estéticas para extraer de ella toda la alegría y el frenesí que una página jazzístico sinfónica como ésta exige. Preciso y magnífico, en fraseo, articulación, buen gusto y amor por la música, lo de Flores excede de lo humano y se sitúa directamente en lo extra terrenal.

Genio figura, en las cadencias se permitió encajar la Canción de cuna de Brahms para anunciar, así con desparpajo y una total falta de complejos, que Hernández Silva acababa de ser abuelo.

Mucho humor y desbordante virtuosismo

Toda la segunda parte estuvo protagonizada por compositores venezolanos, el clásico Inocente Carreño y el propio solista, Pacho Flores, aunque ya la pieza del cubano D’Rivera iba dedicada a ese país, en apoyo según él a la situación que atraviesa su población, la misma que pasó él en Cuba antes de exiliarse a Estados Unidos.


De Carreño se interpretó Margariteña, una pieza en forma de rapsodia venezolana que parece partir de la canción Margarita es una lágrima, en alusión a la forma de la isla caribeña. De nuevo el director fue capaz de extraer de la Sinfónica todo el color y el sabor, cambios de humor y de ritmo, que la pieza exige.

Pero fue sin duda el gran final de fiesta lo que acabó sorprendiéndonos del todo. Comenzó de nuevo con una interpretación entusiasta y absolutamente espectacular, esta vez de la pieza de concierto del propio Flores, Cantos y revueltas, al que se unió el cuatrista Leo Rondón, ahora con más protagonismo que en la pieza de D’Rivera. La pieza dio pie a una exhibición de Rondón llena de fuerza y vitalidad, con cadencias delirantes que se reflejaron incluso en sus gestos, mientras Flores siguió desplegando su genialidad a la trompeta, convertida en una auténtica arma de seducción.

Cantos y revueltas, también de carácter rapsódico, incluye temas reconocibles como la Tonada de luna llena que disfrutamos de la mano de Caetano Veloso en la banda sonora de La flor de mi secreto de Almodóvar. Pero Flores se permitió alargarla introduciendo en las cadencias pasajes del bolero Historia de un amor, mientras Rondón hizo lo propio con sus vertiginosas cadencias destinadas a potenciar el ritmazo de la propuesta.

Siguió un episodio de propinas que no se podrá olvidar en la vida, manteniendo el ritmo y la sensualidad, a veces directamente erotismo, en formato de cuarteto, con la aportación de Lucian Ciorata al violonchelo, y de terceto, cuando Rondón pidió prestado el instrumento al solista de la ROSS y Silva al propio Rondón, demostrando que pueden ser virtuosos con muchos instrumentos, y que lo suyo es sencillamente pasión por la música y por la vida.

Fotos: Marina Casanova
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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