Guión y dirección J.J. Abrams Fotografía Larry Fong Música Michael Giacchino Intérpretes Joel Courtney, Riley Griffiths, Ryan Lee, Elle Fanning, Kyle Chandler, Gabriel Basso, Ron Eldard, Noah Emmerich, Zach Mills, Amanda Michalka
Estreno en España 19 agosto 2011
Poltergeist, Regreso al futuro, Gremlins o Los Goonies son producciones de Spielberg que llevaron su sello y firma en la década de los 80. Muchas han sido las películas producidas por el Rey Midas y no todas reflejan ese mundo tan particular que dominó esa fructífera y feliz década; ahora parece querer recuperar esa marca en una operación que se antoja directamente inversa y que pervierte su frescura y originalidad. Independientemente de su capacidad para distraer creando espectáculo, merced a una buena dirección que sabe cómo mover la cámara en todo momento, así como jugar con los personajes y presentar una estructura narrativa sencilla y lineal, Super 8 se autolimita en su concepción y su orientación, a servir como vehículo de homenaje a aquel cine que bebía de la serie B para reconvertirse en A de lujo. Abrams, exitoso realizador de la serie Perdidos, que todavía no ha demostrado ser muy capaz en el cine (tan sólo una película producida por él pero dirigida por su amigo Matt Reeves, ha logrado colarse entre los imprescindibles del género fantástico de los últimos años, Monstruoso), convierte su película del verano en una confesión pública: su amor por el cine y su temprana vocación como cineasta. Los niños protagonistas y su afición por el formato que da título a la cinta lo corroboran, hasta el punto de que todo lo que acontece a partir del acontecimiento que desata la trama pareciera ser una película dentro de la película, la que estos niños cinéfilos podrían hacer una vez alcanzada la madurez creativa y financiera que lo exige. Hasta aquí todo es aceptable y elogiable incluso, contando la empresa con un portentoso diseño de producción y un exquisito elenco técnico e interpretativo, todo lo cual desemboca en un espectáculo notablemente entretenido. Pero el problema es que el artificio resulta siempre bastante evidente, a pesar de una puesta en escena y una ambientación a finales de los 70 asombrosa. La carga-homenaje es muy fuerte, eludiendo cualquier posibilidad de novedad creativa, y forzando los detalles, hasta el punto de que los brillos azulados nocturnos son tan exagerados como los poco plausibles acontecimientos con los que arranca la intriga del film; por no hablar de que en su vocación nostálgica, Abrams incluso descuida los aspectos emocionales del film, en favor de la sempiterna e innecesaria explosión pirotécnica. Falta fantasía y falta imaginación, muy especialmente en el precipitado final. E.T. contaba episodios tan fantásticos como los que cuenta este tributo y sin embargo resultaba mucho más convincente y creíble, y por descontado más emocionante. No obstante este tipo de productos empiezan a ser juzgados con mayor acierto cuando ha transcurrido un buen puñado de años, así que le daremos un voto de confianza.
También la música de Michael Giacchino intenta adaptarse al estilo de las producciones Spielberg de los 80, como se aprecia en este tema con el que se cierra la película
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